Terapia con perros contra la enfermedad mental en el Hospital del Henares: «Es mejor que un ansiolítico»
El centro sanitario de Coslada y la Fundación Diversión Solidaria hacen sesiones con animales para mejorar el estado y rebajar la ansiedad de los pacientes
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Los abrazos de la perra Lía a Lauren, durante un momento de la terapia en el Hospital del Henares
Cuando la salud se quiebra, buscamos un medicamento que nos la devuelva. A veces, son píldoras y jarabes; pero en ocasiones, ayudan otras fórmulas menos convencionales. Como una medicina de cuatro patas, de nombre Lía, capaz de cambiarle las emociones a los pacientes. Es lo ... que hacen desde hace algunos meses en el Hospital del Henares, que ha estrenado en su unidad psiquiátrica un programa en colaboración con la Fundación Diversión Solidaria y Dogtor Animal.
Lauren, Gema, Pepi, Alex, Niki y María Jesús llegan a la sala de terapia con sus pijamas hospitalarios y un cóctel de sensaciones en su mente. A la entrada, señalan su estado de ánimo en el termómetro de las emociones: tristeza, ira, calma… Pero allí les espera Lía, una golden retriever de paciencia infinita y perfectamente entrenada para su función.
La enfermera, Marisa, y el terapeuta, Sergio de la Peña, reciben a los pacientes y les presentan a Belén e Irene, las expertas en intervenciones asistidas que trabajan con Lía. Sentados en círculo en torno a ella, les explican qué es una perra de intervención asistida, cómo está habituada a ir a centros de mayores, juzgados, colegios… y ahora a un hospital. Las manos de todos empiezan a buscar el lomo, la cabeza del animal, y las caricias les pueblan la cara de sonrisas.
Hoy simulan ser una consulta del veterinario, donde a cada paciente le toca un tratamiento que realizarle a la perra. Los seleccionan al azar, de unos bolsillos que Lía lleva en el peto que la cubre. Los pacientes se relajan, se rebaja su ansiedad y se abren a conversaciones. Lauren recuerda su propia perrita, una bullterrier que es «un perro sofá», dice entre risas.
A Alex le ha tocado colocarle un collar de desparasitación; Gema está entusiasmada con la visita: «¡Dejárnosla esta noche!», les pide. María Jesús le limpia los ojos con un mimo exquisito. Igual que Lauren, que se esmera con los oídos de Lía. Pepi tiene suerte: le toca auscultar su corazón con un fonendoscopio. Lo hace con un recogimiento absoluto. Y todos quieren probar. «Mola mucho, es como si estuvieses en una burbujita», comenta Lauren. Niki le da vitaminas con una jeringa; no son de verdad, sólo un placebo rico que Lía rechupetea, encantada.
Contra el alzheimer
Los pacientes con más sesiones de terapia perruna se distinguen claramente de los que acaban de empezar; intervienen más, son más activos a la hora de participar. Pero el clima general de la sala ha experimentado un cambio absoluto: al acabar la sesión impera la calma. Cada uno de los participantes expresa en un papel su opinión, con una palabra, una frase o un dibujo. Son anónimos, pero Gema, un torbellino, no duda en enseñar el suyo a todos: «Si en tu vida no tienes un animal, no tienes alma». Como colofón, las cuidadoras les enseñan a dar y recibir un abrazo de Lía. Lauren remolonea: «Yo no me voy», y concluye: «Esto es mejor que un ansiolítico». Al salir, colocan una nueva señal en el termómetro de las emociones: han aumentado las colocadas en la alegría.
Sergio de la Peña, el terapeuta, está encantado con el programa: «Empezamos en mayo de 2022 y estamos muy motivados con continuarlo, porque les mejora mucho». La actividad se añade a otras que ya tienen en la unidad de Psiquiatría, como pintura o ejercicio físico. Todas son voluntarias, aunque Sergio reconoce que «a veces les pinchamos un poco para que participen, porque la apatía es común en la patología mental».
Con la terapia con perros no hace falta: «La acogida ha sido estupenda; nada tiene competencia frente a Lía». Y sus beneficios se observan en todo tipo de dolencias, desde depresiones a brotes psicóticos: «Les ayuda a regular las emociones, fomenta la participación…». En muchas ocasiones, cuando alguno de los pacientes reingresa, «nos preguntan enseguida: '¿Seguís con los perros?'».
Enfermedades infantiles
El hecho de que sea el mismo animal el que se destine a este fin es bueno porque «fortalece el vínculo» con los pacientes. Antes de que llegue la sesión, explica el terapeuta, ya comienzan a notarse sus efectos: «Se orientan temporalmente, el lunes ya saben que al día siguiente va a venir Lía; y tras la sesión, interactúan más y se consolidan como grupo». En el caso de las dolencias mentales, recuerda, esto es importante porque muchos de los pacientes «sufren pérdida de contacto social o situaciones de aislamiento»: «El perro viene de fuera, rompe las barreras del ingreso».
En la unidad de Psiquiatría hay otro tipo de terapias, pero esta es la preferida: «Nada tiene competencia frente a Lía», reconocen
El trabajo terapéutico con animales se practica desde hace tiempo en muchos ámbitos, como determinadas enfermedades infantiles o el alzheimer. María Parra, directora de la fundación, recuerda que «esta es la primera vez» que lo hacen «con salud mental». Y fue a petición del gerente del Hospital del Henares, Ignacio Martínez Jover. «Nos pidió si podíamos llevar emociones positivas a las UCI, y empezamos a hacerlo», dice, porque «las emociones positivas ayudan a sanar».
En la unidad de Psiquiatría, había que lidiar «con la soledad no deseada» y por eso se pensó en los perros. Es la manera de hacerles «pertenecer a un grupo; cuando están en la sesión, se olvidan de lo que les ocurre, y comparten sus vivencias; se apoyan, se aplauden cuando alguien se ha atrevido a hacer algo». Y de este modo, «la diversión se convierte en terapia».