El Johnny, un templo cultural y canalla donde un Camarón ya muy enfermo dio su último concierto
La historia del colegio mayor se escribe a través de las más de cuatro décadas de bolos inolvidables, desde una joven Diana Krall a nombres como Sabina, Tete Montoliu, Luz Casal o Paco de Lucía
Última bala para el renacer del Johnny tras una década de abandono
C. B.
Madrid
Corría el 25 de enero de 1992, cuando un Camarón ya muy enfermo aterrizó en el Johnny. Acompañado de su inseparable Tomatito, el cantaor llevó el delirio al auditorio del colegio mayor seis meses antes de su muerte, agrandando la ya de por sí dilatada ... leyenda del San Juan Evangelista. Inaugurado en 1966, pronto se convirtió en un referente de la igualdad, marcado por la «democratización» de la enseñanza, y también de la cultura: para el recuerdo su corral de comedias, su Club de Música y de Jazz y sus memorables veladas de flamenco.
Su historia se escribe a través de las más de cuatro décadas de bolos inolvidables, desde una joven Diana Krall en 1996 a nombres de la talla de Sabina, Tete Montoliu, Luz Casal, Paco de Lucía, Silvio Rodríguez, Hugh Masekela o Chick Corea. Y siempre a precios asequibles, porque en el Johnny casi nunca sobraba la tela. De hecho, hubo un tiempo en que la tarifa máxima del centro no podía superar el salario mínimo de la época. Pero bolsillos al margen, lo cierto es que el colegio fue música, teatro, danza, política... Y lo fue en el franquismo, en la Transición y en la democracia.
En definitiva, un referente estudiantil, cultural y canalla que no siempre lo tuvo fácil para sobrevivir. En el Johnny se celebraron conciertos que en tiempos de guardar resultaban complicados, Juan Antonio Labordeta, Raimond… Aunque nada comparable al ofrecido por Enrique Morente el 20 de diciembre de 1973, el mismo día que ETA asesinó horas antes a Carrero Blanco. Con el colegio rodeado de agentes de la Policía (los llamados 'grises'), el cantaor se arrancó con un fandango de José Cepero: «Pa' ese coche funeral/yo no me quiero quitar el sombrero/Pa' ese coche funeral/que la persona que va dentro/me ha hecho a mí de pasar/los más terribles tormentos».
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¿El resultado? Recital suspendido y una noche en comisaría, pago mediante de una multa de 100.000 de las antiguas pesetas, unos 600 euros actuales, según cuenta la leyenda. Tras su cierre, en julio de 2014, y el posterior desalojo de los okupas que lo tomaron, en noviembre de 2015, ABC recogía lo siguiente: «En el Johnny ha permanecido escondida hasta ayer -que la rescató la Policía-, una vieja máquina multicopista llamada 'la vietnamita' con la que se imprimían panfletos durante el franquismo».
En aquella época, precisamente, su corral de comedias convirtió el espacio en una de las pocas salas madrileñas de teatro alternativo. Y así, sorteando la censura, pasaron por sus tablas compañías como como Els Joglars, Els Comediants, Tábano, Esperpento o Bubulú.
Pero no solo lugar de actuación fue el Johnny, sino también de descubrimiento. Que se lo digan a Rafael Álvarez, 'el Brujo', un estudiante de Derecho que pronto dejó la carrera por los focos y que ganó su apodo entre los pasillos del San Juan Evangelista. Prendado se quedó de los ensayos de grandes como Terele Pávez o Marisa Paredes. Se desconoce si tras darle muchas vueltas a la cabeza o confiando en una desconocida vocación, el Brujo dejó las leyes a un lado. Allí actuó por primera vez, en 1970, con 'El juego de los insectos'.
No fue el único en estrenar obra. También lo hicieron José Luis Alonso de Santos, Albert Boadella, José Carlos Plaza, Juan Magallo o Pedro Villora. Siempre, eso sí, en actividades gestionadas por los propios colegiales, que también pusieron el foco en el cineclub. Con el paso de los años, el Johnny consiguió forjar su propio mito, dejar que su alma se mantenga viva en el recuerdo de aquellos que lo disfrutaron. Para muchos, la voz de Camarón y los compases de Tomatito todavía no se han apagado.
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