La tarta que eligieron los periodistas para la boda de Felipe y Letizia y que no se sirvió en el banquete nupcial

La Asociación Empresarial de Pastelería Artesanal de Madrid vio en la boda real una magnífica ocasión para promocionar su actividad, y por eso puso en marcha un concurso para elegir una tarta que mereciera ser utilizada en el banquete nupcial de los futuros Reyes de España. Dicho y hecho, se pusieron manos a la obra. Convocaron a los mejores reposteros de la región, que comenzaron a elaborar, primero en su cabeza y más tarde en los hornos, los pasteles más elegantes, suculentos y sofisticados que puedan imaginarse.

La iniciativa tenía la aspiración de que el postre elegido pudiera servirse en la boda entre el entonces Príncipe Felipe y Doña Letizia, prevista para el 22 de mayo de aquel año, 2004. Participaron en el concurso un total de 44 maestros pasteleros de Madrid, y la proclamación definitiva del dulce tuvo lugar el 12 de febrero.

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Fue un mes de ilusión y esperanzas desbocadas entre los profesionales confiteros, que le echaron horas y creatividad con la perspectiva de que pudieran ser la Monarquía y sus ilustres invitados quienes probaran su receta. Sólo tenían que cumplir con un requisito: debía ser una tarta nueva, absolutamente original, de un sabor que aún no hubiera sido probado nunca.

A algunos se les fue la mano a la hora de innovar: entre los diez finalistas seleccionados, había algunas muy arriesgadas, como la tarta a base de pimiento del piquillo, pimienta negra, aceite de oliva y ajos. Otros fueron más convencionales en los sabores, aunque no en la forma y tratamiento de los productos: hubo mousse de lima (Daniel García) o de sidra con culín de cítricos (José Carlos Calvo); una tarta con manzana ácida, bizcocho de almendra marcona y crema de vainilla de Papúa (creación de José Miguel Moreno, de pastelerías Mallorca); o tartas con forma irregular (como la de Carlos Simarro).

Francisco José Somoza Estévez, de la Pastelería Fredy (Paseo Virgen del Puerto, 11) resultó ganador con una creación espectacular: una tarta blanca cuadrada con base de bizcocho de almendra, que mostraba al cortarla los colores de la bandera nacional -hechos con crema de maracuyá y culis de frambuesa-, y que contaba entre sus componentes también con una mousse de arroz con leche y un madroño. Como adornos, contaba con una pieza artística de caramelo y pastillaje representando el escudo de armas del Príncipe de Asturias, el azul claro de la bandera asturiana, el escudo de la Casa Real, dos alianzas, la flor de lis, y otras cuatro pequeñas flores, en referencia a los hijos que la pareja dijo entonces que pensaba tener -«más de dos y menos de cinco»-.

El postre ganador fue enviado al Palacio de la Zarzuela, aunque finalmente no se sirvió en el enlace real. El ganador del concurso se tuvo que conformar con los 3.000 euros del premio y, eso sí, con la satisfacción de haber sido el creador de la que se consideró la mejor tarta nupcial, digna de unos reyes.