Qué hacer en Madrid en agosto: la 'senda del agua', una excusa para andar la región
La comunidad dispone de playas fluviales, lugares para el baño, la navegación a vela o el paddle surf
Salir del aula para conocer la naturaleza
El propio nombre de la Comunidad de Madrid, sirviéndonos de la etimología árabe, es meridiano. Medina Mayrit. Ciudad del agua. Aún en plena canícula y a menos de una hora del asfalto, el agua sale al paseante y al senderista. Es ésta la idea ... fuerza que ha llevado al Gobierno regional a exhibir un territorio donde el líquido elemento es protagonista; allá donde, siguiendo la senda del agua, el camino, por duro, tiene su gratificación. El plan es barato, así para caminantes, bañistas y hasta navegantes.
No por casualidad, la geografía, de Somosierra a Aranjuez, consta de cuatro zonas de baño que son censadas oficialmente para controlar la calidad y salubridad hídrica. Y el chapuzón es lícito y merecido en Las Presillas, Los Villares, El Muro, Virgen de la Nueva y en la Playa del Alberche.
Toda esta riqueza vinculada al agua no sólo permite reflexionar sobre el elemento hídrico que nos sostiene, sino que es el propio camino ribereño el que pondera un turismo sostenible. Más allá, la infinita variedad de una región asomada a cauces, arroyos, ríos, embalses y lagos precisa de una sistematización para no abrumar.
La Sierra Oeste, pese a ser la más conocida, guarda necesarios silencios y murmullos, el de los cristalinos ríos Aceña y Cofio. La Comunidad asegura que son recorridos sencillos, ideales para ir con la familia. Está el enclave de la Cascada del Hornillo, mientras se vadea el cauce del Aceña. O la ruta del Río Cofio, que, con su puente romano como núcleo, da un temblor de frescor al senderista. Aunque la Sierra Oeste tiene también la playa del Alberche, donde este río se besa con el Perales y el arroyo Berciana. Arena fluvial y unas aguas mansas y bajas.
De playas saben también en Pelayos de la Presa con su playa del Muro, anexa al Real Club Náutico de Madrid. O la de Virgen de la Nueva, ya en la jurisdicción de San Martín de Valdeiglesias desde la que se divisan los pinares del bravo pueblo abulense de Cebreros: buenos vinos y mejores aguas.
El Paular y el mar de Madrid
Vayamos, al calor, o al refresco, del agua hacia las alturas de la Sierra Norte, donde el río Lozoya se enseñorea, rugiente en las cascadas y más calmo en pequeñas presas y embalses. En Rascafría, cerca del área recreativa de las Presillas, la Cascada del Purgatorio obra el milagro de la gravedad y los chorros. A un tiro de piedra están también el monasterio del Paular y las piscinas naturales de Las Presillas, donde el baño tiene algo de bautismo en lo natural, algo zen mientras que en el embalse de Pinilla la moda del paddle surf hace sanos estragos.
El Lozoya se va haciendo varón en su Valle Medio, permitiendo el barranquismo o con la espectacularidad de la Chorrera de San Mamés. Curso abajo, sorprenden ya las murallas de Buitrago. Y en Cervera de Buitrago, ese mar de Madrid, el embalse de El Atazar, donde la inmensidad y los veleros transportan al observador a otras latitudes.
No se puede eludir el piragüismo por el Jarama, o ir a las Cárcavas, que evocan a las Médulas bercianas.
El Padre Tajo
Ya el Padre Tajo impone sus dominios. Pero el hombre lo disfruta en la secreta playa de Los Villares, en Estremera, entre una tupida extensión de chopos donde es inevitable acordarse de los versos de Garcilaso sobre el mismo río: «Cerca del Tajo en soledad amena...».
La cualificación es «excelente», y quien más quien menos, en los merenderos cercanos, evocará el célebre lienzo de George Seurat, 'Un baño en Asnières'.
Aguas milagrosas, las huellas de Berlanga
La Sierra es omnipresente. Si somos escrupulosos con la de Guadarrama como espacio casi mitológico hay que transitar por el «Camino de las Canteras», hoy innominado «Senda del Agua», como todo este viaje a razón de eso mismo: el agua. La ruta principia en Cercedilla, dos horas y 10 kilómetros.
También en estos pagos se enseñorea el embalse de Guadalix de la Sierra, con su club náutico, sí, pero también con su avifauna tan diversa. La contemplación en lontananza de los altos de Canencia y La Morcuera merecen la pena. Así como el propio Guadalix de la Sierra, donde el espíritu berlanguiano sigue presente entre todos sus vecinos.
MÁS INFORMACIÓN
Más agua hay en Moralzarzal, con su «Manantial de la Fe Perseverante» que curaba todos los males, principalmente la tuberculosis y a donde los de capital iban en romería en búsqueda de la salud. Únanse más valles, como el de la Barranca, un hito del senderismo activo protegido por las figuras más amplias de conservación en la Sierra de Guadarrama: Reserva de la Biosfera, Parque Regional, Parque Nacional y Red Natura 2000.
El «turismo de agua» que promueve la consejería de Cultura, Turismo y Deporte, abarca gran parte de la región. Es evidente que todos estos recorridos alejan el imaginario de la región como secarral y le aportan una realidad náutica, playera, en el corazón de Iberia.
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