Un salvavidas municipal contra la LGTBIfobia en Madrid: «La mayoría no denuncia por miedo»
En dos años 200 personas han acudido al servicio de atención psicológica y jurídica del Ayuntamiento de Madrid
La mayoría de agresiones son insultos homófobos en la vivienda habitual, también amenazas y acoso laboral

Nunca pensó que compartir su orientación sexual en el trabajo sería un problema, pero se convirtió en una tortura. En los últimos meses, una joven de 19 años ha pedido una baja laboral por el acoso de sus compañeros en una gasolinera de Madrid. Comentarios ... obscenos: «A ti lo que te pasa es que nunca lo has probado con un buen tío». Fotos de tijeras en Whatsapp. Ella se marchó «porque no podía», explica el psicólogo Damián Ricciardi, aunque no denunció. Una de cada cuatro víctimas de LGTBIfobia en la capital no lo hacen, según los datos de un servicio municipal que, en dos años, ha atendido a 105 personas que han sufrido violencia o discriminación por su orientación sexual o su identidad de género.
El Ayuntamiento de Madrid inauguró el servicio de atención a las víctimas de LGTBIfobia en abril de 2022, después de un proyecto piloto con la asociación madrileña Arcópoli. «Se detecta que hay un incremento de los delitos de odio, sobre todo, los que tienen relación con la orientación sexual de las personas», explica por teléfono Rocío Ruiz, adjunta al departamento de Igualdad y Diversidad del consistorio. «Estaban de acuerdo el Defensor del Pueblo, el fiscal general… Esa inquietud hace que se valore poner un servicio a nivel judicial, con atención psicológica y jurídica individualizada», añade.
Hasta abril de 2024, esta oficina ha abierto 105 expedientes, es decir, 105 personas han visitado su consulta psicológica, con un total de 656 atenciones; respecto al servicio jurídico, ha asistido a 89 personas con 242 atenciones. Sin embargo, solo el 23% de los 105 expedientes atendidos interponen denuncia. «Muchas veces es por el miedo al agresor. Otros manifiestan que están en situación irregular, que tienen miedo a ir a comisaría y que interfiera en su proceso de regularización de papeles», detalla Ruiz.
La joven de la gasolinera no pertenece a esta estadística. El contrato caducó y, desde este mes de junio, la asociación Arcópoli asume el servicio municipal, con un presupuesto de casi 70.000 euros durante un año, con posibilidad de prorrogarlo otro más, hasta junio de 2026. En su primer mes de funcionamiento, la nueva oficina, ubicada en el corazón de la ciudad, a un costado de la Gran Vía, ha atendido de forma presencial a ocho personas, entre ellas, esa joven de 19 años. También muchas consultas, correos electrónicos y llamadas que relataban agresiones y pedían información.
Hombres cisgénero gay
Ricciardi, argentino-italiano de 47 años, ha recibido a esas ocho personas en un despachito blanco del centro de servicios sociales Maravillas. La oficina está compuesta por dos personas: este psicólogo y una abogada, Cristina Búrdalo. «Hay muchos perfiles, destacar uno con ocho personas sería reduccionista. Hay gente extranjera, gente que ha nacido y vivido en Madrid, hombres y mujeres de distintas orientaciones sexoafectivas...», señala Ricciardi. La memoria del contrato anterior, no obstante, sí define un perfil: hombre cisgénero gay de entre 30 y 39 años, seguido del tramo de 18 a 29 años.
«No sabemos por qué hay menos mujeres que acuden al servicio. Creemos que hay una parte estructural en la sociedad que puede afectar a que las mujeres tengan más normalizadas las agresiones, pero es una reflexión nuestra», comenta Ruiz. El 61% de los usuarios son hombres y el 39% mujeres. «Siempre damos opción si no quieren contestar su género, es un servicio muy respetuoso, pero siempre nos lo dan», matiza Ruiz. Respecto a las nacionalidades, la mayoría, el 53,3%, proceden de fuera de la Unión Europea, un 42,9% son españoles y apenas un 3,8% provienen de otros países de la Unión Europea.
¿Qué sufren estas personas? ¿Por qué se agarran a este salvavidas municipal? «No hemos tenido casos muy graves de agresión física o de hospitalizaciones, pero es que a nivel psicológico quedan muchas secuelas», asegura Ruiz. Los insultos son los ataques más comunes (el 31,9% de los casos), el trato degradante (21,6%), las amenazas (11,7%), las lesiones (10,5%). Otros sufren acoso (5,6%) o discursos de odio (3,7%), y a algunos se les impide acceder a servicios (1,9%). Los agresores no acechan por la noche los fines de semana a la salida de las discotecas: «Son compañeros de trabajo, de piso, muchas veces gente conocida», afirma la adjunta al departamento de Igualdad y Diversidad.
De casa al trabajo
Una de las últimas personas atendidas en el servicio municipal, un hombre de nacionalidad española, ya ha interpuesto dos denuncias. A unos vecinos que lo increpan a diario con exabruptos de «¡enfermo!» y a una familia de «otro origen étnico que le amenaza, no solo con insultos, sino mostrando el cuchillo», relata Ricciardi. «Y me decía: «Tengo más miedo ahora que les he denunciado, porque han parado, pero si les condenan tengo miedo de que me traten peor»». El miedo es el denominador común, y la indefensión. En el caso de la joven de 19 años, por ejemplo, «era impensable en ese momento, en esa situación de vulnerabilidad, denunciar a alguien, porque no podía», sostiene el psicólogo, «cada persona necesita su propio tiempo de maduración; tú le acercas la información y solo puedes esperar».
La mayoría de ataques LGTBIfóbicos ocurren por la mañana, de lunes a viernes, en la vivienda habitual: hasta el 27,6% de los hechos denunciados en Madrid. Después en el trabajo y en la calle, empatados con un 15,2% de los casos. Y a cualquier hora se lanzan amenazas por internet o se pintan grafitis ofensivos. Unas situaciones con múltiples consecuencias potenciales para la víctima. «Si es en el entorno laboral, puede que en el siguiente trabajo ya no puedas expresar tu orientación sexual como una persona heterosexual. O tu vecino, si cada vez que pasas te insulta, a lo mejor te obliga a cambiar de vivienda», ejemplifica Ruiz.
Las intervenciones del Ayuntamiento de Madrid no son largas, según dice Ruiz: «Se establecen unos objetivos terapéuticos relacionados con el incidente, y una vez que se consiguen se da el alta». Si el usuario necesita otro tipo de recurso, se deriva a otro servicio municipal. Aún es pronto para sacar conclusiones, pero en estos dos primeros años «se ha reducido un poquito el número de casos que llegan a denunciarse», asevera Ruiz, que también tiene otra lectura, la «polarización» de la sociedad. «El primer motivo por el que las personas no denuncian es por miedo: hay más atenciones psicológicas y menos denuncias», concluye.

Madrid, en cualquier caso, es un lugar seguro en términos generales. Ricciardi, que también ha vivido en Buenos Aires, Milán y Roma, opina que la capital española es una ciudad «muy cosmopolita» cuyo Orgullo acoge a visitantes internacionales y de otros puntos del país. Sin embargo, las agresiones LGTBIfóbicas no se han erradicado. «El problema principal son los prejuicios, la discriminación en las calles, en los medios de comunicación, en los discursos de odio a nivel institucional. No me quiero meter en debates, pero eso se refleja en todos los ámbitos de nuestra vida como ciudadanos», expone este psicólogo, también profesor en el primer máster especializado en diversidad sexual que imparte el Colegio Oficial de Psicología de Madrid.
Hoy las calles son más seguras para las personas LGTBI. En los días de fiesta del Orgullo se producía antes un repunte de agresiones, porque las personas LGTBI se exponían más. Estos últimos años, sin embargo, la tendencia parece invertirse, a falta de una serie histórica más larga que lo confirme. «Hemos preguntado a la Policía y no hay tantos reportes de delitos de odio porque las personas LGTBIfóbicas no salen a la calle», señala Ricciardi.
La visibilidad del Orgullo
Estos días son diferentes. De hecho, el incremento de denuncias durante el Orgullo también puede estar motivado por ese empuje reivindicativo de las propias personas LGTBI. Pero la visibilidad decae el resto del año, y las secuelas psicólogicas perduran si la víctima no busca ayuda. Por ejemplo, con la LGTBIfobia interiorizada: «Las propias personas LGTBI interiorizamos parte de los prejuicios y nos dejan secuelas, hay mucha gente que sigue 'armarizada' por miedo a las consecuencias de salir del armario», resume Ricciardi.
La solución pasa por este tipo de servicios públicos; a nivel estatal, las víctimas de LGTBIfobia disponen del teléfono 028. El Ayuntamiento de Madrid también ha estudiado las barreras que enfrentan las personas LGTBI a la hora de acceder a los servicios públicos y, tras detectar «falta de sensibilidad» en hospitales, oficinas de extranjería y de empleo —ninguno es competencia municipal—, ha implementado una formación al personal que trabaja de cara al público. La solución, según dice Ricciardi, es la educación: «Se necesita mucha educación, en la convivencia, en la igualdad, en los derechos humanos; en los colegios, institutos y universidades».
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete