Reventa ilegal de lotería a última hora: «Pago dos euros más, pero no hago cola»
Los vendedores ambulantes proliferan en el centro de Madrid antes del sorteo de Navidad con décimos dos euros más caros que en las administraciones
Última hora del sorteo de Lotería de Navidad, con los premios, el gordo y comprobador de números
La ley prohíbe el juego en la calle y la instalación de caballetes está vetada desde 2019 en la Puerta del Sol
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Iniciar sesión«Llevo los del premio, los de la suerte, los que tocan». La frase se repite como un mantra por las esquinas del kilómetro 0 y las calles aledañas. «El gordo, señores, tengo el gordo», gritan, tratando de convencer o captar la atención de aquellos ... que parecen no ver ni oír a los que pronuncian estas soflamas. Faltan horas para que el sorteo más esperado del año comience y los niños de san Ildefonso repartan suerte –y millones– entre todos aquellos que se han hecho con un décimo de lotería de Navidad, el bien más preciado del día. Pero como en todo, hay quien aprovecha el sorteo para sacar rédito económico, y no hablamos de las administraciones que venden series y boletos, sino de quienes se cuelgan los décimos al cuello y, a las puertas de los negocios, tratan de hacerles competencia. Es la reventa ilegal a última hora de los décimos la lotería, el 'top manta' de los loteros.
Anclados a un tablón con unas cintas, Safira muestra los últimos décimos que le quedan. Y lo hace en una ubicación privilegiada: al lado del Oso y el Madroño de la Puerta del Sol, donde muchos –si fuese una actividad permitida– tendrían que pagar miles y miles de euros para abrir una tienda y comercializar cualquier artículo. Ella no abona nada. En frente de la joven, varias docenas de personas hacen cola para conseguir algunos de los décimos en la administración de lotería Aguilar. «El que me den, todos van al bombo», dice Miguel, vecino de Colmenar que ha aprovechado una visita al centro para comprar «el último». «No tengo ninguno del centro de Madrid y oye... quién sabe el que va a tocar. Luego lo pasaré por el oso, como si fuese un jorobado, que eso me dará suerte», ríe el hombre.
Luego mira a Safira. «No me fío», confiesa sobre los boletos que la joven muestra. «¿Y si el décimo no es real? Deja, deja... Yo mejor lo compro ahí», cuenta señalando el despacho de Sol. Le da igual lo que tenga que esperar aunque, en este caso, no son más de quince minutos. «Muy poco tiempo si mañana me llevo los 400.000... O lo que sea eh... No voy a ser avaricioso«, añade de nuevo entre risas.
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En el 'collar' de Safira, ese corcho con décimos, hay otro cartel. «Se vende lotería de Doña Manolita« puede leerse como reclamo de la principal administración. A Miguel le da igual: »No hago la cola allí, que es eterna, y tampoco se lo compro a ella porque temo que sea un timo«, subraya. La joven se mueve de un lado a otro, rodeando el monumento. Es su zona de actuación. En la Puerta del Sol hay muchos más vendedores ambulantes como ella, varias docenas que aparecen todos los años por estas fechas, aunque su cuantificación se hace complicada por lo mucho que se mueven por la zona: desde la calle del Carmen hasta el kilómetro 0, ida y vuelta varias veces; y si la suerte no les sonríe (si no venden) caminan hasta Arenal o Mayor tratando de deshacerse de alguno de los décimos que les quedan.
Su precio: 22 euros, dos euros más que en una administración. Ese es el rédito que sacan a revender las series que hace meses adquirieron. A veces, lo logran. «Pago 2 euros más pero no hago cola. Si dicen que son de Doña Manolita, serán, ¿por qué no voy a confiar?», reflexiona, en este caso, Alfredo, un turista que aprovecha el último día de un viaje de trabajo para llevarse a casa un décimo con el sello de Doña Manolita, aunque se lo compra a Rocío, la suegra de Safira. Todo queda en familia.
«Llevo los de la doña, lo que tocan», continúa, como si de un cántico se tratara Safira. Tiene décimos que terminan en 8, en 1, en 3... Hay variedad donde elegir. «Pues toda la vida, desde que me casé. Mi suegra vende aquí desde siempre», revela sobre cómo se introdujo en el negocio. Ella asegura que es legal. «Todos los papeles en regla, por eso la Policía no nos para. Yo dependo de una administración de Puerta de Toledo, que es la que me autoriza estar aquí. Compro los décimos en Doña Manolita y los pongo a vender». La vendedora ambulante tiene el discurso aprendido, pero por mucho que afirme su actividad no es legal.
El Ayuntamiento de Madrid ordenó en 2019 la retirada de las mesas ambulantes que vendían lotería en Sol y prohibió que se instalasen caballetes en la plaza. La actividad que realizan Safira y sus otros compañeros de trabajo la consideran venta ambulante. «La Policía Municipal denuncia por venta ambulante a los que hacen esa actividad de venta ilegal de lotería en Sol, y proceden a echarlos», explican fuentes el Área de Seguridad y Emergencias. La tarea, como pasa con el 'top manta', no es sencilla, ya que estos vendedores van moviéndose, itinerantes, aunque no se ocultan: como un libro abierto, muestran sus décimos colgados del cuello a todos los transeúntes.
Desde la Junta Municipal del Distrito Centro subrayan: «Es ilegal. La ley estatal prohíbe vender alcohol y juego en la vía pública. Antaño, cuando instalaban en Sol los puestos, la Policía Municipal podía multarlos por ocupar la vía pública; ahora quien los debe sancionar es la Policía Nacional porque no se puede incitar al juego en la calle».
Las justificaciones
Pero los vendedores tratan de hacer esa suerte de agosto. «Una vez al año, no hace daño, como dice el refrán», expresa sobre su actividad Rocío, la veterana de Sol, aunque asegura que todo se ajusta a la norma. «Yo llevo desde los 20 años vendiendo lotería aquí. Este año son 41 años desde que empecé a vender, me conoce todo el mundo», explica. Ella lo hace sentada en uno de los muros exteriores de la boca de Metro. A su alrededor, hay cuatro mujeres más con décimos colgados a modo de collares. Convence a Alfredo, que le compra uno que termina en 17. «Ese es el de la suerte, ya verás, es el bueno«. »Cuando llegó este alcalde nos quitó el puesto, no es ilegal, es una tradición, pero fastidian al pobre en vez de gobernar para ellos. ¿Qué más les da cuando lo único que hago es sacar algo de dinero para las fiestas«, continúa la longeva comerciante, que denuncia »sufrir desde hace dos años« una persecución policial. »La Policía no nos deja vender«. Pese a la 'legalidad' de su negocio, cada vez que pasa un zeta ella cierra las tapas de la especie de carpeta en la que cuelga los décimos.
Su nuera, Safira, ha conseguido vender otro: el 36313. «Para ser el último día antes del sorteo está todo muy parado, estoy deseando irme a casa», concluye la mujer, al tiempo que se guarda en el bolsillo los 22 euros.
La escena se repite en la calle del Carmen. La cola de Doña Manolita, la administración reina de España, sube por la calle de Mesonero Romanos y continúa unos metros por la Abada. «Pero va rápido, llevamos esperando unos 50 minutos solamente», asegura Carmen, de las primeras en la fila. Cuatro personas más y será ella quien adquiera su número de la suerte a Manolita. «O el que quede, porque ya quedarán pocos», cree la compradora.
Delante de la administración, más vendedores muestran los décimos. Permiten el pago con tarjetas o bizum. Eso sí, siempre a ese 10% más caro que en los despachos oficiales. «La normativa del juego de 1956 permitía tener colaboradores que vendiesen en la calle», dice Paloma de Marco, de la lotería de los Gordos: «Pero esa ley se derogó por la nueva normativa del juego. Y el juego en la calle está prohibido, es ilegal y por tanto venderlo también«, sentencia la lotera de Sol: »No tienen autorizaciones de ningún tipo y es más, es dinero negro, venden los décimos más caros y no declaran esa diferencia de precio«. Antes de que los bombos comiencen a rodar en el Teatro Real, los vendedores continúan en la vía pública: »El gordo, llevo el gordo, llevo la suerte«.
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