Los reclusos de Soto acarician la libertad a través de los libros
60 internos del Centro Penitenciario Madrid V se reúnen en la primera fiesta de la lectura celebrada en una cárcel. Cuentan a este periódico la importancia de la lectura en una situación de encierro: «Es una herramienta de rescate»
El club de lectura para los sin techo que rompe todos los prejuicios
A David (mallorquín, de 42 años) lo detuvieron en Italia por un presunto delito contra la salud pública por tráfico de drogas. Permanece, desde hace siete meses, en prisión preventiva, en el módulo 13 del centro penitenciario de Soto del Real. Es vivaracho y ... de actitud cordial, servicial. Habla con optimismo. Cultivó ese ánimo durante los veinte días que estuvo recluido en el país transalpino. «No nos queda otro remedio. Es eso o coger una cuerda y ahorcarnos», confiesa.
Conversa con este periódico con 'La exhumación de papá y el cróquet', de Alfonso Ussía, entre sus manos. Admite que le gusta la sátira. A su lado, Marlon (colombiano, de 24 años), algo más tímido, escucha con atención. Lo pillaron en Barajas portando una maleta con sustancias estupefacientes. Esperando a ser juzgado, habita el módulo 6, «donde permanecen los menores de 26 años».
Ambos se han reunido, junto con otros 60 internos de 12 módulos, en la primera fiesta de la lectura –o 'reading party'– celebrada en un centro penitenciario a nivel mundial. Organizada por Juan Sobrino, director de la Biblioteca Municipal de Soto del Real, «consiste, básicamente, en juntar a mucha gente para leer». Se trata de «un formato novedoso e innovador» que surgió en Nueva York tras la pandemia, en 2023, y que «poco a poco se está extendiendo por otros lugares del mundo». Al evento han acudido unas noventa personas.
Entre los internos hay voluntarios y colaboradores de asociaciones que trabajan en la cárcel. Aguardan todos en el auditorio del centro. «Los participantes tienen que llevar el libro que están leyendo actualmente. Leen, en silencio, durante un tiempo estipulado, en torno a media hora. Tras esta lectura individual, se los emparejan por sorteo para que conversen, profundicen y debatan sobre lo leído durante, aproximadamente, veinte minutos. El objetivo es establecer una puesta en común sobre la experiencia», explica el bibliotecario.
Apunta el entrevistado que celebrarlo en un centro penitenciario tiene un marcado carácter de cohesión social, «pues permite fomentar el diálogo entre internos y personas del exterior, en este caso, en torno a los libros», y afirma que la actividad «encaja perfectamente en uno de los objetivos principales de cualquier biblioteca pública, que consiste en convertir algo intrínsecamente individual, como es el acto de la lectura, en un acto social y compartido».

David y Marlon toman asiento en una de las bancadas más próximas a la entrada del auditorio. En el momento de ser interrumpidos, el mallorquín se encontraba enumerando al colombiano los beneficios que, considera, tiene la lectura, «una herramienta con la que adquirimos conocimientos y aprendemos a comunicarnos. Y, dentro de la cárcel, nos ayuda a huir de la realidad». Precisamente, Sobrino señala que, para las personas privadas de libertad, no es sólo una forma de evasión «que los traslada a otros lugares y permite que se olviden de dónde se encuentran, sino que propicia la construcción de un espacio interior donde poder encontrarse, dándole un sentido a la vida, algo especialmente relevante cuando te encuentras en una situación de encierro».
Fue estando encerrado que David comenzó a escribir. «La escritura es lo que viene después de la lectura, ¿no?», arroja confiado. Los veinte días que estuvo detenido en Italia «comiendo techo» los plasmó en un relato corto de veinte líneas que tituló como 'Mandato de arresto europeo'. «MAE», ríe. Desde entonces, el mallorquín no ha dejado de escribir.
Para Luis Carlos Antonio Herrera, director del Centro Penitenciario Madrid V –nombre oficial de la cárcel–, «las personas privadas de libertad siguen formando parte de la sociedad, con numerosas inquietudes culturales». Apunta, en este caso, que la esencia de la literatura radica en comunicar ideas, emociones y experiencias y señala que «en los centros penitenciarios la Cultura, en esta ocasión a través de la imaginación que supone leer un libro y compartirlo con un desconocido, construye un espacio de libertad». Por su parte, Sobrino apunta que el acceso a la misma en prisión es fundamental «para ampliar horizontes y un elemento clave que favorece la reinserción social».
«Para una persona privada de libertad, la lectura propicia la construcción de un espacio interior donde encontrarse»
David afirma que leer «nos hará libres». Cuenta, sin entrar en detalles, cómo llegó a parar a aquel módulo en Soto del Real. Licenciado en Química, se introdujo en el sector de organización de eventos, en los que comenzó a relacionarse con no muy buenas compañías, iniciándose en el mundo de las drogas. Marlon hace un amago por introducirse en la conversación. En su caso, fueron las deudas familiares las que lo llevaron a delinquir.
Finalmente, el joven confiesa que quiere convertirse en «una persona interesante con la que poder tener conversaciones interesantes», asegurando sentirse cohibido por miedo a no saber expresarse, a meter la pata con los vocablos. Siente curiosidad, revela, por los temas financieros, en general, y por el papel del estado colombiano en la economía del país, en particular, lo que le ha llevado a leer en gran medida al empresario estadounidense Robert Kiyosak.
Mientras conversan sobre la vida y sus infortunios, Marlon le pregunta a David, temeroso, cómo son otros centros penitenciarios de cumplimiento en España al mencionar Estremera y Alcalá Meco. «Estarás bien», lo consuela. Apunta, entre medias, que de la cárcel «uno sale mejor o peor, pero nunca igual». Marlon promete lo primero. «Con ayuda, en parte, de la literatura».
«Libros que saltan muros»
Próximo al escenario, Alberto (mexicano, de 28 años) disfruta de la interpretación musical de Paula Amazarray e Iván Sangüesa que pone fin a la reunión. Aprieta contra él 'El juego del ángel', de Carlos Ruiz Zafón, uno de sus escritores favoritos. Lo detuvieron, también, por un presunto delito contra la salud pública por tráfico de drogas. Y desde hace más de un año habita el módulo 12 de Madrid V.
Para él la lectura es introspección, entretenimiento y desarrollo personal. Magdaleno (mexicano, de 23 años) es uno de los reclusos participantes que aseguran que antes de leer eran un poco ignorantes, y que la lectura es la mejor herramienta «para cambiar nuestra mentalidad». Quiere, a través de los libros, aprender Filosofía y Neurociencia. Y publicar en un futuro un libro que narre al detalle su historia. De esta iniciativa se lleva el haber podido, por primera vez, transmitir un mensaje en voz alta ante casi un centenar de personas.
«El acceso a la cultura es fundamental para ampliar horizontes y un elemento clave que favorece la reinserción social»
Noe, con micrófono en mano para la ronda de preguntas que Sobrino acaba de proponer al público, agradece haber podido relacionarse con otras personas de distinta edad, clase social, pensamiento y punto de vista. «Los libros saltan muros, pero también líneas temporales», expresa. Actualmente, el joven indica que se encuentra leyendo 'El niño con el pijama de rayas', de John Boyne, e invita a sus compañeros a la reflexión: «¿Puede la Historia repetirse de la misma manera o tenemos en nuestras manos el poder cambiarla?».
Luis Miguel, otro de los internos reunidos en el auditorio, añade que gracias a la literatura «me he acercado a personas a las que nunca me hubiese acercado», y que en una celda cabe demasiado tiempo libre «como para no aprovecharlo y, entre otras cosas, leer para, en definitiva, ser mejores personas. Sin duda, es un hábito que debemos mantener».
Cartas desde la cárcel
Ha pasado algo más de una hora y los internos deben volver a sus respectivos módulos. Agradecimientos y apretones de manos por doquier. Fuera, yacen nubes espectrales sobre la torre de vigilancia del centro penitenciario de Soto del Real. Las concertinas temblequean sobre los muros, esbeltos y melancólicos. Hacia la salida, Sobrino muestra su sorpresa ante «la acogida tan favorable» que ha tenido la iniciativa.
Horas más tarde, cartas desde la cárcel. «A la atención del periódico ABC», comienza una de las misivas enviadas desde el módulo 13. Admiten querer transmitir un mensaje: «La lectura debería ser una prioridad. No sólo porque nos mantiene la mente ocupada, sino porque además, como se diría en latín, 'legendo discitur', es decir, leyendo aprendes».
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