Procesión del Encuentro: epílogo multitudinario a la Semana Santa en la capital
Miembros de las distintas vocaciones de Madrid acompañaron al Cristo Yacente y a la Virgen de la Soledad en el cortejo procesional
Madrid blinda su Semana Santa y suma galones como fiesta de especial interés
Esta funcionalidad es sólo para registrados
Iniciar sesiónTocó un día como para echarse novia formal en Alcalá, 25. Sábado Santo. Las calles llevaban ya el peso de dos o más jornadas santas de las buenas, de las que dicen que la Semana Santa ha venido a Madrid para quedarse y así ... las proclamó recientemente el consistorio como fiestas de «especial interés». Este sábado echó a andar la última, la procesión del Encuentro, que si no es escrupulosamente bíblica en cuanto al día, sí que lo es en cuanto a la costumbre.
Las tiendas cerradas del Viernes Santo, abiertas en sábado, le dieron a la salida de Jesús Yacente, salido de los archiconocidos talleres de Olot, y de María Santísima de la Soledad, obra primorosa de de Juan Pascual de Mena del XVIII, un público nuevo. Se notaba un temblor, ante los sagrados titulares, de cosa hecha, de inmediata Resurrección. De Semana que termina de forma exitosa en la ciudad. Y la sonrisa de la escolta de la Policía Municipal no podía ser más elocuente.
La bella simetría de la fe recogida y el fervor más barroco de la calle en el Jueves Santo
C. BarcalaEl Gran Poder y la Macarena pusieron el contrapunto andaluz a la sobriedad castellana del Cautivo y Jesús el Pobre
Los portadores, anderos en este caso, entrecerraban desde antes del cortejo los ojos al resol. Una procesión temprana bajo un sol casi africano daba a la Iglesia de la Concepción Calatrava alma de oasis y de frescor. Frente a los tambores y los cofrades, los curiosos. Siempre los curiosos con las patas colgando, cafés de a litro y la comprensión de que algo pasa en la calle. Que el cristianismo es luz en estas latitudes. Una señora agarró al marido, con un cárdigan, se persignó y lo obligó a lo propio. «Es el Santo Encuentro«, secreteaban ambos cuando el trompeterío afinaba y se abrazaba.
Nervios controlados
La última procesión de Madrid, en no habiendo una talla de Resucitado, viene a significar que la Soledad no va tan sola. En las andas/varales, jaleo de chavalería. Y la procesión echaría a andar hacia el Viejo Madrid. Las estrecheces de la calle del Codo y el esfuerzo de anderos de ir sorteando el piso, el complejo piso madrileño, era una complicación más, añadida. También la de un recorrido tradicionalmente que se retrasa, como postergando que no acaben los días Santos.
Dentro del templo nervios en los portadores, y una sombra agradecida, una vez que se retiró la valla que el año pasado cubría las obras con más buena voluntad que acierto. Se entremezclaban la sección de tambor de Jesús el Pobre con anderos nerviosos, y con los mayordomos «felices» probando el aparataje del intercomunicador, que las nuevas tecnologías, también, están presentes. Se buscó al Hermano Mayor, pero andaba, lógico, en la preocupación de que no faltase nada, no subió el cronista a las alturas del templo por vértigo, y porque al lado de las andas se movía la previa de la procesión, que ya dijo el poeta que el encanto está en las vísperas.
Y esta salió con retraso, pero es que esta esquina urbana mezclaba seis caballeros y cuatro damas de la Orden del Santo Sepulcro, a la Policía Municipal de gala, a la propia banda de la Policía y portadores y portadoras como Desirée, saliendo desde que cumplió la «mayoría de edad». Y a minutos de salir no tenían clara la cruceta, la música a tocar. Ni el orden. Un amable músico de la Municipal dejó que viéramos hasta el tuétano de las partituras y sí, andaba los grandes temas de Font de Anta, de Abel Moreno.
Y echó a andar la procesión con los tambores zaragozanos y con el Himno Nacional. La procesión, la del epílogo semanasantera, la que iba a dividirse, según Antonio Llorente, Teniente Hermano Mayor, a la altura del mercado de San Miguel donde todos los tuktuks tienen su asiento. Las tulipas de muerte del Cristo silenciaban el Madrid de las franquicias, y lento, muy lento, avanzaba dulce y ya no de este mundo hacia los brazos de su madre.
Y luego la Virgen de la Soledad, a la que la hora de la tarde, el público aplaudidor y el paso quieto aliviaban el sufrimiento. Frente a su templo, los turistas se subían en lugares imposibles para sacar una estampa castellana -perdónese el lugar común- pues ya los palios sobran y sólo quedan las lágrimas a los sones de la Unión Musical el Maestro, de Daganzo, con sus más de veinte marchas según confesó el portador del estandarte.
Ya en la plaza de la Villa, las apreturas de este rincón salmantino en Madrid. Por la calle del Codo y alrededores atronaba la percusión. Se notaba. Faltaba nada para el Encuentro y quiso el Cielo que corriera algo de aire. Cristo esperó a la Soledad en Mayor. A las 18.55 aparecía por el callejón del Codo, casi rozando la Torre de los Lujanes, su Madre. Se inclinaron ambos pasos. Sonaron varias saetas. Y 'Madrugá'.
Volvieron a su templo e Isidro Espinosa, del Cristo, cumplió la promesa de «repartir fe y esperanza».
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete
Esta funcionalidad es sólo para registrados
Iniciar sesiónEsta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete