La primera escuela de lo cotidiano para personas con discapacidad intelectual: «Aprobé dos oposiciones y he conseguido un trabajo»
El centro público, el primero de España, da servicio a 54 usuarios a los que enseña tareas cotidianas, como cocinar e ir en Metro
El Ayuntamiento de Madrid ultima en Aluche una ampliación de la oficina para fomentar la autonomía

Hace más de seis años, Daniel Díaz tuvo un sueño. Él sortea con su silla de ruedas los obstáculos, pero en la vida no todo es tan sencillo como aprender a manejar ese artilugio inseparable que se ha convertido en una extremidad. Hay otras tareas, ... las del día a día, las cotidianas que crean tanta dependencia a terceros –o más– que las barreras físicas que consigue superar. Daniel padece también una discapacidad intelectual y se hizo una pregunta: «¿por qué no existe ningún centro público que les dé herramientas para fomentar su autonomía?». Desde entonces puso todo su empeño en crearlo y lo plasmó como propuesta en los presupuestos participativos de 2017 pero, a pesar de ser una de las iniciativas más votadas, quedó enterrada en un cajón. Hasta el año pasado.
Ese sueño, que tan solo consistía en abrir un lugar en el que aprender a ser independientes, se convirtió en la reivindicación de todo un colectivo. «Que las personas con discapacidad podamos disfrutar de una vida plena como todos los demás. Y ser felices», era la única súplica de Daniel y, por fin, fue escuchada.
En medio del parque de Aluche, el Ayuntamiento de Madrid inauguró la Oficina de Vida Independiente para Personas con Discapacidad Intelectual Daniel Díaz (Ovidi), un centro dirigido a ofrecer información, orientación y apoyo a las personas con discapacidad intelectual para impulsar su independencia e igualdad de oportunidades. Es el primer espacio público de estas características de España y, coincidiendo con su aniversario, el Área de Familias, Igualdad y Bienestar Social prepara ya la apertura de un segundo local, enfrente, en el que los usuarios podrán aplicar todos los conocimientos y objetivos conseguidos.
Con 25 años, Álvaro Melchor ha aprobado ya dos oposiciones para personas con discapacidad intelectual. «Una del Ministerio de Derechos Sociales, pero he pedido excedencia, y las últimas del ayuntamiento», subraya el joven, orgulloso. Él conoció la Ovidi hace un año y fue de los pioneros en acudir a las instalaciones de Aluche. «He encontrado trabajo. Soy conserje en un colegio desde hace cuatro o cinco meses. Y estoy muy contento», resume, como el segundo de sus grandes hitos.
Mientras habla, Álvaro mira a Moisés Redondo, coordinador de la oficina que gestiona la Fundación Juan XXIII. «Las he preparado gracias al apoyo de mis padres y al mío, a base de mucho estudiar. Y también gracias a Moisés y David, que es mi preparador laboral, por ayudarme a hacerme más independiente para mi futuro», continúa el ya funcionario.
Álvaro nunca se había imaginado trabajando. «Nada de nada», dice sonriendo. «Pero ahora tengo empleo estable y un futuro asegurado sin muchos problemas», afirma este usuario de la oficina, que ya se afana en conseguir un nuevo logro: «Estoy ahorrando para sacar el carné de conducir y ser todavía más independiente». Eso fue lo que hizo con el dinero de su primer sueldo, guardarlo. «La sensación de ganar tu propio dinero a final de mes es indescriptible», zanja la conversación, de nuevo, con una sonrisa de orgullo e ilusión que no borra del rostro.



En su año de vida, la Ovidi ha atendido a 54 personas ofreciéndoles apoyos personalizados, relacionados tanto con el hogar como con la adaptación al entorno; y ha ayudado a conseguir empleo a otros 30 funcionarios que, como Álvaro, han sacado las oposiciones municipales y que trabajan en colegios, el museo de San Isidro o, incluso, en el área de coordinación de la alcaldía.
Plan de vida
A cada una de las personas que llaman a su puerta, los profesionales del centro –nueve técnicos de integración, un trabajador social y el coordinador– les realizan una valoración y un plan de vida independiente acorde a sus objetivos. «Los consensuamos con cada uno de ellos y sus familias. El proyecto se puede modificar», especifica Moisés, el responsable del espacio. Tras esto, llega la presentación con su asistente personal. «Les hacemos preguntas para ver el tipo de personalidad y el género con el que tienen más conexión. A partir de ahí, ya quedan en sus domicilios, organizan los horarios y trabajan juntos para conseguir los objetivos», añade el responsable.
Álvaro Vergez ha tachado varios de ellos de su lista. Usuario desde junio, fue la madre de un amigo quien le recomendó la Ovidi. «Él estaba muy contento y yo empecé a venir», cuenta sobre su primera impresión. «Quería volver», recuerda que pensó al salir del parque de Aluche. Quién le iba a decir, ahora, ocho meses después, que el segundo espacio que ultima el consistorio lleva dibujado en el exterior su rostro, con un grafiti que él mismo ayudó a pintar al artista David Barrera.
«Vine para ayudar en casa y para sacarme el carné de coche y de moto, sobre todo, de coche», explica Álvaro respecto a sus metas. Aquí le han enseñado algo tan cotidiano, aunque para él son pasos de gigante, como hacer la compra, cocinar y limpiar. La pasta se ha convertido en su plato preferido y buscar autoescuela es una de sus grandes aficiones en el tiempo libre que le deja su trabajo: en un supermercado, coloca las cestas, los carros y los productos que los clientes dejan fuera de sus estanterías. «Todos los días voy cuatro horas por la tarde, y me lo paso muy bien. Quiero seguir ahí», confiesa el joven, de 26 años.
Otras de las funciones de la Ovidi –que ofrece una bolsa de 8.000 horas de asistencia personal al año– son prestar apoyo en la búsqueda de vivienda, impulsar la participación inclusiva en las actividades de la ciudad y orientar y asesorar a las familias para reducir las situaciones de sobrecarga emocional. Montserrat García es una de las madres que solicitó los servicios. Jaime, su hijo, tiene 19 años y una hora a la semana recibe la visita del personal que le ayuda en tareas de autosuficiencia, como cocinar, afeitarse o usar solo el transporte público, buscando las mejores rutas. En los inicios, iba entre cuatro o seis horas.
«Desde que entramos, en mayo, está mucho más tranquilo. Sale más y hace más actividades, no está todo el día con el móvil como antes. Y yo, feliz», afirma la progenitora, cuyo hijo está en un programa para inserción en la vida laboral y quiere dedicarse al «mundo de la imagen y el sonido».
Sin marcha atrás
En la oficina hay usuarios desde los 18 a los 65 años con discapacidad intelectual superior al 33%. «El objetivo es que se despeguen de sus familiares», concluye Moisés: «Conseguimos que cojan las riendas de sus vidas, que todo lo que ponen en práctica sea sostenido en el tiempo y no den marcha atrás».
La práctica, para ello, es fundamental: poner lavadoras, fregar los platos, hacer la cama... Por eso, el segundo local –que el ayuntamiento abrirá en los próximos meses– recreará en su interior una vivienda para todas aquellas personas que tengan dificultades para que los trabajadores vayan a sus domicilios.
«Desde el ayuntamiento hemos diseñado una política de apoyo a las personas con discapacidad intelectual basada en la innovación y con el objetivo de impulsarlas a conseguir una vida autónoma y acompañarlas para que puedan tomar sus propias decisiones y alcanzar la independencia», explica José Aniorte, delegado del Área de Familias, Igualdad y Bienestar Social. Ese es el gran reto alcanzado por la Ovidi que habría sido imposible sin la esperanza de Daniel y su petición en los presupuestos participativos. Una petición que ya ha mejorado la vida de 54 personas.
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete