El primer derribo nocturno de un avión de guerra, en la Sierra de Madrid

Ocurrió tal día como hoy cerca de Santa María de la Alameda: un 'chato' ruso echó abajo, por primera vez, a un Junker alemán tres veces mayor, sin más luz que la de la luna en una hazaña escrita en los anales de la aviación

J. DE VELASCO Y J. TORRES

Una noche tórrida como la de hoy del verano de 1937 el cielo de Madrid fue testigo del primer derribo de un bombardero alemán por un 'chato', un avión ruso tres veces más pequeño. La pericia del piloto del Polikarpov I-15 le permitió ... despegar con la única luz de unos bidones de gasolina, y orientarse en la total oscuridad en un tiempo en que no había radar, hasta localizar por el sonido al Junker germano y disparar sobre él hasta derribarlo.

Fue, a decir de los expertos, una proeza de la historia de la aviación, el primer derribo nocturno a nivel mundial desde el final de la Gran Guerra. Y llegó durante la muy cruenta batalla de Brunete, que se desarrollaba muy cerca, y tras varios días de bombardeos continuos sobre el pueblo de Colmenar Viejo: el 22, el 23, el 24 de julio… Las bombas no dejaban de caer, así que el jefe de las Fuerzas Aéreas de la República, Ignacio Hidalgo de Cisneros, puso en marcha un sistema de protección nocturno, una patrulla de cazas que se apuntó su primera victoria nocturna en la noche del 25 al 26 de julio.

Un Junker alemán volaba a diario sobre las cabezas de los soldados republicanos asentados en Robledondo, en la sierra madrileña. Cada noche, a la misma hora, en la misma ruta. Lo contaba así Esteban Rubio Zori, comisario del 136 batallón de la 34 brigada mixta: «Durante los días 22, 23 y 24 de julio, el enemigo había efectuado bombardeos sobre el pueblo de Colmenar. En uno de ellos habían muerto los padres y hermano de unos de los cabos de mi batallón. Un refugio hundido causó más de 80 muertos. El comandante, Francisco Sebastián, y yo, bajamos a Robledondo , donde planteamos la necesidad de terminar con el Junker, que cada noche pasaba por nuestra vertical a las 22.30».

Los hechos han sido estudiados por los arqueólogos Jorge Morín de Pablos y Luis Antonio Ruiz Casero, de Audema, que han trabajado en la zona en que tuvo lugar el derribo nocturno, considerado como uno de los acontecimientos clave en la historia de la aviación. Tras una intensa investigación, pudieron reconstruir lo ocurrido apoyados en una amplia documentación inédita, entre la que se encuentran los partes de la 34º Brigada Mixta con las coordenadas exactas del lugar del impacto, y la descripción de los hechos por un testigo ocular, el comisario Rubio Zori, a través de su correspondencia.

Por el sonido

Ocurrió en la noche del 25 de julio, a las 22,32 horas. Desde el observatorio del Cerro de San Benito, tropas republicanas localizaron el sonido del bombardero enemigo y dieron aviso. En cuestión de segundos, una escuadrilla despegaba en la noche. Trataban de distinguir el destello de los motores para localizar, en la absoluta oscuridad, el avión a abatir.

En el Polikarpov I-15, un 'chato' de 6,3 metros de largo, pilotaba el soviético Mihail Yakushin. Él mismo contaba así su hazaña: «Cuando me hallaba volando al este de El Escorial, a unos 3.000 metros, divisé un Junker a unos 40 metros más alto. Inmediatamente ascendí y me coloqué en su cola, estoy completamente seguro de que no me vio». Lo siguiente fueron unas ráfagas de disparos y una terrible explosión que iluminó el cielo. Y permitio ver al Junker, de la Legión Cóndor, partido en pedazos, y a varios paracaídas cayendo a tierra. A uno de ellos se le incendió la tela, y murió durante la caída.

El aparato se estrelló en las faldas del cerro de la Cancha de Robledondo, y su carga de bombas estalló también, matando al resto de los tripulantes. Salvo uno, que consiguió sobrevivir y se escapó: fue localizado el 29 de julio, hambriento y perdido, y creyendo que estaba en la zona franquista. «Hubo que contener a muchos, entre ellos a los que habían perdido a su familia en Colmenar», relatan los testigos.

Datos aportados por el historiador de la aviación Carlos Sainz Cidoncha señalan que una vez que aterrizaron los aviadores rusos, fueron aclamados por sus compañeros y recibieron la llamada telefónica del jefe de las Fuerzas Aéreas, que les felicitó. No en vano, Yakushin se convirtió en el primer piloto de la aviación mundial que hacía un derribo nocturno de otro avión. Él y su compañero Sierov, que fue quien propuso la idea, fueron recibidos al día siguiente por el jefe del Gobierno, Juan Negrín, que les regaló a cada uno un reloj de oro y un automóvil, y les ascendió al rango de capitán.

Los arqueólogos Jorge Morín de Pablos y Luis Antonio Ruiz Casero, de Audema, una vez documentada la historia, encargaron al ilustrador Albert Álvarez Marsal que plasmara los hechos en una imagen, que representa el hecho más destacado a nivel mundial de los acaecidos en el frente de Santa María de la Alameda durante la Guerra Civil.

Cada noche, el bombardero pasaba sobre las cabezas de los soldados y descargaba en Colmenar Viejo

En el paisaje no están aún las fortificaciones de mampostería y cemento que luego se realizaron en la zona, como se ha documentado por parte del equipo de arqueólogos, pero sí se ve a los soldados republicanos de la 34ª Brigada Mixta siguiendo desde las peñas la caída del Junker alemán. Entre ellos, según se manifestó en documentos de la época, había familiares de algunos de los fallecidos días antes por los bombardeos sobre Colmenar Viejo.

Ilustración encargada a Marsal por los arqueólogos Jorge Morín de Pablos y Luis Antonio Ruiz Casero, de Audema, que han trabajado intensamente en esta zona ALBERT MARSAL

En los años 40, España erigió una estela en memoria de los aviadores abatidos, e incluso hay una fotografía del piloto y de su mecánico, Alares, junto al monolito que se levantó en el lugar erigido en memoria de los aviadores alemanes derribados. El lugar de siniestro fue el cerro de la Cancha, en Robledondo, junto al puerto de la Cruz Verde. El Junker medía 19 metros de largo; el 'chato' ruso, tres veces menos.

El piloto ruso Yakushin, entrevistado por la prensa tras su hazaña, recordaba con humor que «las cartas de navegación habían quedado agujereadas por varias balas, y el coronel me dijo: 'Pero bueno, ¿no puede tirar mejor, que mire cómo ha dejado las cartas?'. Yo le contesté: 'No se preocupe, la próxima vez lo derribaré de una sola bala'».

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