Los pasajeros de primera clase del Titanic 'zarpan' desde el metro de Madrid
Tres asociaciones de recreación histórica rememoran todo el lujo del barco hundido en 1912
Una exposición inmersiva acerca a Madrid la historia de Notre Dame
Salieron en la mañana de este jueves del metro de Legazpi con adelanto sobre el horario previsto. El sano pueblo de Madrid, plena Arganzuela, le miraba con incredulidad y sin timidez. Cruzando el paseo de la Chopera, se escucharon gritos de «guapos, guapos», ... que eran correspondidos con un dedo en la chistera en los caballeros y un arreglarse la pamela en las damas.
Todo para hacer aún más inmersiva la exposición 'La leyenda del Titanic' en la Nave 16 de Matadero. Los zapatos de charol relucían entre las nubecillas, y el pasajero de atrás de una moto, en el paso de cebra, advirtió al conductor de que esta zona de la ciudad había retrocedido, de repente, a los inicios del siglo pasado. Cuando las señoras dejaban el miriñaque y el Cantábrico suponía un balneario para huir del sol ardiente de la Meseta.
Eran tres asociaciones de reconstrucción histórica de tres partes de España donde el Modernismo triunfó, y el Modernismo llevaba y lleva implícita, en el vestir, una elegancia, una donosura, que iban demostrando al pisar con garbo de principios del siglo XX el suelo actual de Madrid.
Ya habían participado, ataviados de época, eso sí, en el 'reparto' del ascensor del Titanic de la exposición como actores casuales grabados en un estudio cercano; ahora se veían en un espejo de píxeles. Alfonso Segura, responsable de idear este viaje en carne en el tiempo, aseguraba que todo era una forma de mostrar en la calle «el contraste entre pasado y presente» y aprovechar, de igual modo, el centenario de Matadero.
O sea, que Mafalda se encontró, aguzando la vista, con la réplica de aquellos que disfrutaron de la última cena de gala del Titanic en la que se sirvieron, entre otras delicadezas, salmón a la mayonesa, gorgonzola, roast beef, o cerveza helada alemana. Qué cosas. Qué túnel del tiempo, posible gracias a tres asociaciones de recreación histórica, la Retrofuturista Nautilus catalana, la Histórica del Norte y la Antics Recreadors 1900, de Alcoy y alrededores.
En la llamada 'sala de los españoles' de la muestra inmersiva, el presidente de la del Norte, José Luis Onandía, mostraba con orgullo su atuendo, su «bastón de media gala» y una anécdota: en Recoletos, la chavalería más golfa le «reconoció la elegancia» y esas gafas añosas pero graduadas entre la artesanía y la óptica. Muy cerca andaba el responsable de Nautilus, José Luis López, con una «chistera con 125 años, de piel de foca» y esa «pasión por el Modernismo» que decoró el barco y la Arganzuela.
Mientras, Paco Esteve, de la alcoyana Antics Recreadors 1900, actor de profesión, se vanagloriaba de lo estimulante de «meterse en el papel» de principios de siglo, con un bigote recortado a la manera de aquellos tiempos.
Se sintieron a gusto. Tanto, que en el tocador de la Nave 16 dos señoras, una donostiarra y otra zamorana, Casilda y Vicenta, se acicalaban mutuamente para una cena de gala virtual en un barco virtualmente reflotado gracias a las nuevas tecnologías. El lujo de los pasajeros de primera clase del Titanic se recordó como el epítome de la elegancia. Madrid volvió este jueves a 1912.
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