La oveja autóctona de Madrid que casi extingue el fuego en Tres Cantos
El ganadero Daniel Santos tenía el lunes 315 ovejas de raza colmenareña, una especie autóctona de la que quedan apenas 5.000 ejemplares en España; pero el incendio que asoló 1.700 hectáreas se llevó por delante a la mitad
Infierno en Tres Cantos: un cementerio de ovejas en peligro de extinción
Madrid
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Iniciar sesiónDice Daniel Santos, ganadero y dueño de las 166 ovejas de raza colmenareña, autóctona de Madrid, que perecieron abrasadas esta semana en el incendio que ha asolado 1.700 hectáreas de pastos en Tres Cantos, que «da rabia que algo externo te machaque así la ... vida». Lo cuenta con sentimiento y con frustración. Aquello fue «una ratonera», ratifica Carlos Colmenarejo, presidente de la asociación de criadores de ganado ovino de raza colmenareña, una raza en peligro de extinción de la que apenas quedan 5.000 ejemplares en toda España, y la mayor parte de ellos, en la Comunidad madrileña. Y desde esta semana, algunos menos por el efecto letal del fuego.
Pocos saben que en esta región tan urbanita, que concentra más de cinco de sus siete millones de habitantes en grandes ciudades, existen también ganaderos. Y ganado autóctono: concretamente, hay varias razas de ovejas, vacas y cabras originarias de Madrid.
Para todas ellas, el Gobierno regional cuenta con unas ayudas que supongan un aliciente para los ganaderos que las críen. Se destinan al mantenimiento de razas autóctonas que estén en riesgo de «erosión genética» o en peligro de extinción. Y consisten en el pago de una prima anual por unidad de ganado mayor de hembra reproductora perteneciente a una de estas razas autóctonas amenazadas: hasta un máximo de 300 euros por ejemplar de estas razas: diez tipos de vacas, la cabra del Guadarrama y las ovejas colmenareña o rubia de El Molar. Para este año, informan desde la Consejería de Medio Ambiente, se ha presupuestado una partida de 675.000 euros para estas ayudas.
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Pero a estas subvenciones han de unirse otras de carácter extraordinario, derivadas de la tragedia que el fuego trajo a toda el área de Tres Cantos desde que se iniciaron las llamas, el pasado lunes por la tarde, hasta que se dio por extinguido el incendio a primera hora del miércoles: habrá dinero extra para que los ganaderos puedan reparar los daños provocados por el fuego en sus explotaciones o viviendas y para la contratación de empleados que se destinen a limpiar y reparar las zonas dañadas. También se va a reducir la tarifa del agua durante un año a todos los propietarios afectados, de manera que paguen la tarifa social.
Cabaña diminuta
A Daniel, dueño de las 166 ovejas autóctonas colmenareñas que murieron en este incendio –todas, menos un par de otro ganadero– le van a reponer el rebaño con ejemplares de la misma raza a través del Instituto de Desarrollo Agrario (Imidra). Un cable, este que se echa a los ganaderos afectados, que agradece el presidente de la asociación de criadores de ganado ovino de la raza colmenareña: «Es que es una cabaña tan diminuta... y de una raza en peligro de extinción».
Daniel Santos tenía el lunes por la mañana 315 de estas ovejas tan especiales. «Llevaba unos 15 años con ellas, criando esta raza; tenemos un sentimiento arraigado de la tierra». Son ejemplares «que dedicamos sobre todo a la venta de carne», porque es algo menos productiva dando leche. El día de autos, «en realidad estábamos de vacaciones, porque ahora no teníamos ningún animal recién parido, así que había una persona encargada de ponerles agua y comida, y eso era suficiente». Hasta que llegó el fuego y arrasó con todo.
«Las teníamos divididas en dos lotes: unas estaban en otra zona, y se pudieron salvar; pero a estas 166 las rodeó el fuego». Y fue su final: sobre el terreno quedaban sus cuerpos ennegrecidos e hinchados, en un paisaje de absoluta desolación. «Es que había un pasto muy amplio», ratifica Carlos Colmenarejo, que muestra también su tristeza, por encima de todo, por el hombre que falleció en este incendio, «y que es de lejos lo peor que ha pasado». Pero es que además «se han perdido 166 animales de altísimo valor genético».
Una circunstancia externa, sobrevenida, que supone un obstáculo más en la lucha por mantener viva y pujante esta raza ovina tan especial. «No es tan productiva como otras; por eso la gente no se anima a tenerlas. Pero que se pierda la raza de mi pueblo es una pena». Tras las llamas, llega el momento de intentar reparar los daños y, sobre todo, reponer los ejemplares desaparecidos: «Ovejas de otras clases te las encuentras por todas partes; pero estas, tan escasas, tienen un valor genético tremendo».
Colmenarejo sólo tiene buenas palabras para todos aquellos que les han echado una mano en este trance terrible: «La Comunidad de Madrid se está portando muy bien con las asociaciones; el director general de Ganadería estuvo llamándonos, muy pendiente del ganadero más afectado; es que ha perdido más de la mitad de su rebaño, prácticamente todas las que murieron son de él». Y ese es un golpe duro: «Para un ganadero, el rebaño es su vida, se pasa más tiempo con el ganado que con la familia. Sabe ya uno cuándo te guiñan, cuál es abuela o nieta de cuál otra… Y perderlo todo así, en un instante…».
Batallón de veterinarios
Daniel también se muestra agradecido a las autoridades por las facilidades dadas: «Hasta el jefe del Seprona vino a asesorarnos para poner la denuncia». El presidente de la asociación de las ovejas colmenareñas también alaba al Ayuntamiento de Colmenar Viejo, que «enseguida que hubo fuego, se presentó con maquinaria para intentar apagarlo». Y tiene un reconocimiento especial para «el batallón de veterinarios que envió el Colegio de Madrid, que vinieron gratis y de forma voluntaria, a eutanasiar a las ovejas que estaban carbonizadas pero aún no habían muerto».
Para que incendios así no se repitan, Colmenarejo pide «fijar población en los núcleos rurales; el trabajo de eliminar incendios se hace en invierno, no en agosto». Daniel Santos intenta mirar adelante, aunque el panorama pinte negro: «Además de la pérdida de las ovejas, he perdido los pastos, ¿y qué comen ahora las que me quedan? Con las lluvias tan fuertes de la primavera, tenía pasto para una larga temporada; ahora ya no, todo está devastado».
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