«¡Otro infierno en Barajas!»
Un Boeing-727 con 132 pasajeros se estrella contra un hangar con material radiactivo... Pero sólo es un simulacro
Máxima emergencia en el aeropuerto de Madrid Barajas. Un avión Boeing 727 ha colisionado con un hangar en el que hay material radiactivo. 132 pasajeros viajaban a bordo. Hay decenas de víctimas. Todas las alarmas se han activado. Fuerzas de seguridad, medios sanitarios e incluso el Ejército se vuelcan en las labores de rescate. Se inicia el plan de emergencias en colaboración con otros cinco países europeos.
Barajas vivió ayer una intensa mañana en la que a muchos se les venía a la cabeza el trágico accidente de Spanair de hace dos años. ¡Otro infierno!», gritó alguien. Afortunadamente, todo formaba parte del simulacro de un espectacular accidente con peligro radiológico.
Unos minutos después del choque, los efectivos sanitarios de AENA evacuaban a los primeros heridos del avión. «¿Por qué me tenía que suceder a mí?», gritaba una de las víctimas. La imagen era desoladora dentro y fuera de la aeronave. Primer objetivo: controlar el incendio. El humo hacía imposible acercarse al lugar de la tragedia, pero había que rescatar a los supervivientes. Los equipos médicos del aeropuerto comenzaban a distribuir a los heridos por gravedad. «Traed aquí a los peores», ordenaba un jefe sanitario. Los viajeros que abandonaban el avión se mostraban aturdidos. «¡Sacad a mi madre de ahí!», exclamaba una de las viajeras.
En apenas 15 minutos llegan al lugar del siniestro las dotaciones del Samur y del Summa. El Plan de Emergencias ya había alertado a todas las dotaciones de los efectos de una posible fuga radiactiva. Por ello, todos los equipos que se trasladan a Barajas cuentan con máscaras, guantes, botas y cubiertas de cuerpo para evitar intoxicarse. Cuando todo parecía estar controlado, un operario indica al puesto de mando: «¡Quedan 50 personas en el avión!». Los nervios también están a flor de piel entre los bomberos. «¡Más deprisa, traed las camillas por aquí!», indica uno de ellos a sus compañeros.
Con la llegada de la Guardia Civil, la Policía Nacional y la
Unidad Militar de Emergencias (UME), se establece el dispositivo de seguridad. Los Tedax-NRBQ (Nuclear Radiológico Biológico Químicos) de estos cuerpos montan las bases donde serán tratados los afectados por la posible fuga. Nadie puede acercarse a menos de 40 metros del avión. «¡No se te ocurra pasar esta raya!», indica un agente.
Poco a poco, los heridos que han sobrevivido a la tragedia comienzan a pasar por las «duchas» en las que descontaminarán sus cuerpos ante cualquier infección. En medio del caos, algunos viajeros buscan a los familiares con los que viajaban. «No encuentro a mi hermano por ninguna parte», se lamentaba una turista a un policía. «Si no está aquí, se lo han llevado al Gregorio Marañón», el hospital de referencia para este tipo de emergencias.
Casi cuatro horas después, los últimos vehículos que estaban dentro del perímetro están siendo descontaminados. De lo que ha podido ser una tragedia da muestra el humo que todavía desprenderá el avión durante buena parte de la jornada.
MADRID
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