Trampolín inglés para el Broadway madrileño

Según informa EFE, más de cuatro millones de ciudadanos asistieron a estos montajes en 2023. Es más, en la misma información, el productor Jesús Cimarro confirma que «el musical ha desplazado a parte de la programación del teatro de texto». No es gratuito recordar que el pasado mes de junio la Comunidad de Madrid y la Asociación de Productores y Teatro de Madrid (APTEM) firmaron un convenio con objeto de lanzar una campaña internacional que visibilice la fuerza del musical en la región. El montante, 480.000 euros, está dirigido a diversas campañas de promoción y posicionamiento.

Por ello, la adquisición de SOM produce de ATG Entertainmet conlleva unas derivadas, que, de entrada, refuerzan la cartelera capitalina de cara al menú cultural del los madrileños y lo hace, además, añadiendo ahora los conceptos del gigante del entretenimiento. Actualmente, la firma española SOM Produce, operadora y productora de teatro, vende más de 750.000 entradas al año, lo que la convierte en una de las mayores factorías del sector a nivel global.

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ABC

La pieza lleva más de 25 años en cartel desde su estreno en Broadway

Bajo su gestión están abiertos cuatro teatros del Madrid más céntrico: Nuevo Teatro Alcalá, Teatro Rialto, Teatro Nuevo Apolo, Teatro Calderón además de tener en propiedad el mítico Teatro Amaya. En su haber consta con el mérito de haber subido a las tablas obras como 'Billy Elliot', 'The Book of Mormon', 'West Side Story', 'Cabaret, o 'Priscilla, Reina del Desierto'. Además produce obras dramáticas por el resto de España. Según informan desde SOM Produce, se trata de «llevar más producciones icónicas de Broadway» a la programación de la ciudad. Porque, resaltan, «Madrid es el tercer mercado mundial a nivel mundial en demanda de teatro, solo por detrás del West End y Broadway». En su caso son responsables de 5.237 asientos, y son miembros internacionales de la Broadway League desde 2017.

No hay que olvidar que, según reflejan algunas estadísticas, las productoras más punteras pueden sacar a la venta más de 1.000.000 de localidades cada año. Con el impacto directo e indirecto que se genera en el sector. Marcos Cámara, CEO de la empresa refiere a ABC cómo debe afrontar el madrileño este cambio de paradigma en el panorama teatral. A su juicio, el espectador debe reconocer «el grado de madurez del trabajo», algo que es un «claro signo de la evolución». Y que con el paraguas de la «mayor productora del mundo», se verán pronto los frutos en la mejora de los espacios, las producciones, y el reto de lograr que «la experiencia del público sea más completa». De ahí, subraya, que este año se suba a las tablas 'Wicked', después de triunfar en Broadway y el West End. 'Wicked' como cabeza de lanza de una ristra de producciones de la que han podido disfrutar en otros lugares del mundo.

Según los términos del acuerdo, y en palabras ATG, se «trata de una emocionante oportunidad» para, en un contexto de «excelente encaje cultural», mostrar «contenido de teatro de calidad en espacios emblemáticos». No es ocioso recordar que este sello presenta más de 15.000 actuaciones en vivo cada año, incluyendo títulos como 'Moulin Rouge', 'Harry Potter y el niño maldito' o 'Starlight Express'. El acuerdo, refiere Marcos Cámara, refuerza el hecho de «que Madrid está en condiciones de competir por el tercer puesto mundial como ciudad de referencia para el teatro musical».

De la adquisición sale, como resultado, otra lectura no menos importante. Se beneficiarán, arguye Cámara, «todos los espectadores. La entrada de ATG Entertainment incrementará la oferta de contenidos, y, si hay suerte, de espacios. Cuanta más oferta exista, más posibilidades para el espectador».

En realidad, esta operación viene a confirmar la continua edad de oro que vive el musical de Madrid. Un producto cuya puesta en escena es ominoso, los musicales, por media, tienen un coste aproximado de 350.000 euros, pero que es amortizado por la inagotable respuesta del público, y las temporadas consecutivas que obras de renombre están en cartel. Al madrileño, pues, se le abre un abanico ya de por sí diverso.