Cuando el Metro abría hasta las 2 de la madrugada o toda la noche en Semana Santa
Historias capitales
Los billetes de primera y segunda o la primera vez que la red salió del término municipal, en los años 20 del siglo pasado
El paso elevado de Atocha que un taxista castizo bautizó como el 'scalextric'
Entrada de Metro en Gran Vía, con el templete de Palacios, en el año 1920
Antonio Díaz Cañabate escribía en 1949 en ABC un sentido artículo en el que auguraba la «desaparición» de la noche madrileña por culpa de los horarios del Metro. Porque «no se le puede llamar noche a eso que termina a la una y media de ... la madrugada». Y el caso es que el Metro ha estado muy vinculado a los noctámbulos y trasnochadores, al igual que al Madrid que madruga. Y en su larga vida, ha vivido diferentes situaciones relacionadas con sus horarios.
El 31 de octubre de 1917, cuando Metro abrió al público -unos pocos días después de su inauguración oficial-, los trenes iban y volvían entre Sol y Cuatro Caminos, sin hacer paradas intermedias. El primero salió a las 6.30 de la mañana de Cuatro Caminos, y de Sol a las 6.42. Hizo 56.220 viajes esa jornada. El último ese día partió de Sol a las 2 de la madrugada. Fue algo temporal: en pocos días se regularizó y la entrada de la gente finalizaba a la 1.30 de la madrugada. El que no hubiera entrado para entonces, se quedaba en tierra.
Luis María González, experto en Metro y responsable de Andén Cero, explica que en general, los horarios del suburbano se mantuvieron sin variaciones, excepto por circunstancias excepcionales: durante la Guerra Civil, por motivos de seguridad, había que apagar las luces para evitar que los aviones las vieran; y también había cortes en función del suministro de energía.
El 20 de julio de 1970, la hora de apertura se adelanta de las 6.30 a las 6 de la mañana. Ese día desaparecen también los billetes combinados de Metro-Suburbano a Carabanchel: había un control en Plaza de España con una valla y la necesidad de cambiar de billete. A partir de ese día, con el mismo se puede viajar en ambos medios.
Ha habido casos particulares y fuera de norma: desde el 13 de enero de 1987, se abre la línea 6 entre Cuatro Caminos y Ciudad Universitaria, pero a las 22.30 de la noche se cerraba esta última estación. «No había forma de estacionar los trenes, así que se cerraba y se quedaban allí aparcados», explica González. Así siguió hasta 1995, en que se prolongó la línea.
También el Metro a Arganda -concesionado por Transportes Ferroviarios de Madrid-, desde que se inaugura el 7 de abril de 1999, sólo daba servicio hasta las 12 de la noche. Sólo desde enero de 2019 se normaliza en horarios.
El problema de aparcar los trenes lo vivió también la línea L7, cuando se inauguró en 1999: los convoyes sólo llegaban hasta la estación de Lacoma, pero no a Pitis. Así siguió hasta el 1 de mayo de 2017.
Y aunque hayamos visto el Metro abierto toda la noche en el fin de semana de las fiestas del Orgullo de 2017, hay precedentes de que esto ocurrió ya antes: el experto de Andén Cero explica que Metro ya abrió alguna noche de Sábado Santo, durante toda la noche, para facilitar que la gente desplazada a las procesiones que recorren esa madrugada Madrid pudieran regresar a sus domicilios.
Otro día sonado en Metro fue el 1 de mayo de 1931, cuando el Metro no abrió por ser el Día del Trabajo. Una decisión que se quiso aplicar por las bravas otros años, cuando parte del personal no fue a trabajar alegando ese mismo motivo, «y les costó el despido».
Billetes de primera
El Metro, cuando comenzó a rodar, costaba 15 céntimos. Había billetes de primera y de segunda clase, y de hecho existen registros de que en 1917, desde que abrió por primera vez hasta diciembre, se vendieron seis billetes de primera, que costaban algo más, 20 céntimos. No estaban en diferentes coches ni eran más cómodos; simplemente, el billete de primera te garantizaba el asiento. Había una separación en el centro del tren, con una mampara móvil de madera, y 24 asientos por coche.
MÁS INFORMACIÓN
MÁS INFORMACIÓN
La razón por la cual el Metro se llevó a Cuatro Caminos en sus inicios era de orden práctico: se buscaba un medio de comunicación que permitiera el desplazamiento de los obreros, que vivían en esa zona. Una vez en Sol, podían acceder a la red de tranvías para llegar a su lugar de trabajo. Y ese mismo motivo condujo a la primera ampliación, hacia Atocha, para conectar con la estación de ferrocarril de Mediodía. En 1923 se llevó hasta Vallecas, que entonces era un municipio diferente a Madrid, y allí también había muchos trabajadores. De hecho, aquella fue la primera vez en la historia de la compañía en que la red salió fuera del término municipal madrileño. Y vuelve a salir cuando llega, en 1929, a Tetuán: era el ayuntamiento de Chamartín de la Rosa.
Ver comentarios