Las mascotas son bienvenidas en el Zendal
Una nueva experiencia de humanización que acaba de estrenarse permite a los pacientes que lleven más de un mes de ingreso en el centro recibir la visita de sus perros
Madrid
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Iniciar sesiónMatías está nervioso, y se le nota. Una caída acompañada de rotura de cadera y fémur le ha anclado a la silla de ruedas en la Unidad de Rehabilitación Integral del Hospital Enfermera Isabel Zendal, donde lleva casi un mes recuperándose. Y lo ... que queda. Durante este tiempo, ha echado mucho de menos a su familia –que le visita periódicamente–, pero sobre todo a su pequeño yorkshire, Coque, un revoleras que estaba todo el día con él y cuya ausencia le está pesando ya. «Me mandan fotos de vez en cuando, pero no lo he visto en todo este tiempo», lamenta. Por eso, no deja de mirar hacia el exterior del hospital, buscando con la mirada a ese otro miembro de la familia de cuatro patas.
Viene, correteando alegre sobre el asfalto, aún ajeno a quien sale ya, accionando las ruedas de su silla hasta las puertas del centro hospitalario y comienza a llamar su atención. «¡Oye, chico, Coque! ¡Oye, bonito!», le reclama. Cuando el perro se da cuenta, echa a correr a todo lo que dan sus piernas y la correa que lo sujeta. Y cuando llega a su lado, salta a su regazo con agilidad y comienza un festival de lametones, que se mezclan con las risas de Matías.
Área reservada
La iniciativa acaba de ponerse en marcha en el Hospital Zendal, y permite las visitas de las mascotas de las personas internadas. Es, explica la responsable de Enfermería del centro, Isabel García, una iniciativa del servicio de Humanización, que copia a otros hospitales: un área reservada para perros en la parte exterior, acotada, con una sombrilla, una mesa y varias sillas blancas.
«Se hace con los pacientes con perros, porque éstas son las mascotas que más interaccionan con sus dueños«, dice. No se ha planteado aún con otros animales, como gatos o especies exóticas que se han puesto de moda. Ni siquiera es válido para todos los canes: los de razas potencialmente peligrosas tampoco son, en principio, recibidos, aunque todo se puede estudiar.
«La idea es ayudar al paciente para que se adapte al ambiente hospitalario. Se ha comprobado que ayuda a eliminar el estrés que tienen los ingresados por la hospitalización«, asegura. La medida se destina en especial a aquellas personas »que llevan más de 30 días hospitalizadas, o los que son pacientes neurológicos o más mayores«. Ver a sus perros, poder estar un rato jugando con ellos, »favorece la rehabilitación; emocionalmente, están más contentos«.
Las terapias perrunas son viejas conocidas del personal sanitario. Y no es nada nuevo: aparece ya en el clásico del gremio 'Notas sobre enfermería: qué es y qué no es', escrito por Florence Nightingale en el siglo XIX: «Ella decía que el trato del paciente con la mascota mejora la interacción del paciente con el medio hospitalario».
A la hora de plantear esta medida en el Zendal, explica Isabel García, «pensamos qué tipo de mascotas podrían traer: los perros es lo ideal». Su presencia «mejora la comunicación del paciente, al disminuir la sensación de soledad y la ansiedad«. Y las caricias y pequeños paseos con el perro »ayudan a recuperar las destrezas físicas del paciente, además de provocarle relajación emocional y disminuir su sensación de soledad«.
Inyección de moral
Cuando la jefa de Enfermería planteó esta iniciativa, «tuvo muy buena acogida, tanto por el resto de profesionales como por parte de la gerencia». Para ponerlo en marcha, primero negociaron «la visita con el paciente; sólo una mascota» y siempre animales que por su carácter no alteren al resto de pacientes, aunque el espacio donde los ven está fuera de los muros del hospital. Ya han recibido varias solicitudes de algunos de los 62 internos con que cuenta ahora la Unidad de Rehabilitación Integral del Zendal, una vez que Coque ha abierto la veda.
Para Matías, ha sido una inyección de moral: «Llevo en el Zendal desde el 31 de agosto; el 17 me caí y el 19 me operaron. Como tengo polio, me está costando más recuperarme». Y eso que antes se las «apañaba muy bien solo; caminaba por la calle tranquilamente con muleta, y por casa sin ella. Ahora, aún no puedo levantarme de la silla».
Coque no para, corretea en torno a él o se sube de un salto a sus piernas. Pendiente de su dueño y también de la cámara de fotos que inmortaliza el encuentro. A sus 63 años, Matías dice que es «de los más jóvenes de aquí». Se queja de la comida del hospital –«zanahorias todos los días»–, y pide más elementos de rehabilitación, como bicicletas, y más personal, «y que les paguen más», reclama. Coque, cuenta la hija de Matías, nace de la mezcla de los nombres de dos perros que tuvo antes la familia, Como tú y Duque. Sin dejar de acariciar ni un momento a su mascota, se despide repitiendo sus reivindicaciones: «No te olvides de decirlo».
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