Mariví Ibarrola: «Mi cámara fue el salvoconducto para sumergirme en lo más íntimo de la Movida»

«Una de ellas es la que les hice al periodista Gonzalo Garrido y Nick Lowe, que actuó en el Astoria del paseo de Extremadura, los dos abrazados», dice su autora Mariví Ibarrola, una de las principales documentalistas de la efervescencia y artística del Madrid de aquella época, y cuyo trabajo ha ilustrado publicaciones de 'Rock Espezial', 'Ruta 66', 'Muskaria', 'Rockdelux', 'Diario Vasco', 'Diario 16', 'Interviú', 'Madrid Me Mata', 'Tintimán' y multitud de fanzines.

«También hay una imagen inédita del rodaje de 'Sufre mamón' de los Hombres G, que la tenía positivada pero no la había mostrado nunca; otra de Nina Hagen que sí que había paseado por ahí pero que se ha visto poco... hay joyas muy bonitas».

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Esta exposición, cuyo título procede de su primer libro de fotografías, se construye en torno a los fondos de su archivo fotográfico y recoge algunos de los principales hitos de la escena musical de aquella época, desde las noches del Rock-Ola hasta el plató de La Edad de Oro o el último concierto de Eduardo Benavente con Parálisis Permanente, pasando por diferentes momentos de las carreras de Antonio Vega, Radio Futura, Alaska, Loquillo,Los Secretos, Gabinete Caligari, Siniestro Total, Glutamato Ye-Yé, La Frontera, Aviador Dro o Los Pistones, artistas que también pasaron por el objetivo de una joven que empezó a documentar el incipiente fenómeno cultural la noche del concierto de Derribos Arias en la Escuela de Caminos.

«Esa fue la primera noche que salí con la cámara, y ese mismo día, en el desaparecido Teatro Lavapiés, cubrí un evento de Manolo Tena en el que presentaba Alarma», recuerda. Usaba la cámara «para sumergirme en lo más íntimo de la Movida».

Sabiendo que sería una de las poquísimas mujeres fotorreporteras del momento, Mariví recopiló miles de imágenes que documentan no solo la estética y la actitud punk/rock, sino que narran gráficamente más de medio centenar de historias protagonizadas por personajes nacionales e internacionales, retratados en horario nocturno, en el escenario, en la música, en el baño, en grupo, ante el espejo, solos o en las manifestaciones sociales con las que el movimiento se identificó.

Y es que a pesar del revisionismo que circunscribe el fenómeno a un reducido y elitista grupo de artistas de familias bien que se hacían los punkis, la Movida fue todo lo heterogénea que pudo ser.

«Estuve donde estaba la acción», dice Mariví, con su propia mirada «igual que la tenían Menchu Redondo, Ouka Lele, Miguel Trillo, Marisa Flórez o García Alix» y entendió que «dependiendo de quién intentase apropiarse del relato, la Movida era una cosa u otra».

Consciente de que es prácticamente la última superviviente de una generación de reporteras que asistieron en primera persona a una etapa única del pop en España, Mariví tiene ahora otro proyecto por delante: exponer a lo grande un tiempo, un país.