Antonio Nieto: «El mar de Madrid lo tenemos arriba. El mar de Madrid es su cielo»

Su proyecto de performances en los cementerios de España, uniendo música, literatura, danza y arte dramático en esos lugares que, según da a entender, son más de encuentro que de despedidas. Al dicho de Mariano José de Larra de que escribir en Madrid supone, indefectiblemente, llorar él niega la mayor porque el «dolor y la alegría van unidos», y en su búsqueda está el esfuerzo de encontrar la alegría en la ciudad.

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Como un Gómez de la Serna moderno, y más urbano, hasta los semáforos cobran vida; y aunque les tenga un poco de ojeriza, al final acaba encontrando en ellos la inspiración. Y la inspiración es una de las potencias del alma, y el alma de la ciudad, según confesión propia, son «sus ciudadanos». Y lo dice alguien que, amén de vate, ha sido el encargado de grandes producciones, como 'Carmina Burana'. No sólo eso, ya en un lejano 1991 creó un espectáculo de video y demás en el Reina Sofía intitulado 'Primera hoguera para el arte. Noche de San Juan'.

— A un gallego, poeta, tan relacionado con lo atávico, con las ánimas, hay que pedirle una reflexión sobre el espíritu de Madrid.

— Madrid tiene alma porque nosotros somos el alma de Madrid. Sus ciudadanos.

MUY PERSONAL

• LUGAR Y FECHA DE NACIMIENTO Verín, Orense, 21 de octubre de 1955.
• CUÁNDO LLEGÓ A MADRID En 1973.
• SU RINCÓN FAVORITO El Sandos, en la plaza del Dos de Mayo.
• QUÉ NO LE GUSTA Los semáforos. Y las leyes.

— Y del alma al cielo, hábleme del cielo de Madrid. Póngase metafísico si quiere.

— Bueno, dicen que Madrid no tiene playa. Decían algunos, que no tiene mar. Es mentira. Yo paseo casi todos los días por el mar. Por el paseo marítimo, que es la calle Fuencarral, arriba y abajo, y a veces incluso por el puerto de Quevedo. La vuelta al puerto y tal, porque Madrid, el mar, en muchas ocasiones, a diario, lo tenemos arriba. El cielo de Madrid es el mar.

— No había caído en eso. Ha mentado los paseos de Madrid. Imagino que le serán, aparte de gratos, surtidores de metáforas.

—Yo voy por Madrid, a veces empiezo algo en casa. Una palabra que me surge o que escucho en la radio, en la televisión, cualquier cosa. Y cuando voy por la calle, pues de repente oigo a una persona que dice no sé qué cosa. O veo un cartel que dice no sé qué, o incluso un semáforo. Todas esas cosas de repente me dan luz para poner cuerpo a aquello que estaba yo elucubrando o que me estaba llegando de algún modo pero que no acababa de darle forma. Y todas esas cosas me llegan. Es decir, a mí me habla la ciudad.

—¿Le habla la ciudad?

—Me habla la ciudad.

—Y también los semáforos, que ha confesado en el cuestionario previo que le disgustan. ¿Sería capaz de hacerle un poema un semáforo madrileño?

—Ahora cuando venía, que había quedado contigo, estaba esperando el semáforo y tardaba un poquito y le dije «oye joven, haz el favor». Automáticamente se puso en verde. Yo hablo con ellos.

—Ya, en un tono más prosaico, hay que referirse a la cultura de Madrid. Su negociado.

— Madrid le presta atención a la cultura. Es una cuestión de número. Luego hay que decir que, en general, en este país, la cultura siempre está en último término. Para rellenar el currículum del político de turno.

—Antes de volver a más profundidades, recuerde, por favor, sus primeros momentos en esta ciudad.

—Vine, como te he dicho, en el año 1973, con un amigo que ya no está. Luego, en octubre de ese mismo año llegué y hasta ahora.

—¿Escribir en Madrid es llorar?

— Pienso que el dolor y la alegría van muy unidos y en Madrid, cuando van unidos, yo busco la alegría de la ciudad.

—Volvamos a ponernos estupendo, que se decía en 'Luces de Bohemia'. Usted ha realizado numerosas performances en cementerios. Explique.

—Sí, he creado el ritual contrario a las agujas del reloj, que he hecho por cementerios, con soprano, barítono, pianista, una actriz, una bailarina y yo mismo. Es un ritual que dura una hora aproximadamente, alrededor de 60 minutos, y que es, yo lo digo siempre, no es un funeral, es una celebración y no es una despedida, sino un reencuentro. Nosotros celebramos la unidad de la vida. Entonces vamos al cementerio donde reposan, en la eternidad del silencio, los que hoy son invisibles, pero que de algún modo forman parte de nosotros. Porque están en nuestras emociones, en nuestras lágrimas, que decía antes, en nuestras risas. Y entonces lo celebramos esa unidad de lo vivo, entre lo invisible y entre los que estamos aquí.

—¿Tiene previsto algo similar en Madrid?

—No en Madrid no.

—Pero algún sitio habrá que se preste en esta ciudad.

—Hombre, aquí podríamos hacerlo en la Almudena o en alguno de los otros cementerios que hay por Madrid, que hay unos cuantos

—La Sacramental, por ejemplo...

—Sí, sí, en San Justo, mismamente. Es una experiencia que la gente agradecería mucho.