Luz verde para acabar con el islote maldito de Bravo Murillo
Una promotora quiere tirar el edificio en ruinas y protegido, que estuvo okupado, para levantar un bloque de pisos. El inmueble, justifican, «tiene un bajo valor arquitectónico, está en mal estado y es imposible integrar su fachada»
Un islote centenario, ruinoso y asediado por okupas
Si no fuera por la red verde de obra que cubre la fachada, nada haría pensar que el aislado y ruinoso edificio de Bravo Murillo, 336, en pleno corazón de Tetuán, tiene los días contados. «En su día pusieron un cartel anunciando que iban a ... hacer pisos de lujo, pero luego desapareció. Después dijeron que habían llegado a un acuerdo para tirarlo, pero estaban pendientes de un informe por la protección del edificio. Y desde hace un año nadie ha hecho nada. Ni parece que tengan intención de hacerlo», lamenta uno de los vecinos de un bloque cercano, que lleva años viviendo la lenta agonía del inmueble. Sin embargo, la burocracia sigue su curso y va dando pasos hacia delante para desbloquear la operación que permita hacer realidad en esta pequeña manzana la construcción de un bloque residencial con capacidad para albergar, al menos en primer proyecto, 33 viviendas, trasteros, garajes, locales y piscina.
El pasado mes de marzo, la Junta de Gobierno municipal aprobó un Plan Especial promovido por Guindalera Inversiones S.L. (que comparte a su vez administrador único con Nidom Homes, promotora de los pisos) que tenía como objeto agrupar las fincas urbanísticas situadas en la calle de Bravo Murillo, 334, 336, 338 y la calle de Amalia, 3. Este procedimiento, que estuvo en información pública hasta el 12 de mayo, era necesario para poder actuar sobre estas parcelas, ya que además de no estar agrupadas a nivel urbanístico, en una de ellas aún permanece en pie un edificio incluido en el Catálogo General de Edificios Protegidos con nivel de protección 3, el más bajo de los existentes, que se da «cuando se protegen los valores de la fachada por su integración en el ambiente de la ciudad, como elemento que contribuye a la comprensión global del paisaje urbano, pero no precisa necesariamente su mantenimiento», explican desde el consistorio. Además, tampoco fue incluido en la reciente ampliación del catálogo municipal de arquitectura popular neomudéjar del año 2022, «puesto que carece de valor arquitectónico».
Esta construcción, apenas ya un islote en el número 336 rodeado de tres solares, se edificó en 1910. Aunque su fachada tiene un aspecto señorial, sigue la estructura de las viejas corralas, con una fachada de apenas ocho metros que da a la calle y una galería con viviendas exteriores e interiores.
En la planta baja, repasa la documentación del Plan Especial, alberga una tienda y tres cuartos habitables (uno exterior y dos interiores). El piso principal (hoy el primero y segundo) cuenta con cinco cuartos, uno exterior y 4 interiores y otra pequeña edificación de una sola planta. Hasta 2008, en las tres plantas de la parte frontal de la parcela se encontraba la tienda de mobiliario de cocina y baño Martínez, cuyo viejo rótulo, que sobresale sobre un mar de viejos carteles pegados sobre el cierre, se mantiene aún visible en la transitada arteria de Tetuán.
El aislamiento
La lenta agonía de este edificio comenzó, casi por vecindad, en 2015, cuando en pleno verano se derrumbó parcialmente el bloque cuyo portal daba al número 1 de la Calle Amalia, que contaba con cinco alturas y doce hogares en el que vivían más de cuarenta vecinos. El origen de este desplome, determinaron entonces los técnicos, fue una ampliación de dos alturas que se realizó en 1958 y que afectó a uno de los muros de carga, lo que debilitó poco a poco toda la estructura. Los inquilinos del edificio contiguo, casi todos alquilados, contaron los vecinos a ABC el año pasado, acabaron marchándose por miedo a que su inmueble sufriera afecciones similares. En 2018, concluyó la demolición del bloque parcialmente derrumbado, y quedó a la vista la estructura de la antigua corrala, ya desértica.
Durante la pandemia, desapareció también del callejero la edificación del otro lado, de estilo neomudéjar popular, que fue remodelada para añadirle, en su primer piso, unas cristaleras.
Con el edificio vacío y asilado, comenzaron los problemas y las okupaciones. Pero el estado de ruina del lugar, con innumerables roturas y desprendimientos, el patio convertido en una escombrera y un basurero y las paredes grafiteadas, obligó a las autoridades, en febrero del año pasado, a desalojar a los improvisados inquilinos, una quincena de jóvenes, de muy corta edad, Desde el 10 de junio, el edificio tiene abierto un expediente de «declaración de ruina física inminente», debido a su mal estado y a que ha estado okupada durante un periodo de tiempo», explica el expediente de Bravo Murillo. 334.
El consistorio solicitó entonces a los propietarios adoptar una serie de medidas para garantizar la seguridad del perímetro: reponer las vallas metálicas que rodean el inmueble y la puerta de la calle de Amalia «para evitar accesos incontrolados», cerrar los huecos abiertos de la edificación y asegurar los elementos de chapado de la fachada principal y la marquesina, entre otros. Los vecinos confirman que desde que vetaron estos accesos «y tiraron una pequeña columna que usaban para trepar», no han tenido más problemas. Más allá, claro, de continuar viviendo con vistas a dos solares y una semirruina.
Laberinto burocrático
Además de realizar estos retoques necesarios para que no se produjera otra desgracia, la empresa propietaria de las parcelas solicitó una primera licencia de obra nueva en 2021 y una segunda en 2023. Durante la tramitación del expediente, la Gerencia de Urbanismo le pidió consultar a Patrimonio si era viable, dado su grado de protección, demoler este edificio ruinoso y protegido, dando así vía libre a la agrupación urbanística necesaria. La intención de la promotora es borrarlo del callejero dado «su mal estado, su bajo valor arquitectónico y la imposibilidad de integración de su fachada en el conjunto edificatorio del solar por su escala respecto al volumen autorizado en la zona», justificaban en el Plan Especial. Este organismo la declaró viable, pues en el caso de la protección ambiental ni siquiera es necesario mantener la fachada.
Eso sí, la parcela resultante deberá tener el mismo grado 3 de protección. Desde la Asociación de Vecinos Cuatro Caminos-Tetuán reconocen que les hubiera gustado, «por conservar el patrimonio paisajístico», haber podido salvar la fachada, aunque son conscientes también de que la ruina del edificio no les da muchas alternativas.

Las autoridades urbanísticas también exigieron, para poder agrupar las parcelas, tramitar un Plan Especial que deberá, además, aprobarse en el Pleno. La finca resultante de unir el número 334, 336, 338 de Bravo Murillo y Amalia, 3 tendrá 834 metros cuadrados, pero «no aumentará su edificabilidad ni el número viviendas», subrayan fuentes del área de Urbanismo, Medio Ambiente y Movilidad.
Desde Engel & Völkers, que comenzó a comercializar este proyecto de viviendas de primeras calidades con zonas comunes, jardín, piscina exterior, gimnasio, 'coworking' y gastroteca, anunciaba Nidom, no tienen constancia de que el proyecto se haya reactivado. Y de hecho, sospechan que habrá que retocarlo. La promotora, por su parte, que ha eliminado la promoción de su web, no ha respondido a las preguntas de este diario.
Pese al «follón de las obras», los que viven puerta a puerta con este islote celebran que su construcción, al fin, «revalorizará la calle, el barrio y todo», admiten. En Cuzco-Castillejos el metro cuadrado ronda ya los 6.058 euros, un 10,4% más que el año anterior. Toca que este esquinazo les dé buenas noticias.
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