La literatura no solo está en el parque del Buen Retiro
Tres librerías y diez editores proponen 'Libros sin feria', un evento paralelo que les permite y les anima a reeditar y a volver a estar con autores
El sector que se sobrepuso y se reinventó a pesar de la pandemia
La cultura siempre se abre paso con modestia y ambición. Siempre. Cultura semánticamente equivale a una forma de vida. Pasa en los festivales de cine más campanudos y en las ferias taurinas. O hay un espontáneo que salta con una chaquetilla como capote o ... un ciclo paralelo de proyecciones de arte y ensayo que complementan al acto principal y hasta lo reavivan. La cultura no es ni puede ser acaparadora, sino surtidora. Por eso mismo, a la Feria del Libro del Retiro le ha salido una iniciativa entre paralela y complementaria: 'Libros sin feria', que es la unión de diez editoriales independientes y tres librerías que sabiendo las dificultades de mantener una caseta en El Retiro han decidido proponer un recorrido donde el editor sea el protagonista. El mismo que brega con el autor, la corrección, la maqueta y hasta la distribución.
Si ya la literatura es una cuestión vocacional, la labor del editor o del librero tiene algo de pasado combativo, de hormigas blancas en los anaqueles más una resistencia a prueba de bombas. La fe en la palabra impresa.
Aunque en esto de 'Libros sin feria' hay que ir por partes y contar una historia de casualidades y oportunidades. Situémonos en Parque de las Avenidas, en la librería Polifemo, arriba librería de barrio, abajo especializada en Historia.
En ambas plantas se percibe el empeño del director de la editora anexa, Ramón Alba, uno de los clásicos del Retiro y que este año de tormentas no ha estado presente. Suya fue la idea de prestar atención, oído y ojo a quienes por circunstancias 'X' no pueden estar en el evento por antonomasia de la primavera lectora en Madrid. Y tomar nota.
Resulta enternecedor que una iniciativa así se haya consolidado en su primera edición casi como de improviso, algo que ha encontrado con el pie cambiado a muchos. Ramón Alba, con los escaparates modificados a a propósito y con el cartel de los 'Libros sin feria' bien visible, comenta que pasadas las firmas y las pompas «las editoriales más modestas no tienen posibilidad de exhibir su fondo».
El fondo es ese lugar donde duermen joyas como dormía el arpa de Bécquer. Y las joyas, al menos en la mañana de Parque de las Avenidas, están abiertas al público, que intuye que por el escaparatismo y que por las presentaciones de libros tan seguidas no está ante algo habitual. Ramón, entre los no 'elegidos' para el paseo de Carruajes, entre quienes o no pueden o no quieren cumplir los requisitos de la Feria, se decidió y llamó a «diez editoriales» para paliar en parte ese «magma de malestar» que es inherente a todo gran evento.
Alba, sabio activo, intelectual en gerundio, se puso en contacto con su amigo Santiago Palacios, de las dos librerías Libros sin Tarima, y así, entre las tres, ofrecieron ese calor y esa exhibición a quienes de otra manera hubieran pasado desapercibidos en el mes más literario. Sabe Ramón Alba sus razones; acaso las que cuenta son del orden del veterano editor y librero que ha ido al Retiro muchos años con un «catálogo específico»; unos años dedicado a Carlos III y la Ilustración y otros a los gabinetes de curiosidades. Ciencia y Humanismo, que ellos no separan, sino que difunden mezclando ciencias y letras, que de las dos vive el hombre.
Resulta que la iniciativa de Ramón Alba y de Santiago Palacios, en la mañana ya de junio, sigue congregando a gente de siempre y de nunca frente al escaparate de Polifemo. Editoriales nunca oídas se dan a conocer, se organizan charlas y firmas y así van «alcanzando un eco» que no esperaban. Tanto que a algunos editores no les ha dado tiempo a imprimir un catálogo ex profeso y han tenido que tirar de planchas para recuperar obras ya agotadas. Y hay más. Toda una programación que trasciende a la firma y al pellizco de monjas del escritor de turno; un verdadero programa cultural con el libro como protagonista.
Autores desconocidos
Ramón Alba afirma, y esto es una constante, que no «van contra nadie, sino a favor de las editoriales». Su compañera Feli se complace de que el público encuentre «autores desconocidos» por el mero hecho de que le cedan a las pequeñas editoras un mostrador, un escaparate, un campo visual en suma. Feli también conoce de años la Feria (la Reina Letizia los visitó en 2022) y propone que las firmas menos literarias y de mayor asistencia tengan un lugar cerca, pero que no interrumpan al paseante y a lector de verdad. Feli y Ramón se evitarán el tormentazo y la paliza «de desmontar la caseta» que es una tarea ingrata como pocas. Siguen llegando vecinos que en la marabunta de las editoriales independientes pueden indagar en Filosofía o incluso en Fernando Pessoa y sus heterónimos.
Libros sin Feria genera además un sujeto pasivo, feliz y beneficiado. El de los pequeños editores. Carlos García Santacecilia, de LibrosDeFronteraD, es claro en el asunto de este complemento intelectual al necesario paseo por el Retiro: «Somos diez editoriales con motivaciones distintas, con características distintas. La iniciativa surgió de Polifemo y Sin Tarima, de ellos fue la preocupación de que las pequeñas editoriales tuviéramos un hueco. Y esto no sólo nos permite multiplicar actividades, mostrar nuestros fondos, sino ponernos también un poco al día». En eso coincide su compañero Feliciano Novoa Portela, que siendo funcionario del Cuerpo de Museos, cuando le llegó la hora de la jubilación, optó por montar una editorial, La Umbría y la Solana. Una afición, la de editar, como cualquier otra. Lleva seis años pero es «como si llevara toda la vida entre códices», asegura con sorna profesoral este medievalista que no esconde su pasión por la literatura portuguesa, esa «tan cercana que desconocemos» y a la que él da justificada salida.
Oferta literaria
Feliciano valora esto de 'Libros sin feria' como algo novedoso y un paso más allá de la mesa de novedades y el guirigay de estar al aire libro. El libro expuesto en una librería en concreto queda en la retina del lector.
Santiago Palacios, presente este año en el Retiro, hombre de tradición «libertaria», de los que vendían libros en el Rastro para autofinanciarse, entiende que aunque desconozca completamente los «intríngulis» de la feria, que fluctúan y varían, él, otra de las almas madres de este acontecimiento, intuye que «es bueno que el fondo de las editoriales más pequeñas» se oxigene y «que los sellos que no puedan estar en Madrid» 'estén' de una u otra manera. Presentes y vivos.
MÁS INFORMACIÓN
Si en algo insisten a cada momento los organizadores es en el hecho de que su proyecto no es una reacción perversa ni una venganza, pese a que la Feria del Libro de Madrid, como todo suceso magno, traiga de forma implícita sus agraciados y sus víctimas. En última instancia son dos actividades simultáneas, paralelas que abren el abanico al lector y a quien publica en lo reducido con empecinamiento y paciencia. Se trata de rescatar «títulos y escritores» con los que «sería imposible tener otra interrelación más cercana» por una mera cuestión de recursos, de espacio y de oportunidad.
Hasta el 30 de junio hay espacio en Madrid para que el libro hable, sude, se empape y se se seque por sí mismo. Es, como repiten, la alternancia cultural que permiten un evento (la feria) y una ciudad (Madrid) volcada a la literatura y a sus derivados.
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