El libro de difuntos de 1681 robado que llegó a Moldavia y viajó de vuelta a Cobeña
Un ciudadano alemán encontró en un mercadillo un libro de difuntos que había sido robado en Cobeña. No se lo pensó: tomó un avión y devolvió el ejemplar
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Madrid
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Iniciar sesiónSi no fuera la pura verdad, podría ser el guion de una película: un libro con casi 350 años robado y perdido hace décadas, un coleccionista alemán que se topa con él en un mercadillo de Moldavia, y que no duda en viajar los 3. ... 574 kilómetros de distancia hasta Madrid para devolver el ejemplar. El ojo de experto de Anthony, como se llama este ciudadano ejemplar, rápidamente se percató del valor del volumen, un antiguo libro de difuntos de la parroquia de Cobeña, en el que se recogían los nombres de los fallecidos y también los testamentos que dejaban.
A Juan Antonio Martínez, párroco de la iglesia de Cobeña, aún le dura el asombro por lo sucedido. «Desde el Concilio de Trento, en el siglo XVI, se da orden de que las iglesias tengan y custodien libros sacramentales, donde dejar registro de los nacimientos, los bautizos, las defunciones...», explica. Por entonces, muchas veces los cementerios estaban en los templos, y llevar este registro «permitía también de alguna manera ordenar el cementerio».
El actual archivo de la iglesia de Cobeña vio cómo desaparecía gran parte de su contenido durante la Guerra Civil. Este libro de difuntos, sin embargo, superó aquel obstáculo, pero no pudo luego con los ladrones. «El párroco anterior me contó que el ejemplar había sido robado hace más de 20 años», señala Martínez. Entonces, el robo se denunció a la Guardia Civil, «y ahora les hemos notificado también que se ha recuperado».
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Un día, el párroco –que también es profesor– estaba dando clase en su colegio cuando recibió una llamada. En ella, un hombre, con marcado acento alemán y «en un malísimo español, me decía algo de un 'libro de muertos'», pero yo no terminaba de entenderle; era todo muy confuso y yo pensaba que era una broma».
Quiso la suerte que pasara junto al caballero teutón una vecina de Cobeña, «Jessica, que me hizo de traductora»: le preguntó al señor si estaba hablando con el párroco, que es lo que dedujo de sus palabras, y le puso al corriente de lo que pasaba: el señor estaba en la puerta de la iglesia de la localidad madrileña esperándole para devolverle el libro.
Fue así como el párroco averiguó lo que pasaba: Anthony, el alemán, es un hombre en sus 60 años coleccionista de libros antiguos, que rebuscando en uno de los muchos mercadillos que frecuentaba, en aquella ocasión en Moldavia, encontró este ejemplar y le llamó la atención. Tras revisarlo, lo compró. Y viéndolo más despacio, se dio cuenta de su valía: de dónde provenía, qué significaba y cuál era su importancia histórica. Entonces fue cuando se decidió a retornarlo al lugar de donde había salido.
«Tony, como le llamo yo, porque nos hemos hecho amigos, estaba ese día en Cobeña, aguardándome con el libro a la puerta de la iglesia. Se había cogido un avión y se había presentado allí sin avisar ni nada. Yo estaba dando clase en Madrid, y no podía marcharme; le dije que iba a tardar aún varias horas, y me contestó: 'Yo espero'», prosigue su historia Juan Antonio Martínez. «Pero si son las 10 de la mañana...», le dije, pero no le importaba, me aseguró que comería allí y esperaría.
Cuando llegó a su parroquia, Tony aguardaba, tal y como le había prometido, con el libro entre sus manos. «Me lo enseñó y quedé impresionado. Y me dijo que quería regalárnoslo». De hecho, afirma, no quiso recibir nada a cambio, ni dinero ni nada. «De hecho, ni siquiera me dejó que le pagara la comida; únicamente aceptó que le llevara de vuelta al aeropuerto, porque esa misma tarde se cogió otro vuelo hacia su casa, y allí nos tomamos un café antes de que embarcara».
El libro recopila las fechas exactas y nombres de los fallecidos que morían tras recibir los santos sacramentos. Y también contiene muchos de los testamentos que aquellos dejaron –era costumbre hacerlos ante el párroco–, junto con algunas curiosidades como dibujos del patrón de Cobeña, San Cipriano; de la planta del templo y hasta indicaciones de las zonas de enterramiento, con su precio en ducados.
El párroco y el benefactor de la iglesia de Cobeña continúan teniendo contacto. En cuanto al libro, ahora está digitalizado, y una copia fue enviada a Anthony para que pueda incluirlo en su colección, como parte de la historia alucinante que lo rodea.
El original se custodia en la actualidad en el Archivo de la Diócesis de Alcalá de Henares, donde tienen todas las condiciones de humedad y temperatura necesarias para su correcta conservación. «Es que la humedad es muy peligrosa, tanto para el papel como para la tinta», recuerda Martínez.
El párroco quiere que el documento pueda ser estudiado por los investigadores que así lo requieran, y «también estamos viendo la manera de que otras parroquias puedan hacer lo mismo con su documentación, para que esté a libre disposición de los investigadores en enlaces o en webs».
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