Jorge Armenteros ('Tiempo de Juego'): «A Madrid le pediría, le pido, que siga teniendo esa filosofía de brazos abiertos»
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Trabajó hasta hace siete años en la noche de la capital, Pepe Domingo Castaño lo bendijo y es ya un clásico hertziano
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Iniciar sesiónJorge Armenteros tiene llorado, y bien llorado, a su segundo padre, Pepe Domingo Castaño, que le abrió las puertas de Madrid después de que nuestro entrevistado corriera y recorriera el Luis Sitjar de Mallorca (el estadio al que sucedió Son Moix) narrando ... como sólo lo saben hacer una estirpe de gente que ha nacido por y para comunicar: lo mismo delante de un micrófono que detrás de la barra de un bar.
Armenteros es la voz, la segunda voz, el toque latino de 'Tiempo de juego'; entre su currículum resalta ser el timbre de aquel mítico «Pepe, un purito», en aquella otra publicidad y aquel otro fútbol, previo a que se entrara en un mundo dominado por el divismo. Recuerda que, por aquellos entonces, el deporte era otro. Se acuerda de un día que se tomó un bocadillo de calamares con Raúl González Blanco. Ve esos tiempos con una 'morriña' incurable. Luego, en su vida, hay otra constante, la noche de Madrid, que conoció regentando La Bodeguita de Enmedio y otras salas. En ese Madrid 'la nuit', que de alguna manera proseguía el espíritu de Ava Gardner y Perico Chicote, hizo su particular carrera de Periodismo.
Ahora, dedica su tiempo a la radio, que sabe que es como una familia confesada al público, y a empaparse de golf, lo que le quita, si se juega en América, el sueño. El descanso, el reposo del guerrero, lo encuentra en un banco del paseo de Rosales, donde se solaza mirando hacia el oeste, quizá por una querencia no sabida de mirar a su Cuba natal. Allá donde su padre fue un reconocidísimo músico al que conoció, cosas de la música, dos años después en Bilbao, saliendo desde la madrileña estación del Norte. Por eso, guarda cierta y escondida querencia por su acento vernáculo que se traduce en un tímido seseo.
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—Esta sección se inició con una entrevista a Pepe Domingo Castaño...
—A Pepe lo recuerdo mucho. Empezamos bien la entrevista... (Suspira). Lo recordamos todos los compañeros, cada día, cada momento que entramos en directo. Para mí Pepe era mi segundo padre.
—Usted, a Pepe Domingo Castaño, lo conoce en Madrid. ¿Cómo fue?
—Conocía a compañeros de la Ser, en Mallorca. Llevaba el Mallorca en la radio. Gestioné después un local, en la calle de Alcalá, La Bodeguita de Enmedio. Un día, yo que pasaba por Gran Vía, 32, bajé a comer algo en el Nebraska. Los domingos iba a verlos al estudio. Pues entro y está sentado Pepe Domingo. Me acerqué y me presenté y le pedí perdón por molestarle. Él, en cambio, me dijo que me sentara a su lado. Tenía una vaga noción de mí de cuando hacía los directos inalámbricos en el Luis Sitjar. Pepe, cuando supo que me había venido a vivir a Madrid, me invitó a comer con él.
—Usted sabe, me consta, cómo se inició esa frase mítica: «Pepe, un purito»...
—Me empapé de la publicidad que hacía Pepe, entonces Castaño estaba en La Vuelta a España y la gente le pedía de todo: «Pepe, un purito...». Entró la campaña de los puritos, yo era ya su amigo, y Pepe se preguntó que cómo podía hacer la publicidad. Y me dijo que probara con lo de «Pepe, un purito» cinco o seis veces. Lo dije. A la primera. El lunes, a la mañana, llamaron a Recursos Humanos, dijeron que tenía que trabajar con ellos, y así entré.
—¿Se define como animador?
—Yo sí. No estudié Periodismo, soy un infiltrado pero hice radio. Trabajé en la noche y conocí a todo tipo de gente. Tenías en aquellos tiempos mucha relación con los deportistas.
—¿Cómo era aquella noche en Madrid?
—Trabajaba en La Bodeguita de Enmedio de Mallorca, y me ofrecieron la gerencia de la de Madrid. Y aquí me vine. He estado en muchas discotecas. En el Hotel Puerta de América en la terraza. Y hace siete años que lo dejé todo por la radio.
—Ya, pero alguna anécdota guardará...
—Más que una anécdota, lo que arrastro, por trabajar de noche y de día, es un remolino de cosas. Que llevo aquí desde el 97. Te diría que el conocer todo tipo de gente. Aquí me reencontré con buenos amigos. Y con la parte deportiva: conocer jugadores de fútbol, cuyo trato con los nuevos ha cambiado, te digo que antes su relación era más sencilla. Conozco y tengo amistad con muchos, y eso ya se ha perdido. Estando en la SER, recuerdo que un día me comí un bocata de calamares con Raúl. Gracias a esa época tengo amistad con Martín Vázquez, con Epi en el mundo del baloncesto, son de mi quinta.
—¿Qué música le pega a Madrid?
—A Madrid le pega cualquier música. Desde hace 15 años está al nivel de Europa y América. Madrid lo tiene todo. Desde el flamenco al punkie, y ahora el reguetón.
—¿Qué le pide a Madrid, ahora que no estamos en directo?
—A Madrid le pediría... bueno le sigo pidiendo, esa filosofía de acoger con los brazos abiertos. Igual que mejore el tráfico... Le pediría, le pido, que siga teniendo esa vida.
—Quiero volver a los inicios. ¿Cómo fue su venida a España? Su padre era un reputado músico...
—18 días antes de que yo naciera se vino a España de gira. Con dos añitos me llevaron desde Madrid en tren hacia Bilbao. Y ahí lo conocí.
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