No tocó

No salió, ni saldrá El Niño, porque en mi casa solo tocó la Quiniela cuando faltaban dos semanas para que se casaran mis padres. Pero la tradición es la tradición. Los que piden milagros a Medinaceli en noches frías de marzo no son los mismos que querían entrar en el Teatro Real disfrazados de sí mismos. No les veo la gracia, pero algo tendrá el santo cuando tanto lo bendicen.

El mejor, el Mocito Feliz, que desde Málaga engaña a camioneros varios para que lo suban y lo lleven al Teatro Real. Y desde que tengo recuerdo se viste, en invierno y en verano, de un curioso rey mago y, al que quiera, le canta un popurrí entre Manolo Escobar y Raphael con las capas con más años que el baúl de la Piquer.

Para quien no lo sepa, Mocito estaba en un segundo plano cantando cuando la 'Carga de los mamelucos' o cuando juzgaron a Jesús Gil. Segundero de la Historia, el tío.

Mocito Feliz, como todos esos espectadores raros del sorteo, a lo mejor ni llevaba décimo. A lo mejor ni llevaba dinero para un churro con chocolate, que es algo que no se le niega a un cristiano con estos helores.

Tenían este día 22 en la agenda de ir a airearse, y entre ellos hacían una 'sororidad' en la que los villancicos se le olvidaban y hubo quien les metió de 'matute' una botella de Machaquito por solidaridad y por calentar los cuerpos.

Mi compañero de piso, el bueno de Juan, tiene entrada VIP en Doña Manolita para todos los sorteos. Pero no lo traemos a este 'despeñaperros columnero' porque no nos da la gana, y porque no es de esta fauna.

Escribo de esa fauna que viene a Madrid en días contados. A dar color, dirán los cursis.