LAPISABIEN
Tal como somos. (Y como nos ven)
La vida y la resistencia son los dos ríos verdaderos de esta ciudad
MADRID
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Iniciar sesiónVa leyendo uno por ahí que cuando Napoleón entró en Chamartín se quedó ojiplático de que los madrileños no fuéramos en taparrabos. Lo dice la Historia, que viene a reafirmar ese concepto de que la imagen de Madrid se ha distorsionado con sólo pasar ... Somosierra; acaso por indolencia gata o porque aquí el globalismo no iba con nosotros.
Entretanto otros hacían sus Olimpiadas, y por ahí abajo se pegaban macutazos a la orilla de un río que vio llegar el oro de las Américas. Y los madrileños seguíamos aquí, con la cañita, el buen flamenco y el Rey León prorrogándose a sí mismo año a año, que es lo más que las leyes educativas permitían y permiten a los niños conocernos. El Escorial o el Palacio Real no, vaya a ser que el alumno se traumatice con la historia de Alfonso XII o el perro telúrico que le amargaba las siestas a Felipe II.
La imagen de Madrid era esa, gris, de un gris que nunca ha existido o que quizá fuera producto de esa querencia nuestra por el coche, siempre el coche, hasta para ir a por el pan. Algo, no obstante, se iba moviendo.
La indolencia que digo que siempre se ha achacado al 'madriles' no era tal, sino una capacidad de absorción que ya quisiera Nueva York. Álvarez del Manzano iba con su fotógrafo de cabecera dejando «memoria no tan amarga de si» por las tabernas, regalando su imagen con firma y marco; se desecó un río para que la ciudad tuviera playa. Y nos vinieron a visitar todas las plagas habidas y por haber. Vino también la muerte, y, sin embargo, resucitamos. Con lo faraónico de un túnel, y alguna calle con los adoquines levantados desde el tiempo de Maricastaña.
Pasó que en Cataluña dieron un golpe y un tipo de Mondoñedo y otro, qué sé yo, de Utrera, se dieron cuenta de que Madrid no era tan gris. Que era una ciudad cachonda, más allá de los ministerios del 'vuelva usted mañana'. Donde hay botarates que prosperan y demás. Hasta hemos acogido a Rufián, con lo cual ya todo está dicho de esta capital, que es madre hasta de los más descarriados.
La vida y la resistencia son los dos ríos verdaderos de esta ciudad y ahora, al tiempo, empiezan a darse cuenta de cuál es verdaderamente la fotografía real de Madrid. Mucho tiempo ha andado España engañada con Madrid; como si fuésemos el castillo del Conde Drácula.
Y ahora resulta que somos el paraíso...
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