LAPISABIEN
Orgullo y prejuicio
Madrid, que tan bien lo pintamos Velázquez, Umbral, los colonos y otros, tiene esos elementos secretos entre Ferreri, Azcona, Berlanga y Buñuel
San Rodríguez (13/04/2023)
Su orgullo. Su casa. Todo metido en una bicicleta y no habla. No sé cómo se llama, sólo que calza barbas nazarenas, que en el habitáculo que lleva aparejado a la bicicleta tiene un buzón, y es que el anónimo sí tiene quien ... le escriba. O eso cree. Pasan por delante de él niñas de colegio, jóvenes estudiantes, opositoras a judicatura como si nada. Ni él se mueve, ni nadie le presta atención. Nadie, ya, le hace caso. Nada pide, a nadie debe. A su 'trabajo' acude y demás, aunque tiene un carácter que debe asustar al más pintón. Y lo del trabajo, por desgracia, es una frase hecha.
Los bingueros que van frente al Palacio de Liria pasan por la bicicleta/hogar/ lo que sea lo miran como con miedo, tal que fuera a salir el Minotauro. Han podido hacer línea los bingueros y nada, se van por 'patas'.
Madrid, que tan bien lo pintamos Velázquez, Umbral, los colonos y otros, tiene esos elementos secretos entre Ferreri, Azcona, Berlanga y Buñuel. Le dije de hacerle una entrevista blanca, blanca como una novia 'juanramoniana', y dijo «no». Rotundo. Con cara de odio; sin un perdón. Sin nada.
Supongo que por ahí arriba lo tendrán como un elemento más de Princesa. Cierto es que a nadie molesta, pero a nadie aporta. No dijo ni su sombre. Quizá el hombre tuvo un mal día. Llevaba, repito, unas trazas como de Valle-Inclán que no hubiera leído a Valle. A mí no me dio miedo, ni odio. Quizá impotencia. Hay unos seres en Madrid que se dejan ver cuando quieren. Y para claustrofobias y lo dramático estoy yo aquí.
Mientras, Madrid a las once y media es ya como Estocolmo en los días sosos. Las aceras juntan miasmas con solera. Y tengo un vecino que vive en la casa de un gnomo, céntrico, y que no me dirigirá la palabra mientras viva.
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete