LAPISABIEN

Gran Vía

Es como un amor menguado, que del incendio pasa a ser una rutina, y de ahí al tedio y al régimen de visitas

Ese calor 'madriles'...

Varios novilleros cruzan la Gran Vía madrileña ángel de antonio

En aquellos días, antaño, el niño que fui subía despreocupado por la Gran Vía. Qué días aquellos, qué sol de la infancia con Álvarez del Manzano. El padre se fue como se van las cosas que no tienen nombre, y desde entonces le he ... cogido miedo, pavor, jindama, a la Gran Vía. Es como un amor menguado, que del incendio pasa a ser una rutina, y de ahí al tedio y al régimen de visitas. La Gran Vía de cuando entonces, aún con el padre vivo, tenía su principio y su final, y como al arribafirmante le recomendó Anguita, había que mirar al cielo y esas estatuas hermosas que arden bajo el sol. Luego, aquellas pensiones de ascensores mínimos con nombres entre Hollywood y Gredos, y las franquicias donde, por nada, se veía el fluir con una hamburguesa hipercalórica.

El otro día, por lo de Chicote, me recogió un taxi cuando andaban escaleras mecánicas subiendo, bajando, y me extrañó no ver a los heavys. Los puestos de los libros le abrían su mercancía reiterada y feliz a los viandantes, y en una tienda un escudo del Barcelona que me heló el corazón. Ilya Ehremburg dijo que la Gran Vía era Nueva York, y quizá tuviera razón como tienen razón todos los que no son yo. Pero la Gran Vía ya no es eléctrica a ciertas horas, ni paseante de cine a otras. Por la senectud de uno, ha devenido en un parque temático de musicales a los que no hay ni tiempo ni ganas de figurar.

Con todo y con eso, en verano, cuando se riega -o se regaba- con hielo, había que silbar bajito y feliz, como Tony Leblanc, porque alguien nos la había alfombrado de claveles imaginarios. Pasaban los fantasmas de la Historia reciente, y a Radio Madrid íbamos a ver a Pepe Domingo, cuando Pepe Domingo ni imaginaba que iba a acabar siendo mi padrino.

En realidad, a la Gran Vía le debo mucho. Por eso la veo con miedo. Hay algo peligroso en ahondar en los recuerdos más felices. Puedo oler a Álvarez Gómez y meterme en un 'remember' de los pilares de mi existencia. Allí, en la Gran Vía. Un decorado que a diestra y siniestra esconde lo canalla.

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