LAPISABIEN
Si yo fuera 'colono' (2)
Veo lugares que me desazonan y que me dieron la vida en su momento
Suave noche, amarga galerna
Madrid
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Iniciar sesiónSi yo fuera 'colono', que lo soy, comentaría mis primeros tiempos aquí en este pueblo. Cuando la Gran Vía aún no me olía a carne ultraprocesada ni tenía ese color a cretona, a tristeza, con la que la veo hoy cuando paso circunstancialmente.
Ya que soy 'colono' confeso diría que lo mejor de Madrid fueron las vísperas, el irse despidiendo de la novia en una playa ignota, el llegar en patines a buscar piso en el reino del ladrillo visto y la mala casera.
Entonces el 'colono' que yo fui perdió a golpazos el acento, iba de chaqueta y corbata y se iba a los saraos y los 'croqueteos' con los que gobernaban España en aquellos tiempos. Entonces la plaza de España era ya territorio comanche, y nos metíamos por Leganitos a buscar ese Madrid que desmentía lo neoyorquino. Con sus policías exangües, y los carteristas que son los mismos, entrando y saliendo, desde tiempos de Maricastaña.
Madrid me ha dado mucho. Claro, pero ya lo digo a la distancia, sin el encanto de las vísperas. Pero aun así veo lugares que me desazonan y que me insuflaron vida cuando tenía la mirada más limpia. Los bajos de Argüelles, por ejemplo, con su desolación de la (leche de) pantera. Esos patios íntimos donde antes entraba la muchachada y ahora entran tribus urbanas en bares sucios y ruidosos, a excepción del Yedra, el único sitio donde se puede hablar de toros sin que sobrevuele una bofetada.
Al 'colono' que esto escribe, para quitarse del infartillo latente del tráfico en Madrid, le da a veces por irse a Abantos en bicicleta. Odia el verano, como tantos en en esta Casa (José F. Peláez el primero) y en el resto de España.
Si pudiera entrevistarme diría que mi Macondo, mi sitio de relax, es el Alto de Garabitas, en la Casa de Campo. Por dónde sólo reman los suspiros y los 'runners'. La ciudad aparece en lontananza, y hay hasta fauna ibérica.
Como me entrevisto yo, no sé si el último hálito mío será aquí en Madrid, o en la costa que me vio nacer. Lo que sé es que entrevistarme a mí mismo es catártico, pero abunda en la duda que mantengo con esta ciudad. Amor y odio agitados, mezclados en lo más hondo de mi ADN.
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