La inédita ola de calor de la primavera de 1905 que acabó hundiendo el tercer depósito del Canal

HISTORIAS CAPITALES

La infraestructura estrenaba una novedosa cubierta de hormigón que se vino abajo, acabando con la vida de 29 obreros e hiriendo a otros 60

Canal de Isabel II: la obra de 160 años que aún usan los madrileños

1 de julio de 1917: el director del Canal de Isabel II, Ramón de Aguinaga, visita el interior del tercer depósito con un grupo de periodistas José zegri

Una de las mayores obras de ingeniería de inicios del siglo XX, el tercer depósito de agua del Canal de Isabel II, un proyecto que asombraba al mundo por sus dimensiones y por el uso vanguardista de un nuevo material, el hormigón, terminó resultando ... una enorme tragedia que acabó con la vida de 30 obreros y dejó más de 60 heridos. Y todo, según las investigaciones que se llevaron a cabo a posteriori, por el efecto indeseable de una inesperada ola de calor.

Pongámonos en situación: Madrid era entonces una urbe de 775.000 habitantes, donde no eran extraños los problemas de abastecimiento de agua cuando llegaban las temporadas de verano. Para evitarlos, los responsables del Canal de Isabel II decidieron construir un tercer depósito, de dimensiones ciclópeas, que serviría para paliar ese déficit de almacenamiento de agua que soportaba la ciudad.

Se quería que este tercer depósito pudiera conservar en su interior unos 450.000 metros cúbicos de agua, lo que lo convertiría en el mayor de toda Europa por su tamaño. Se hizo cargo del proyecto el ingeniero José Eugenio Ribera.

Sobre el papel, este tercer depósito se situaría junto a la avenida de las Islas Filipinas, y tendría cuatro compartimentos con, en total, más de 320 metros de largo por 216 de ancho. La idea de Ribera fue, desde el principio, utilizar en su estructura el hormigón armado. Este material era novedoso en la construcción en España, y aún no existían teorías matemáticas sólidas sobre su comportamiento. De este modo, cada constructor se ceñía a su experiencia, y en esto Ribera era un pionero, puesto que había utilizado ya el hormigón para construir varios puentes. De hecho, había patentado su propio sistema para la utilización de este material.

Con esa confianza, comenzó las obras del tercer depósito. Que se iniciaron antes de finalizar el siglo XIX, y tuvieron que emplearse a fondo para superar toda una serie de inconvenientes que fueron surgiendo. Primero, el efecto perniciosos de varios antiguos viajes de agua que discurrían bajo la solera del depósito. Y después, una inusual ola de calor que elevó extraordinariamente las temperaturas en plena primavera madrileña.

Según los estudios, el hundimiento de la cubierta se produjo por las altas temperaturas

Así amaneció el 8 de abril de 1905, entre calores sofocantes, cuando una de las cubiertas de hormigón armado del tercer depósito se vino abajo con estrépito, arrastrando consigo a todos los trabajadores que estaban en la zona: 29 fallecieron, y más de 60 resultaron heridos.

Los periódicos de la época cargaron contra el ingeniero y sus compañeros, a quienes se acusó de negligencia. Una teoría que caló en la calle, y provocó una ira generalizada contra Ribera y los otros responsables de la obra.

El tercer depósito, tras su derrumbe, en una imagen de junio de 1905 ARCHIVO ABC

El caso terminó en los tribunales, en un proceso judicial en el que el ingeniero fue defendido por Melquiades Álvarez -que con el tiempo fue presidente del Congreso de los Diputados- y José Echegaray -ingeniero y jurista, además de escritor-. La causa finalmente se resolvió a favor del ingeniero, que resultó exonerado de toda responsabilidad. Según los estudios, el hundimiento de la cubierta se produjo por las altas temperaturas, y más concretamente, por las grandes diferencias en los termómetros a lo largo del día, que provocaron la dilatación del hormigón.

Pero Madrid continuaba teniendo necesidad de un gran depósito donde almacenar el agua que cubriera las necesidades de los madrileños. Por eso, casi una década después de que colapsara el techo de la instalación que se estaba construyendo, se retomaron los trabajos con un nuevo proyecto y bajo la dirección de otro profesional, Francisco Parrella. Éste dejó a un lado el hormigón y volvió a los más clásicos ladrillos tanto para la cubierta como para los pilares del tercer depósito.

Éste siguió siendo tan gigantesco como se había diseñado inicialmente: 355 metros de largo por 216 de ancho, y casi 5 metros de luz entre los arcos. En 1916 se realizaron las primeras pruebas de llenado de los cuatro compartimentos, y la infraestructura se puso en funcionamiento en noviembre de ese mismo año. Se habían tardado 21 meses e invertido 5 millones de pesetas en su construcción. Y ahí se mantiene, en la actualidad, tras algunas labores de refuerzo, manteniendo sus cualidades y una asombrosa capacidad para albergar 463.500 metros cúbicos de agua. Sobre él terminó construyéndose un campo de golf que luego la Justicia tumbó, obligando a recuperarlo como parque público que precisamente en estos días está a punto de finalizarse y abrirse al público. Pero eso ya es otra historia.

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