El hotel Palace, la cúpula de Madrid
BAJO CIELO
La rotonda bajo el cielo de cristal ha sido mentidero de nuestro siglo veinte. Y hoy se ha puesto bonito para contar todo lo que pasa fuera de sus puertas
El icónico hotel Palace de Madrid estrena reforma y nombre en busca de su esencia original
Madrid
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Iniciar sesiónEsta semana se celebra a Jesús de Medinaceli. A pesar de la lluvia, los fieles se agolpan en la calle de su iglesia tratando de salvarse. Necesitan saber que estarán un poco más cerca del cielo si la cosa se tuerce. Nadie les ha contado ... que si le dan un mordisco a la tarta de mantequilla que prepara Estela Hojaldre allí mismo, entrarán de golpe en el paraíso. Aún con esas, si pretenden seguir buscando el ascensor para subir al Edén, avancen esa cuesta y se toparán de golpe con el Palace. Allí mismo, bajo la cúpula de cristal que ha sido siempre, Madrid brilla como un París al que le ha robado esplendor y arquitectura. No en vano, el hotel Palace nació para paliar la falta de hoteles de cinco estrellas que demandaba una ciudad como la nuestra. El Rey Alfonso XII se empeñó y convenció al bueno de George Marquet para financiarlo y, así, en 1912, Madrid inauguraba un hotel que se convertiría en símbolo de una sociedad que bailaba entre la bandeja de plata y la media tostada de una bohemia que retrataba todo lo que miraba.
Durante esos primeros años, el Palace fue testigo de reuniones de espías, de informes militares e intereses que se cuchicheaban bajo ese cielo de Madrid que es la cúpula acristalada. Europa se partía en la I Guerra Mundial y Madrid, neutral de necesidad, albergaba un sinfín de maniobras de los que buscaban en la capital la tranquilidad de no estar en el frente. Los locos años veinte tuvieron aquí parte de su frenesí. De Hemingway a Einstein, el Palace fue escenario y platea de un siglo que se quemaba a golpe de brindis. Tanto es así, que ha tenido que inaugurar un bar en honor a los plumillas de parné que podían permitirse el lujo de gastarse el sueldo de la prosa en drys y maltas mientras arreglaban el mundo. El 27 se llama, como no podía ser de otra manera.
En la Guerra Civil se hizo hospital de transfusiones. Imaginen el cambio, de Carabanchel al Palace, mutilados y camilleros abarrotaron esa rotonda que lo mismo hacía de escritorio a Josep Pla, que veía desfilar a poetas vestidos con el mono azul jugando a ser guerrilleros engordando la tripa de su cobardía. Julio Camba, el maestro de todos, vivió 12 años entre el cuarto de la limpieza y la barra de su bar. Ya conté que entregaba al conserje sus artículos de ABC, que viajaban de sereno en sereno hasta la imprenta de la calle Serrano. Y Rita Hayworth y Ava Gadner. Y la ruta del Palace al Chicote pasando por el Cock, para que se hiciera furtiva la noche de champagne y cosas. Y con ese tempo a dos por cuarto, llegamos a los ochenta, qué movida. Francisco Umbral y mi padre, siempre presentaban allí sus libros. El acontecimiento literario de la sociedad que fuimos. Y Raúl del Pozo, periodista de pluma fina y mirada tierna, se jugaba las exclusivas mientras el poder en la mesa de al lado pagaba sus apuestas.
«El hotel Palace nos lleva al Madrid de la excelencia y al turismo de alto impacto»
H. CORTÉSEl alcalde de la ciudad, José Luis Martínez-Almeida, y la presidenta de la Comunidad, Isabel Díaz Ayuso, han descubierto hoy la placa del cinco estrellas recién restaurado
Luego llegó el golpe de estado, y el Palace se convirtió en una mesa de redacción a tiempo completo. Como de 'estrimin' que dirían ahora. Desde allí se hicieron las crónicas que toda España necesitó para despertar de la pesadilla. Vaya noche aquella. O como cuando González y Guerra salieron victoriosos por una de las ventanas del hotel, esos años en los que el socialismo no era un puticlub. Nuestra historia escribiéndose en periódicos y el hotel Palace ahí, en la cuesta de San Jerónimo y Neptuno, a dos pasos de todo lo que nos ha hecho ser Madrid y todo eso.
Pasen y vean como ha quedado la reforma. Aunque le cambien el nombre siempre será el Palace. La rotonda bajo el cielo de cristal ha sido mentidero de nuestro siglo veinte. Y hoy, ciento y tantos años después de que abriera, se ha puesto bonito para volver a contar todo lo que pasa fuera de sus puertas. Qué buena forma de ser. Tener dentro de un hotel el pulso de todo lo que pasa fuera. Al salir uno no sabe si ha entrado o se ha marchado. Porque así son Madrid y su Palace. Aunque siempre será mejor que otro le pague a usted la cuenta.
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