El historial maldito de la estatua de Lorca en la plaza de Santa Ana
Patrimonio repondrá la placa de caliza, rota por un camión de basura, «en los próximos meses»
Lorca recupera su alondra robada, una réplica exacta de la original, nueve meses después
La estatua de Lorca, en la plaza de Santa Ana, sin su placa
Los versos de Federico García Lorca son fascinantes porque se ocupan de un tema universal. Esa era la explicación de su biógrafo, Ian Gibson, para entender la estrella inagotable del poeta granadino: «La tragedia de un ser humano que no puede vivir la vida ... que quiere». Su figura y su obra traspasó modas y fronteras y, medio siglo después de su fusilamiento, un escultor madrileño diseñó un Lorca a tamaño real para la capital. Bajo la efigie de bronce, la placa reza: «Madrid a Federico García Lorca». Esa misma inscripción sobre piedra caliza se la llevó por delante, este lunes, un camión de basura.
Es un capítulo más en la cadena de infortunios que acompañan a la estatua de Lorca desde que se instaló en uno de los extremos de la plaza de Santa Ana, a finales de los años 90. Una baldeadora de los servicios municipales de limpieza, con permiso para sanear las baldosas de la plaza, golpeó marcha atrás el zócalo. La piedra se partió por la mitad: «Madrid a».
La Dirección General de Patrimonio del Ayuntamiento de Madrid, el departamento responsable de cuidar de los monumentos de la capital, emprenderá un estudio para recuperar la placa de caliza y su inscripción. Estará lista «en los próximos meses», informa a ABC un portavoz municipal. El penúltimo elemento que perdió el poeta, su alondra de cobre, tardó hasta nueve meses en reponerse.
El pajarillo de bronce, que parece que va a echar a volar con las alas desplegadas entre las palmas de Lorca, ha desaparecido en más de una ocasión. El primer robo contemporáneo registrado, en abril de 2011, arrancó la alondra de sus manos y rompió la escultura. Apenas dos años antes, el filósofo estadounidense David Crocker había escrito: «La estatua es todavía un emblema del pasado disputado: cada día, la izquierda pone un pañuelo rojo en el cuello de la estatua, y alguien de derechas viene más tarde para arrancárselo». El hurto aviar más reciente fue el 1 de agosto del año pasado; a veces, alguien decoraba las manos vacías de Lorca con claveles rojos.
El último robo de la alondra de Lorca se produjo el 1 de agosto del año pasado
El poeta recuperó su alondra a principios de mayo. Los técnicos municipales soldaron el animal 'in situ', una réplica de la que esculpió Julio López Hernández entre 1984 y 1986, cuando se afanó en congelar a Lorca en metal. Las hijas del autor, Esperanza y Marcela López Parada, ayudaron al ayuntamiento a rescatar la alondra. Las dos guardaban una pieza en resina de poliéster de su padre, fallecido en 2018, el molde original del pajarillo robado. Patrimonio emprendió los trabajos: el positivado en cera, la corrección de imperfecciones, la ejecución de los moldes cerámicos, su fundición en bronce... Por último, se cubrió la alondra de una pátina especial para igualar el acabado y los tonos de la escultura.
A las puertas del teatro
El monumento a Lorca fue un encargo del antiguo director del Teatro Español, Miguel Narros, que solicitó al Ayuntamiento de Madrid una efigie aprovechando el cincuenta aniversario del estreno de 'Yerma', la popular tragedia rural del escritor; una obra, por cierto, que hace solo un lustro fue uno de los éxitos de la cartelera neoyorquina bajo la dirección de Simon Stones. Su ubicación definitiva, mirando a la fachada del teatro, se retrasó una década porque la plaza de Santa Ana se encontraba en obras y los cuarteles de Conde Duque guardaron al poeta mientras tanto. Otro paréntesis artístico: en noviembre, el Teatro Español representa 'Poncia', un texto creado a partir de los diálogos del personaje que alumbró Lorca en 'La casa de Bernarda Alba'.
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