Hallan más de media tonelada de carne podrida y posible miel adulterada a la venta en Usera

La tendera, una mujer china de Usera, tenía la mercancía en el suelo y descongelada

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Uno de los empleados de la carnicería china de Usera. Al lado, cabezas de cerdo resecas abc

El primer golpe fue un olor a muerto que tiraba para atrás. Los agentes no es que se esperaran un aroma a carne de primera calidad, pero tampoco el hedor a descomposición que campaba por las dependencias de una de las carnicerías menos salubres que ... pueden encontrarse en Madrid. Y sí, de nuevo, este local bajo sospecha se encuentra en pleno barrio de Usera, en el número 48 de la calle del Amor Hermoso, haciendo esquina. Lo regenta una ciudadana china que, pese a tener la licencia del negocio en regla, ocultaba en su interior más de media tonelada de carne de res en un estado lamentable. Y dispuesta para su venta al público.

Los funcionarios de la Oficina de Atención al Ciudadano (OAC) de la Comisaría Integral de Usera de la Policía Municipal se llevaron las manos a la nariz y a la boca nada más acceder a esta carnicería regentada por y para asiáticos. Ya sospechaban algo, porque en los expositores que dan al exterior podían apreciarse grandes piezas sin etiquetado ni precio marcado.

También anunciaban «miel salvaje o natural a 18 euros el kilo, 12 la segunda unidad». En los 42 tarros que inspeccionaron encontraron las primeras irregularidades. No había fecha de consumo preferente, su modo de conservación ni la denominación. Y eso que el precio era más propio de una tienda gourmet.

La miel tiene una normativa muy estricta, con un consejo regulador, como ocurre con los vinos. Por un lado, existe una directiva de la UE para el etiquetado; además, el Real Decreto 1049/2003 sobre la calidad de la miel establece las instrucciones de conservación, cómo hay que señalar el país de origen, el número de lote, el registro ganadero, el peso neto... Nada de eso venía en los 42 botes de a kilo, que han sido enviados por la Policía Municipal al laboratorio, pues se sospecha que se está vendiendo en ese local una mezcla de miel española con china. Lo que supondría una adulteración de libro.

La miel sospechosa, expuesta en el escaparate de la carnicería de Usera abc

El profesional tiene que estar dado de alto en el registro sanitario y disponer de instalaciones legales. La inspección se llevó a cabo el 3 de marzo, a partir de las 12.45 horas. La dueña, china, comentó al respecto de la miel: «Me la vende una señora que se llama Julia; no me da albaranes ni facturas».

La patrulla de paisano realizó una inspección ocular al lugar. En la vitrina del mostrador había numerosos productos cárnicos a los que también les faltaba la información de origen. Pero, más adentro, sobre un arcón congelador, había trozos grandes de carne sin envasar ni protección alguna. Estaban al aire. Dentro del cofre, había 370 kilos de vacuno congelado, algo totalmente prohibido a estos comercios.

Un poco más allá, en la zona de manipulación de alimentos, se toparon con un empleado asiático que estaba cortando piezas sin gorro, sin guantes, sin zapatos de seguridad... Contravenía todas las medidas higiénicas-sanitarias. A su lado estaba el cubo de recogida de residuos, que carecía de tapa, por lo que la basura estaba al aire.

También, 'lateros'

El cuarto de desechos no tenía cubierta y en la parte superior de donde se encontraban las cámaras frigoríficas el techo se estaba cayendo a trozos, debido al moho y a una humedad enorme, que también se estaba comiendo las paredes. Se estaban descarnando.

Parte de la carne arrumbada en el suelo del local abc

En esa zona interior de la carnicería, había dos cámaras frigoríficas industriales. Una debía destinarse a la verdura y otra a la carne. Pues bien, en la primera hallaron un carro de la compra lleno de botes de cerveza y de refrescos, y dos mochilas de tela grandes hasta arriba con lo mismo; por lo que sospechan que los fines de semana por la noche trabajaban como 'lateros', en la venta ambulante en zonas de marcha.

Mercancía encharcada en sangre

En la segunda cámara había barquetas y cestas de plástico con 160 kilos más de carne. También directamente sobre el mugriento suelo. Las baldas exhibían una gruesa capa de óxido. Las piezas estaban en proceso de descongelación, encharcadas de sangre y de fluidos.

Además, la dueña reconoció que congelaba y descongelaba la mercancía a punto de caducar, y que otra parte la metía en salazón porque tenía clientes que venían de fuera de Madrid a comprársela, y así el género aguantaría el viaje de vuelta a sus ciudades.

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