Halladas las últimas huellas de la Guerra Civil a las puertas de la sierra oeste de Madrid
Trincheras y nidos de ametralladora se han recuperado y son visitables ya junto a Santa María de la Alameda. Entre los hallazgos, fragmentos de botellas, balas, un frasco de perfume de mujer o monedas republicanas
Viaje al pasado en el refugio antiaéreo de la plaza de Cervantes de Alcalá de Henares
El nido de ametralladoras y su trinchera, tras la intervención de los arqueólogos
Un grupo de hombres, luchando entre sí en las lomas del río Cofio, durante los años de la Guerra Civil han dejado su huella en forma de fortificaciones, pero también de fragmentos de lo que fueron sus vidas, desde botellas de anís al trozo ... de un frasco de perfume de alguna novia o, tal vez, de una miliciana. Son los vestigios que durante varios años han seguido los arqueólogos Jorge Morín de Pablos y Luis Antonio Ruiz Casero, de Audema, y que ahora pueden visitar los madrileños dentro del Plan de Fortificaciones de la Guerra Civil que desarrolla la Dirección General de Patrimonio de la Comunidad madrileña.
Aunque alejados de los grandes frentes de batalla, los llamados frentes secundarios fueron muy activos y en ellos se generaron muchísimas víctimas. Es el caso de los establecidos en torno a Santa María de la Alameda, la posición Zorrerón-Cerro Pelado, en plena sierra de Guadarrama, en la que han estado trabajando estos equipos de arqueólogos en los últimos años.
En torno al Alto de la Mora, se desarrollaron decenas de escaramuzas entre las tropas republicanas y las franquistas, especialmente después de la batalla de Brunete, en julio de 1937: ahí comenzó el proceso de fortificación en esta zona, que se fue perfeccionando durante los años de la contienda y dio lugar a, al menos, cinco estructuras que han sido localizadas y rescatadas, y que ahora ya cuentan incluso con los paneles informativos que guían al paseante por esta ruta.
El Laderón de Peñatos fue el inicio de esta investigación. Utilizando drones y fotogrametría, se fue fijando el espacio sobre el que desarrollaron su trabajo un equipo de ocho arqueólogos. En octubre de 2023, se reanudaron las labores en esta zona, lo que ha permitido recuperar varias posiciones. Se continúa con ello lo avanzado en intervenciones anteriores que han dado lugar a la musealización del Blockhaus 13 (en Colmenar de Arroyo), el fortín de Los Rosales (en Brunete), las posiciones Calvario y Alamedilla (en Navalagamella y Fresnedillas de la Oliva, respectivamente) o el campamento falangista de La Peña (en Navalagamella).
Para ver esta página correctamente ve a la versión web
ContinuarAhora, le ha llegado el turno a Santa María de la Alameda, una tradicional zona de paso que durante la Guerra Civil se vio dividida por la línea del frente. En el lado republicano, ocupaba la zona la 34ª Brigada Mixta. Aunque el Puerto de la Cruz Verde era una posición secundaria desde el punto de vista estratégico, el Alto de la Mora y el cerro de San Benito fueron zona de intensas operaciones militares. El río Cofio actuaba de línea divisoria entre ambos ejércitos, que se vieron obligados a fortificarse para resistir en la posición.
Las condiciones fueron durísimas en los inviernos del Alto de la Mora: se registró la temperatura más baja del siglo
En la 34ª Brigada había 3.000 hombres, que cubrían un abrupto frente de montaña de unos 10 kilómetros lineales. A lo largo del año 1937, sufrió más de 500 bajas. Y en 1938 se enfrascaron en las tareas de fortificación; en condiciones de trabajo durísimas, por las bajas temperaturas de los inviernos en aquellas cumbres, a 1.500 metros de altura, los primeros meses del año se cuentan como los más fríos del siglo XX.
Guerra de trincheras
Los investigadores han documentado que el día a día en esta zona transcurría en una «enervante guerra de trincheras, con habituales tiroteos en tierra de nadie, bombardeos y morterazos». Se registran decenas de escaramuzas, tanto por incursiones guerrilleras en zona franquista –las más frecuentes–, como por golpes de mano de las tropas sublevadas; en algunas incluso se emplearon perros.
Pero volviendo a las fortificaciones, los mandos ordenaron trabajar en ellas día y noche tras la batalla de Brunete. De los minúsculos parapetos de piedra iniciales, se pasó a trincheras profundas cavadas en la roca, protegidas por densas alambradas y por nidos de ametralladoras.
Traviesas del tren
En el Alto de la Mora, la última cumbre de la provincia de Madrid, antes de entrar en Ávila, se ha trabajado sobre todo sobre cinco estructuras, las más representativas, monumentales y mejor conservadas. Una es un observatorio-nido de ametralladora, con vistas a las Navas del Marqués, hecho de mampostería con planta semiexcavada en la roca, cilíndrica y que tuvo un techo abovedado. Incluye también una trinchera que da acceso, y que probablemente contó con un techo construido con traviesas de ferrocarril saqueadas de la línea Madrid-Irún, muy próxima.
En la trinchera se han localizado piezas de munición –de Lebel y máuser español o mexicano–, balas, cartuchos completos, restos de una bomba de mano Laffite, fragmentos de botellas de vino, cerveza o anís, de latas de conservas, suelas de zapatos…
Otras dos estructuras militares recuperadas en la falda opuesta de la loma estaban situadas a apenas 5 metros la una de la otra, lo que hace sospechar que estuvieron conectadas con algún tipo de parapeto. La primera es circular, de casi 5 metros de diámetro, con la puerta al nordeste y una tronera orientada al sur –hacia las posiciones franquistas–. Parece un gran nido de ametralladora, con una altura que en su punto mayor llega a 1,70 metros.
Aquí, junto con muchos restos de material bélico usado, apareció también una vaina checoslovaca envuelta en papel de estraza, vacía y percutida, que los investigadores deducen que pudo haberse reutilizado para contener sal o especias. También aquí se encontró una base de botella de vino de Jerez marca Pedro Domecq, un hueso de pollo o una pequeña pieza de vidrio fino con decoración floral, tal vez un frasco de perfume; pudo ser el recuerdo de la novia o esposa de algún combatiente, o la propiedad de alguna de las milicianas que estuvieron desplegadas en la zona, como la famosa teniente Remedios Jover Cánovas.
Grafitis
Al lado de esta aparece la tercera estructura objeto de estudio, rectangular, que podría ser un puesto de escuadra o un abrigo a retaguardia del nido de ametralladoras. Contaba con una chimenea, y sobre los restos de los techos se pueden observar algunos grafitis hechos con posterioridad a la contienda pero no después de 1980, porque no se usaron espráis sino que se hicieron con brocha: se lee en ellos 'Viva la República' y 'Viva el Rayo Vallecano'.
Entre los hallazgos, restos de una trampa para pájaros y roedores. Nada extraño, dado que se han documentado anuncios en prensa de la época ofreciendo «permisos de 5 días en Madrid a quien lograra cazar 50 ratas».
Restos hallados
Las últimas dos estructuras objeto de estudio cubrían la posición de Las Riscas, más al norte. Son un nido de ametralladoras y un abrigo para tropa. Toda la zona fue «una gran punta de flecha en las líneas sublevadas del sector», en palabras de los arqueólogos, y está plagada de trincheras y fortines.
El estudio pormenorizado de lo hallado permite a los técnicos señalar diferencias entre las fortificaciones en ambos bandos de la guerra: los atrincheramientos republicanos se extienden por casi 100 hectáreas, y los franquistas, sólo por cuatro. Además, los primeros «bebían de la doctrina de la Gran Guerra» y se centraban en grandes dispositivos lineales; mientras, los segundos seguían el modelo africanista aplicado en las campañas de Marruecos: en lo alto de cerros en posiciones tipo erizo.
Otra diferencia está en las condiciones materiales en que vivían: las tropas franquistas contaban con más restos de comida, mientras que en las posiciones republicanas apenas se encuentran latas y algún hueso de cáprido o ave: su alimentación parecía consistir en las «píldoras del doctor Negrín», como los soldados llamaban a las lentejas.