Guerra entre dos naves okupadas por familias con decenas de niños en Torrejón
Los vecinos denuncian ruidos y peleas en un viejo polígono industrial de la zona sur, rodeado de modernas urbanizaciones
Torrejón de Ardoz (Madrid)
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Iniciar sesiónBasta un pequeño paseo para encontrar el rastro de las últimas naves okupadas: una mujer rellena varias garrafas en la fuente del cuidado parque de Las Estrellas, las carga en un carrito de color negro y emprende el camino de vuelta. Cruza dos calles, ... pide un cigarro y empuja la pequeña puerta metálica del número 37 de la calle del Grafito, en la zona sur de Torrejón de Ardoz. Minutos después, tres niños andan tranquilamente hasta el mismo portón, que la propia aguadora ha dejado entreabierto. La hora sorprende. «Deberían estar en el cole», murmura una vecina. Pero el cole, en este inmueble habitado por varias familias de etnia gitana, no parece ser una prioridad.
La usurpación de dos naves contiguas en la citada vía ha resucitado viejas rencillas. Corría el inicio del verano, cuando mujeres y pequeños irrumpieron en el espacio. Era viernes. El sábado, la Policía tocó a la puerta y comprobó la extraña situación. Los hombres tardaron días en llegar. «No sabemos por qué lo hicieron así. Si fue para evitar que los echaran», recuerda un trabajador de la zona. Sea como fuere, los okupas tomaron los espacios, primero unos, luego otros y así hasta completar un nutrido grupo de personas. «¿La cifra? Ni idea. Pero fácil hay quince chiquillos que viven ahí, además de los mayores», apunta otro morador, consciente de las molestias generadas.
Primero, los ruidos. «Hay días que salen a la puerta, se ponen a tocar las palmas y no paran hasta las 2 de la mañana», advierten algunos de los afectados. Después, las peleas con miembros de otro pabellón usurpado a menos de 300 metros. La última y más grave tuvo lugar la noche del pasado 5 de octubre, con una decena larga de implicados y al menos dos coches abollados. En un vídeo, al que ha tenido acceso ABC, se observa parte del revuelo a las puertas del enclave. Fue tal la tensión desatada, que la Policía tuvo que personarse dos veces para evitar que el enfrentamiento pasara a mayores.
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Dentro del perímetro exterior de la supuesta nave rival, en la calle de Pirita, se acumulan muebles, sillas, sofás y otros enseres en estado de abandono. Y tras el hueco de la puerta del antiguo almacén se aprecia un coche, una furgoneta, juguetes tirados por el suelo y restos de basura. «A veces hay ropa tendida, pero no se dejan ver tanto como los otros», compara un joven, afincado entre los dos puntos del litigio. El motivo del mismo solo lo saben ellos. «Al principio de la okupación en Grafito, bajó uno con un martillo e intentaron atropellarse entre ellos», incide el mismo testigo.
Absentismo escolar
En una de las naves de esta última calle, un cartero toca a la puerta. Nadie abre, pero una niña llama su atención apostada en la ventana de la planta superior. «Los menores sí que están escolarizados, otra cosa es que vayan a diario a clase», sostienen los vecinos consultados. El trasiego de personas que acuden unos días a dormir y luego desaparecen hace sospechar a estos de la posibilidad de que «estén alquilando habitaciones», un extremo que este periódico no ha podido confirmar. Enganchadas a la luz y sin aparente suministro de agua, varias de estas familias mantenían (al menos hasta el final del verano) una pequeña piscina detrás de una de las puertas de acceso para vehículos.
La titularidad de Grafito, 37, es privada. La parcela presenta un total de 1.115 metros cuadrados, de los cuales 937 son de superficie construida. Su origen data de 1973 y alberga un enorme almacén en la planta baja (885 metros cuadrados) y pequeñas estancias destinadas a oficinas en la primera (50). La contigua, en el número 35, es prácticamente idéntica: 1.097 metros cuadrados (930 construidos) y una oficina extra a pie de calle. El 39, esquina con la calle de la Circunvalación también estaría okupado, si bien los pobladores más longevos aseguran que el pequeño núcleo que allí vive desde hace años no ocasiona molestia alguna.
Al otro lado del particular tablero, en Pirita, la nave repleta de quincalla y abierta de par en par no llevaría más de dos años usurpada. Las dos siguientes, pegadas a la propia calle de Grafito, permanecen cerradas, aunque el grueso de desperdicios acumulados entre la valla exterior y los inmuebles anticipan que estas también podrían estar habitadas.
Los peligros derivados de esta problemática saltaron a la opinión pública después de que el 20 de agosto un incendio en otra nave usurpada, en el que murieron dos personas, escondiera en realidad un asesinato machista. Fue un vecino el que alrededor de las 3 de la madrugada dio la voz de alarma al observar el fuego en el espacio, ubicado en la calle de Guadalajara, donde dormía Esther, de 20 años, y un amigo recién llegado de Valencia. Pese a que en un primer momento se pensó que su origen era accidental, las averiguaciones de la Policía Nacional hicieron dar un giro radical al caso: en primer lugar, se localizaron diversos focos, lo que hacía indicar que las llamas habían sido provocadas; y a ello se añadía la presencia en las inmediaciones de un hombre de 31 con el que la mujer había mantenido antes una relación sentimental.
La frialdad del arrestado quedó registrada ante las cámaras de televisión al presentarse a la mañana siguiente como un mero testigo. Llegó a reconocer que Esther era su novia y el otro chico era amigo en común. Según su relato, los tres estaban consumiendo hachís y él en un momento dado se marchó. Pero la investigación reveló que el sujeto subió hasta la segunda planta y presuntamente prendió fuego en diversas puntos, asegurándose de que los fallecidos no pudieran escapar.
Patrullaje preventivo
En la misma calle de Guadalajara, los residentes ya denunciaron la usurpación de varias naves en las que malviven varios individuos. Esta circunstancia, que se repite en otras zonas industriales de la localidad, ha motivado una especial vigilancia desde hace tiempo por parte de la Policía Local. Así, en noviembre de 2021, el Cuerpo pudo evitar la entrada en un almacén de una supuesta mafia que pretendía realquilar el espacio como vivienda. Los agentes se toparon con un sujeto en actitud sospechosa que al percatarse realizó una señal.
El mensaje iba dirigido a los ocupantes de un vehículo estacionado, en el que escondían un 'gato tijera' con restos de pintura del mismo color que una verja cercana que había sido forzada. Ante este panorama, no es de extrañar que el ayuntamiento haya aprobado en los presupuestos de este año la creación de una oficina de apoyo a las comunidades con viviendas okupadas.
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