Guantes Manchados de esperanza en Usera
Un proyecto de boxeo en el barrio de Almendrales ayuda a encauzar vidas en una zona marcada por el conflicto entre bandas y el absentismo escolar
Kickboxing: el deporte que te enseña a defenderte mientras te pone en forma
En un lugar recóndito del barrio de Almendrales, en el distrito de Usera, Fidel Oliván (Zaragoza, 1993) saluda con una sonrisa a los chavales que van entrando, bolsa al hombro, en un local de paredes blancas desteñidas donde se respira el aire de los viejos ... gimnasios neoyorquinos. En realidad, este espacio se convierte en un oasis de esperanza, ubicado en zona limítrofe de conflicto, ejerciendo de salvación en un área que es trinchera de guerra de bandas juveniles. Allí se instaló, en la asociación vecinal La Mancha, el proyecto social Guantes Manchados, que cumplió recientemente cinco años, y en el que más de 400 alumnos ya han podido conocer de cerca el boxeo. Unos se quedaron, otros volaron, pero claro está que desde que uno pasa por allí ya no es el mismo.
«A algunos les ha servido para encontrar trabajo e incluso pareja en una velada 'interclub'. O alguna madre me ha parado para decirme que cómo le ha cambiado la vida a su hijo, porque de puertas para dentro le ha disciplinado un montón», cuenta a ABC Fidel, uno de los fundadores y el motor que hace operativa esta iniciativa.
«Aquí he visto cambiar a mucha gente, yo, por ejemplo», dice entre risas Alejandro Serrano, técnico de imagen y sonido, que lleva medio año acudiendo a las clases. «Soy una persona muy impulsiva y el deporte, el contacto físico, me viene muy bien para el estrés, las frustraciones que tengo, cojo el saco de boxeo y suelto todo. Los problemas se resuelven desahogándote», precisa este joven.
Las heridas, que van por dentro en muchos de los alumnos, aquí cicatrizan con las manos en guardia. El enfoque es diferente al de otros gimnasios. No se busca dejar fuera de juego al rival, se noquea lo intangible, los pensamientos turbios. «Aquí no vengo para ser boxeador, ni ser el mejor, sino a hacer deporte y pasar el rato. Al ser un deporte agresivo, te sirve para descargar, para encarar nuestras vidas más tranquilos. Se necesitan más sitios como este en Madrid», explica Luis Enrique Quiñón, después de tres años yendo a las clases.
Tal es el lugar de encuentro, de respeto, que han llegado a participar en las sesiones de boxeo dos chavales de bandas rivales, creando un espacio de convivencia. «El impacto es muy positivo, no conocía el boxeo hasta que vine aquí. Me parecía una cosa bárbara, lo empecé a practicar y ahora me encanta. Es una actividad fantástica para los jóvenes del barrio. El boxeo transforma vidas, he visto cambiar a la gente de actitud aquí», señala Sergio de Isidro, uno de los entrenadores voluntarios.
«Me gusta mucho el boxeo porque es muy democrático en este sentido, siempre hay alguien que sabe más que tú y que te va a bajar los humos. Esas cosas ayudan mucho a cambiar esa imagen que se tiene de este deporte. Además se puede practicar siempre sin agresividad, más pautado, al punto, menos de cascarse», precisa Fidel, quien estuvo cerca de tirar la toalla por tener que asumir mucha carga del proyecto pero, tras una llamada de emergencia, logró reunir un buen grupo para que todo fuera hacia adelante.
«La población es muy heterogénea, hay chavales muy jóvenes e incluso abuelos que han venido con el nieto, hay gente que proviene prevención de bandas, de pisos tutelados… Pero la clave está en que tenemos perfiles muy diferentes. Han pasado más de 400 alumnos en estos cinco años», explica el 'capitán' de esta aventura.
Canalizar la violencia
Alicia, de 28 años, se encuentra desempleada estudiando un curso de técnico de emergencias sanitarias. Ella conoció el boxeo más a fondo en la asociación cuando acudía a baile y desde entonces no hay semana que no se ponga los guantes. «Me ayuda a estar más en forma y me genera una disciplina que es muy buena. Tenía una idea completamente equivocada del boxeo, de que solo se trabajaban los brazos, pero se ejercita todo el cuerpo. El proyecto es envidiable para cualquier otro barrio, una oportunidad para canalizar la violencia que viven en otros espacios, a través de un deporte que te aporta valores», asegura esta participante.
Lo cierto, relata Fidel, es que Guantes Manchados es una excusa, una manera de emplear el boxeo para hacer otras cosas: fomentar la participación en asociaciones, mover una zona que está muy degrada por las bandas y el absentismo escolar. Y, personas que en otro lugar no conocían la disciplina, han entrado en vereda entre las cuatro paredes de la asociación, tanto que desde la creación del proyecto, «no ha habido que expulsar a nadie». La puerta se cierra, los sacos se cuelgan, los guantes se enfundan. Unos guantes manchados, sí, pero de superación y esperanza.
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