La Gran Vía, juguete nocturno
Tres, dos, uno... ¡Noche! Comienza el festival del juego y la cultura. La quinta edición de La Noche en Blanco viene hoy cargada de propuestas de todo tipo en la que usted y la ciudad son los verdaderos protagonistas
El eje Cibeles-Gran Vía-Callao se desperezará cuando el sol se acueste, al llegar esta noche, convertido en una enorme sierpe lúdica y cultural. La quinta edición de La Noche en Blanco, la de la participación y la transgresión, ya está aquí. Disfrazadas de ... música, atracciones, performances, ecologismo y mucho, pero que mucho «feed back» ciudadano, 212 propuestas de todo tipo agitarán un cóctel de experimentación y necesario desconcierto. De la cabeza a la cola, estas son las paradas fundamentales del tren de la diversión.
Las nueve de la noche puede ser una buena hora para empezar a «hacer juego» (filosofía de esta edición) en la galería de cristal del Palacio de Cibeles, sede del Ayuntamiento. Allí, el «Arco Iris Doble» de Prada Poole ilumina la noche para que ésta se vuelva día, paradójicamente, como señala su propio autor.
Ya con los sentidos a flor de piel, en el exterior de la plaza y a partir de las once, Paco Clavel y Luz Divina, los Hermanos Pizarro, Diego A. Manrique e Íñigo Munster organizan una «verbena» al aire libre, como le gusta llamarla a la Basurama, colectivo encargado del comisariado invitado de las 21 principales propuestas. Música anterior al rock, para todas las edades, con dos pantallas que proyectarán imágenes sobre la memoria de la ciudad («Archivo postcapital: Madrid», de Daniel García Andújar) . Niños, mayores, carrozas y modernos tendrán el privilegio de bailar al son de estos «arqueólogos» de la música.
Si, además de música queremos meternos un poco de miedo en el cuerpo, sólo hay que acercarse al Palacio de Linares, sede de la Casa de América. Hasta la medianoche, hora bruja, una actividad participativa invita a «perderse» entre sus salones de ecos fantasmagóricos. Pero la plaza da para más: en su tercer vértice, dentro del programa de literatura, ofrece «La poesía militar en la historia» (Cuartel General del Ejército), de 21 a 23 horas.
Gran Vía y Callao
En el ombligo de la centenaria arteria está también la parada más llamativa de esta edición de La Noche en Blanco. Es esa «plataforma de diversión» titulada «Gran Vía/Gran Obra», que el colectivo Zuloark instala entre la Red de San Luis y la plaza del Callao. Un enorme cartel sustentado por dos grúas franquea la entrada a una construcción entre futurista e industrial que juega con las formas y los volúmenes. Extraordinarios subibajas, toboganes de competición y columpios infinitos, aderezados con huertos urbanos, que sirven de atracciones espectaculares en un entorno totalmente sacado de contexto. El sortilegio de jugar con la ciudad en estado puro en una actividad que promete ser la más multitudinaria.
Una alegoría al pasar de los cien años de la avenida, pero también de sus interminables obras, ya acomodadas como elementos imprescindibles, incluso con cierto encanto, de este trozo de Madrid. Esta propuesta se integra en la muestra «Laboratorio Gran Vía», organizada por la Fundación Telefónica y que —según los autores— «apuesta por un futuro imaginativo, visionario y utópico de esta calle centenaria».
La margen sur de la plaza del Callao es el punto donde se repartirán 5.000 papeleras que ayer fueron alfombra para San Isidro. Pero aquí también hay que jugar: encestar una bola de papel en el cubo supondrá poder llevárselo a casa. Por todo el centro pulularán 25.000 Albertos Santander (realmente, caretas con su rostro), ese chaval que pasó de militar a estudiante de enfermería hasta convertirse en «madrileño del año».
Al otro lado, la plaza de la Luna. Se convertirá en una especie de punto de encuentro y asueto, domesticando sus aristas de enclave enmarcado en un lumpen de creciente marginalidad. Aquí los vecinos juegan un papel importante, como en las otras cuatro plazas objeto de esta reinterpretación urbana: Lavapiés, Tirso de Molina, Dos de Mayo y Comendadoras. La de la Luna, alfombrada de verde hierba y esquejes, estará ablandada para una ciudad y unos vecinos que piden a gritos un Madrid más amable... las 365 noches del año.
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