El Mentidero
Por favor, que se acabe el verano
Ahora, la isla es Formentera, y allí los Obregón no tienen choza para posados
La 'gauche tontín'
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Iniciar sesiónLa tribu sigue de vacaciones porque su verano es eterno y consiste en coger una media entre cinco y 27 aviones. Al final, la mitad de su tiempo lo pasan en terminales de aeropuerto, que en esta época suponen el último reducto donde todos, guapos ... y feos, se juntan. El verano es al final una tortura para los influyentes, porque pueden irse a Formentera cinco o seis veces en un mes y medio, con el consiguiente uso del avión otras diez o doce veces. Pero su huella de carbono la compensan siendo tan guapos como el puto amo, que ha pasado a engrosar las listas de los que ponen morro fino cuando se hacen una placa.
Durante esta época terrible de incendios y desgracias populares, algunos dirigentes públicos han salido de sus escondites para hacerse fotos y tirarse las culpas unos a otros. El que manda se fue de La Mareta para decir que el cambio climático es el culpable de los incendios que han provocado ya cuatro muertes e incontables penas. Ya han sido detenidos 33 cambios climáticos por provocar estos desoladores incendios gracias a que la Guardia Civil es un poco más precisa que el presidente y ha encontrado pruebas suficientes para encerrar a esos criminales que van por el monte echando gasoil y demás combustibles para propagar su maldad. Si la Justicia le echara un par de buenos argumentos, les metería tal paquete a todos estos cambios climáticos, que no les dejaba salir en décadas. Pero, bueno, ya se sabe que la mejor noticia para un gobierno que vive de los escándalos es que ocurran cosas terribles que distraigan su atención y así poder seguir con su hoja de ruta: volver a las vacaciones, como los influyentes vuelven a Formentera. Pero bueno, ahí está el fenómeno portavoz del Partido Popular llamando «pirómana» a la directora de Protección Civil, mientras luce un bronceado hortera que da un poco de grima.
El otro día paré en un quiosco y de nuevo, como lleva haciendo desde que Don Pelayo inició La Reconquista, Ana Obregón presentaba su verano e hijanieta en las páginas del Hola. Antes no había verano sin el baño de Anita en la costa de Mallorca, pero ahora la isla es Formentera, y allí los Obregón no tienen choza donde vender sus posados. De momento, porque dicen por la Costa de los Pinos que han puesto su casa a la venta aunque piden tal disparate que ni siquiera los más gastones, es decir, los que se compran una casa por decenas de millones de euros, la quieren.
Este gato se ha pasado las Fiestas en su casa, en Madrid, entre Las Vistillas, la Latina y Lavapiés. Salvo algún actor que debía haberle pillado el curro en la capital y algún que otro cantante de segunda división, no he podido ver a ninguno de la tribu. Ellos no veranean. Ellos viven. Y viven donde les da la gana o donde se los llevan las marcas que tanto dinero pagan por sus publicaciones en redes. Por eso ansío el momento en el que podamos volver a tener las alfombras rojas en Madrid, a los porteros con cara de asesinos negando el paso a los mortales, a los servidores de canapés pidiendo una foto con sus ídolos y a todos los reporteros desquiciados porque, como pasa con la comida china o algunas cadenas de restaurantes, todo se parece demasiado o tiene le mismo sabor.
Me cuentan que, en una de las aventuras en barco de vela, que una muy conocida marca ha tenido el detalle de flotar (adivinen dónde. Sí, ahí), los invitados al exclusivo plan tuvieron el clásico mareo de quien navega menos que una secuoya en el monte. En mitad del plan, justo cuando estaban repartiendo relojes de alta gama junto al paquete de cortesía (toalla, bañador, gafas de sol y libreta con boli), se pusieron a vomitar en cadena dejando la cubierta como el suelo de una rave después de tres días de botellón. Lo divertido es que fue en cadena porque no todos se marearon. El primero vomitó junto al segundo y éste, por el asco o por tener medio estómago de su compañero en el pie, se puso a devolver sobre la mesa del barco. Ahí se formó la mundial, porque junto a los regalos estaba también el aperitivo, que se convirtió en la mesa de un parvulario porque todos fueron contagiándose el horror y terminaros dejando el orgullo de la marca por los suelos. Lo peor de todo es la factura que pagaron para que fueran a potar en una cala de ensueño. Y las empresas deseando también que se acabe le verano.
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