La foto de unos obreros en un rascacielos de Madrid que se adelantó a la del Rockefeller Center
HISTORIAS CAPITALES
Los albañiles desafían el vértigo sobre una viga en la década de los 20 del siglo pasado durante la construcción del Edificio Telefónica
Obreros trabajando en la construcción del Edificio Telefónica, en la Gran Vía madrileña, en 1928
Hay una imagen icónica que todos tenemos en la retina: la de un grupo de albañiles sentados indolentemente sobre una viga metálica mientras fuman, beben o comen, a decenas de metros de altura, colgados literalmente del cielo de Manhattan. La fotografía de estos obreros ... que construían el Rockefeller Center de Nueva York se tomó el 20 de septiembre de 1932. Varios años antes, en Madrid se había tomado una foto similar: desde el que era entonces el mayor rascacielos de la ciudad, aún en construcción, el edificio Telefónica de la Gran Vía.
En la imagen de la capital de España, los obreros están también desafiando al vértigo, y uno de ellos incluso se pasea por la viga -tan estrecha que apenas caben sus pies- con la naturalidad del que pisa una alfombra mullida. Y eso que su indumentaria parece cualquier cosa menos cómoda: llevan chaqueta y chaleco, y una gorrilla en la cabeza. Fue tomada en 1928.
Hay, no obstante, fotos anteriores tomadas en la gran manzana y con la misma temática. Pero como señalaba la crónica de ABC de la época, «las revistas yanquis nos han aturdido durante mucho tiempo con la visión agobiadora de sus operarios a horcajadas en las vigas férreas de sus construcciones a cientos de pies de altura. Y ahora resulta que idéntica proeza ejecuta cualquier peón de albañil de nuestras Vistillas. Helos ahí paseando su buen humor a 70 metros del suelo, por el esqueleto del palacio que la Telefónica Nacional está construyendo en la Gran Vía madrileña».
El edificio de Telefónica se construyó entre 1926 y 1929, bajo proyecto del arquitecto Ignacio de Cárdenas Pastor. En la publicidad que la propia compañía encartaba en la prensa, señalaba que tendría 2.280,60 metros cuadrados de superficie total, una altura de 88 metros y una armadura metálica en la que se emplearían más de 3.000 toneladas de hierro. En ello colaboró el constructor vasco Hormaeche, que también fue pieza clave en los inicios del Metro de Madrid y en otros edificios clave como el Palacio de la Prensa. Cinco pisos del inmueble se destinarían a las 40.000 líneas telefónicas automáticas. Desde el edificios, y antes de que estuviera concluido, Alfonso XIII realizó la primera llamada telefónica transoceánica, conversando con el presidente de los Estados Unidos, Calvin Coolidge.
Un vistazo a las cifras públicas y publicadas de la época permite hacerse una idea de cómo eran las condiciones de vida y trabajo de aquellos obreros que tan valiente o inconscientemente desafiaban a la gravedad encaramados sobre las vigas del que durante un tiempo fue el primer rascacielos madrileño. Un informe presentado por la comisión sobre la carestía de la vivienda y la crisis de la edificación, en los primeros años 20 del siglo pasado, señalaba que albañiles y carpinteros de armar eran «el bloque más numeroso de obreros de nuestra industria», y trabajan «ocho horas y media» diarias, por un jornal que en 1915 era de 5 pesetas y en 1923 de 10 pesetas.
Odiosas comparaciones
En un repaso a otras naciones, la situación de los albañiles madrileños no quedaba muy bien parada: «En Londres, por una semana de 48 horas, el sueldo era de 80 chelines. En Amsterdam, de 44,80 florines. En Berlín, de 84.000 marcos. En Bruselas, de 150 francos. En Cristianía, de 76,80 coronas. En Madrid, de 60 pesetas. En Nueva York, de 60 dólares. En Ottawa, de 40,80 dólares. En París, 168 francos. En Praga, 187 coronas. En Estocolmo, 64,80 coronas. En Viena, 366.240 coronas. En Varsovia, 211.056 coronas».
La propia publicación hacía una extrapolación de los datos: tomando el salario de Londres como el 100, «resulta que un albañil, por el mismo trabajo, recibe en Nueva York, 289; en Ottawa, 235; en Estocolmo, 98; en Varsovia, 83; en Cristianía, 83; en Bruselas, 67; en París, 66; en Praga, 62; en Berlín, 57; y en Madrid, 49». La conclusión de los redactores del informe no podía ser otra: «El albañil de Madrid obra en moneda nutritiva la mitad solamente de lo que recibe el compañero inglés, y menos de la quinta parte de lo que recibe un albañil americano». Eso, hace ahora cien años. Si ya lo decía el Eclesiastés: «No hay nada nuevo bajo el sol»...