La flor «okupa» del medio ambiente madrileño: el reto de exterminar al as de la supervivencia
La Comunidad de Madrid trabaja en la erradicación de la Ludwigia grandiflora de Arroyo Meaques desde 2020. Su peligro se encuentra en la elevada capacidad de extensión y de desequilibrar el ecosistema
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Una capa de flores amarillas y hojas verdes tapiza el agua en Arroyo Meaques, un pequeño humedal que hace de límite entre Pozuelo y Madrid, y que se sitúa a escasos metros de la Ciudad de la Imagen. Sin embargo, lo que comenzó como ... una limitada y bonita mancha de tonalidades muy vivas, se expandió rápidamente y cubrió buena parte de la laguna. Se trata de la Ludwigia grandiflora, una de las especies invasoras más peligrosas que existen y que resulta ser una verdadera fiera de la supervivencia, haciendo de su eliminación una verdadera pesadilla.
La llegada de la Ludwigia, conocida comúnmente como Duraznillo de agua, es una incógnita, aunque las sospechas llevan a que, al igual que sucede con todas las especies exóticas invasoras, han sido introducidas a otro país por actividad humana -esta planta sirve de ornamento en estanques y jardines- y se acaban adaptando para vivir con las especies autóctonas. Esta planta invasora, de origen suramericano, llegó a oídos del Área de Medio Ambiente de la Comunidad de Madrid en 2020. Desde ese momento, los técnicos han estado trabajando en su erradicación.
Existen varios aspectos a considerar en cuanto a este vegetal. Entre ellos se encuentra la facilidad con la que es capaz de extenderse y ocupar grandes superficies. Su principal peligro se encuentra a nivel ecosistémico puesto que alteran su equilibrio al competir con otras especies autóctonas, provocando de esta manera el declive de estas últimas.
«La Ludwigia es una de las plantas acuáticas más invasoras que hay». Esto se ha podido comprobar en Pozuelo de Alarcón. «Era muy poca la extensión que cubría en 2020, pero al año siguiente nos dimos cuenta que era invasora total», explica a este periódico Ismael Pérez, jefe de servicio de especies protegidas de la Comunidad de Madrid y responsable de estos trabajos.
La otra cuestión que resulta preocupante son los problemas que puede llegar a carrear. Su capacidad de expansión afecta también a la fauna y flora cercana, puesto que acaba asfixiando a la vegetación local. «Esta planta cubre la superficie de manera que que no deja entrar luz dentro del agua y esto es muy necesario para la biodiversidad», continúa Pérez.
Dañino para el ecosistema
Los organismos que existen en España están adaptados a las plantas que conocen, por lo que se ignora «si son capaces de servirles de alimento al resto de especies, si pueden afectar al arroyo y, sobre todo, qué es lo que puede acarrear a nivel de conservación», determina. Por todos estos motivos, la Ludwigia grandiflora está catalogada como una especie invasora, tanto a nivel nacional como europeo, y considerada peligrosa.
El valor de este punto de Arroyo Meaques se encuentra, además de su cercanía a la capital, en la diversa fauna que ahí habita, tal y como asegura José Antonio Esteban, que forma parte de la asociación vecinal cercana. Los residentes de esta zona siempre han estado comprometidos con la protección de la misma que, hasta llegada la pandemia, era un sitio bastante desconocido. «Como no se nos permitía ir a Casa de Campo, los vecinos descubrieron este lugar y ahora sí que se ha convertido en un espacio común para que las personas den paseos», determina Esteban.
Los trabajos de exterminio llevados por la Consejería de Medio Ambiente resultan ser un calvario, por una parte porque resultan ser «auténticas bestias de la supervivencia», pero también porque la experiencia que tienen los técnicos de este tipo de plantas es «escasa». La maquinaria pesada o el ácido acético han formado parte de la lista de los distintos métodos llevados a cabo en los varios intentos de erradicar esta planta a lo largo de los últimos años.
En 2021, la Comunidad de Madrid comenzó a tratar esta problemática con un retroexcavadora. «Nos pusimos a quitar planta junto a las raíces. Estábamos muy contentos con el resultado», indica Ismael Pérez a ABC. Sin embargo, al año siguiente se llevaron una decepción: había aún más. Esto se debe a que esta especie se reproduce por fragmentos de la misma, «tú coges una planta, la cortas en cinco y la dejas en el agua otra vez y ya tienes cinco plantas de manera muy sencilla», explica el responsable de la Comunidad de Madrid.
Además, contaban con una situación desfavorable debido a que, para la introducción de esta retroexcavadora, las riberas se quedaron sin árboles. Por su parte, el Ejecutivo regional mostró la intención de reforestarlo.
Al ver que esto no solo no disminuía la presencia de la Ludwigia grandiflora en su espacio, sino que aumentaba su alcance, decidieron acudir a expertos. Estos les aconsejaron usar ácido acético diluido. Durante las primeras semanas de actuación de los operarios de la Comunidad de Madrid, se ha extraído un peso aproximado de 10 toneladas.
El año pasado iniciaron una experiencia con esto. Al principio, la planta se quemaba y se quedaba marrón y los técnicos de este área pensaban que «habían acabado con la planta», tanto desde dentro como desde fuera. «Las plantas invasoras son bestias de la supervivencia», explica Pérez. Sin embargo, este método tampoco dio con sus frutos, puesto que con esto quemaron las hojas y no llegaron a los tallos.
Tras estos intentos, la Dirección General de Biodiversidad y gestión Forestal ha aprobado un contrato menor de obra -que cuenta con una inversión de 42.593,31 euros- para el control de esta planta exótica invasora. Ismael Pérez considera que para una erradicación completa de esta planta, harán falta «al menos dos años más».
Una superficie aproximada de 18.000 metros cuadrados será tratada para aplicar ácido acético, para retirar manualmente la planta y secarla al sol y solarizar parte de la zona de actuación mediante una lámina de polietileno, que evitará que llegue luminosidad al vegetal, sometiéndola a altas temperaturas.
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