Críticas a la taberna 'Garibaldi' de Pablo Iglesias por las fotos 'fake' de su carta

En este bar de aspecto tradicional madrileño, muy cerca de Antón Martín, se mantiene aún la estética de azulejos cromados, una decoración muy castiza y propia de los barrios más céntricos que conserva, además, el letrero de 'salón de peluquería', el negocio original con el que en su día abrió sus puertas.

Parece, por tanto, todo medido al milímetro para una buena presentación. Sin embargo, Pablo Iglesias ha fallado en un punto estético que no ha pasado para nada desapercibido a ojos del gran público: las fotos de la carta y del interior de la taberna en la página web de la misma.

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P. R. R.

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Ha sido a través de la red social X donde un usuario ha levantado la liebre al comprobar que las imágenes de los platos que ofrece el bar de Iglesias son 'fake'.

Fotos de un banco de imágenes que evidentemente no se corresponden con lo que después se va a servir en la decena de mesas que se distribuyen en la sala.

Tampoco el aspecto del interior se corresponde con lo que uno se encuentra cuando cruza las puertas del establecimiento.

Una simple incursión en Google empleando la herramienta de buscador de imágenes devuelve idénticos resultados utilizados en todo tipo de restaurantes alrededor del mundo, como apuntaba el usuario de X citado.

Nada más acceder a la web de la 'Taberna Garibaldi', scroll mediante, nos encontramos algunos de los platos estrella; a saber, la 'insalata Garibaldi', la 'brigada Garibaldi', la tosta que también lleva el apellido del local y los 'espaguieti al funghi'. Todos ellos, sacados de bancos de imágenes sin opción de saber, salvo que acudamos al negocio de Iglesias, si será así o no lo que nos encontraremos en nuestro plato.

Esta chapuza estética ha generado un eco extra en una taberna que tenía todos los focos puestos en el día de su inauguración y que ha estado en boca de todos desde que se anunciara la faceta de emprendedor del exvicepresidente.

No en vano, ya incluso sin abrir sus puertas, sufrió actos de vandalismo de corte anarquista por el nombre de uno de sus cócteles: el Durruti.

Comienza así la nueva vida del que fuera impulsor y líder de Podemos, una taberna que no es para todos los públicos, donde a los platos veganos se les denomina 'No me llames ternera' y los cócteles van del Che a la Pasionaria.