El crimen del envenenado con arsénico de la calle Jacometrezo
Historias capitales
Un dentista, una mujer, su suegra y un primer marido protagonizaron el truculento suceso
El sótano asesino de la taberna de la calle Manuel Carmona

Un crimen horrendo, que daría sin duda hoy en día para uno de esas series del género 'true crime' que tanto gustan en nuestros días, es el que tuvo lugar en diciembre de 1914 en una vivienda de Madrid. Más terrible aún cuando se ... supo del suceso por la propia boca de uno de sus autores, que no pudo resistir el peso de la conciencia y confesó, dos años después, ante la autoridad competente. El confeso fue un dentista, Ramón de los Santos Marracho, y la autora material, según apuntó, su mujer, María de los Ángeles. El muerto era el primer esposo de la señora. Y la causa de la muerte, un veneno.
El suceso hizo correr ríos de tinta, y se ocuparon de él la práctica totalidad de los periódicos de la época. No es para menos, tanto por la espectacularidad del siniestro como por la manera en que se conoció: a última hora de la tarde de l16 de diciembre de 1916, el dentista llegó a la Dirección General de Seguridad pidiendo ver al jefe, y ante él aseguró que era autor de un gravísimo delito que cometió en complicidad con su mujer.
El finado era Dionisio Pérez Alegre, que murió envenenado con una sustancia, arsénico, que facilitó el dentista a su mujer, que se lo solicitó. Detrás, hay una historia de pasión, celos y deseo desbocado. Ante el juez, Ramón de los Santos confirmó los hechos.
La relación entre María y Ramón comenzó hace ocho años en la capital, cuando se conocieron e iniciaron relaciones. «Se hablaban», como se decía en la época. Pero luego riñeron y se distanciaron, y en ese tiempo, ella conoció a Dionisio y se casó con él. Años más adelante, Ramón volvió de Cuba, donde se había desplazado, y comprombó que donde hubo llamas seguía habiendo rescoldos: retomó la relación íntima con su antigua novia.
A medida que esta avanzaba, el marido se convirtió en un problema y un obstáculo a eliminar. Y así fue como convinieron su envenenamiento, con una dosis de arsénico. Su fallecimiento no sorprendió a nadie, puesto que sufría de tuberculosis en fase aguda.
Esta es la historia; luego viene la intrahistoria, las pequeñas miserias que rodean el asunto. Como la relación a tres entre Ramón, su mujer -con la que se casó tras enviudar ella de Dionisio- y la madre de él, que vivía con la pareja y cuyo carácter, dominante y mandón, era un foco de discusiones frecuentes y violentas.



La prensa no dejaba de interesarse por el asunto, tan tremendo todo él que tenía fascinados a los periodistas. Se supo en los días siguientes que María de los Ángeles, interrogada por el juez, había confirmado que fue ella la que pidió a su actual esposo el veneno y quien se lo suministró a Dionisio, que era entonces su marido, en un vaso de leche, que le proporcionó en la calle donde vivían los cónyuges, en la calle Jacometrezo.
El cadáver fue exhumado al día siguiente, en el cementerio de la Almudena, para analizar los restos y confirmar la causa de la muerte. Los restos estaban en el cuartel número 55, manzana 23, letra D, en el primer lugar de la sepultura. El cuerpo fue trasladado al depósito del cementerio, donde los doctores Alonso Martínez y Moreno tomaron medidas del cuerpo, extrajeron las vísceras y algunos huesos del tórax para examinarlos, y recogieron parte de la tierra que estaba junto al cadáver.
Ella fue enviada a la cárcel de mujeres, y él, a la cárcel Modelo. Desde allí, hizo una entrevista con ABC, en la que los periodistas le encontraron «desmemoriado, incoherente», y les pareció una personalidad «abúlica y quizá inconsciente». incomunicado. No obstante, por el trato con él, le definieron como «un niño de 40 años», dominado toda su vida por una madre posesiva que le eligió una primera mujer cuando tenía solo 18 años, y luego le separó de ella. Una segunda boda, más adelante, fue abortada también por su progenitora. Su carácter «apocado, sumiso, cobarde, contrasta con el de la madre, mujer de gran energía, de voluntad dominadora», que mandaba sobre Ramón e intentaba hacerlo también sobre los demás. Y explicaba la crónica el drama familiar: «Al casarse Ramón con María de los Ángeles, la madre intentó hacer a ésta sentir la influencia que sobre el hijo tenía; pero María no era mujer que se dejara dominar. Ramón Marracho se vio entre dos caracteres fuertes y opuestos. Las dos tiraban de él que, tímido, asustadizo, sin voluntad para decidir ni carácter para imponerse, no encontraba solución».
MÁS INFORMACIÓN
Ante esta tesitura, y tras una bronca monumental entre suegra y nuera, Ramón se levantó por la mañana decidido a actuar, por primera vez en su vida: se fue a ver al juez para que éste le quitara de enmedio.
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete