Las chicas copian el consumo masculino de alcohol y cannabis
Un 60% de los jóvenes que trata Proyecto Hombre Madrid presenta a la vez un trastorno mental y otro adictivo
El Gobierno regional imparte talleres en los institutos para enseñar a los menores el peligro de estas sustancias
Narcopisos, sedantes y menores: alerta por el nuevo cóctel mortal
Madrid
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Iniciar sesiónLas menores y adolescentes en la Comunidad de Madrid toman cada vez más sustancias adictivas: «Copian el consumo masculino, sobre todo en la franja entre 14 y 18 años», relatan los expertos de la asociación Proyecto Hombre. Los resultados de su último estudio estremecen ... por esta dura realidad, en la que los porcentajes de chicas tomando cannabis o cocaína supera ya el de los hombres. Pero también por otra razón: un 60 por ciento de todos los jóvenes que están en tratamiento en esta entidad presentan, además de la adicción, un problema de salud mental (patología dual).
A la hora de estudiar las adicciones en la región, las situaciones son bastante diferentes entre los adultos y los adolescentes. Entre los primeros, las sustancias principales que les llevan a un tratamiento son el consumo de alcohol (en un 28,69 por ciento), la cocaína (un 21,64 por ciento) y la mezcla de ambas (14,84 por ciento). La adicción comportamental más común entre ellos es el juego patológico.
Sin embargo, entre los 13 y los 23 años, las sustancias de consumo más común son el cannabis y sus derivados (para un 46,58 por ciento de los que reciben tratamiento); seguida del alcohol (para el 33,97 por ciento), la cocaína (8 por ciento) y las benzodiacepinas (3,15 por ciento).
Por sexos, el porcentaje de chicas tratadas por adicción al cannabis es del 51,8 por ciento, frente al 45,6 por ciento de los chicos. En el caso de la cocaína, es la droga que las lleva a tratarse al 11,8 por ciento, y al 7,2 por ciento de los chicos. Y, en cuanto al alcohol, un 21,8 por ciento de mujeres reciben tratamiento por esta causa, frente a un 36,1 por ciento de varones.
Si apuntamos hacia las adicciones sin sustancia, las de comportamiento, la más común entre los y las menores fue por igual el uso inadecuado de las nuevas tecnologías: pantallas, móviles y redes sociales de nuevo están en el candelero.
Pero el dato que más preocupa a los técnicos de Proyecto Hombre es el elevado porcentaje que presenta patología dual: tienen al mismo tiempo un trastorno adictivo y otro trastorno mental. Más del 60 por ciento de los jóvenes que están en tratamiento la tienen. En muchos casos, la segunda se detecta cuando se acude a tratamiento a causa de la primera.
En estas ocasiones, ¿qué hay que tratar antes? Pablo Llama, psicólogo de Proyecto Hombre y experto en este tipo de situaciones, lo tiene claro: «El abordaje integral es muy importante, porque si no se queda un poco cojo. Tienen que actuar conjuntamente psicólogos y psiquiatras. Normalmente se empieza por la conducta adictiva, porque si se mantiene no se puede trabajar en el otro trastorno, que puede ser alimentario, depresivo, trastorno del control del impulso, etcétera», explica.
También han variado mucho los trastornos de comportamiento que crean adicción: las ludopatías desde cada vez más pronto, los videojuegos, engancharse al porno, el abuso de redes sociales… «Son fenómenos que acompañan a otros problemas», concluye.
Muy accesible
Entre los menores, según su experiencia, la sustancia que más se demanda es «el cannabis, seguida del alcohol». En este último caso, no suele haber peticiones de tratamiento por adicción al consumo de alcohol, «pero luego, una vez que se está en él, sale a relucir el abuso de esta sustancia en muchos casos», indica.
El mayor riesgo del cannabis está en «su accesibilidad: es sencillo de conseguir, su uso está relativamente normalizado y la percepción de riesgo al consumirlo es muy baja», cuenta Llama. Por eso, su nivel de consumo es muy alto para ser una droga ilegal: uno de cada cuatro jóvenes lo ha tomado. «Y en alcohol, los datos todavía son más altos», alerta.
Para intentar frenar esa ola de 'normalización', el Gobierno regional ha puesto en marcha una campaña concreta contra los porros; y talleres en los institutos de Secundaria para alertar a los jóvenes en la edad más delicada contra los peligros de un consumo que se vende como inocuo.
Los consejeros de Familia, Ana Dávila, y Educación, Emilio Viciana, participaron en uno de estos talleres, donde los chavales escuchan las explicaciones de una psicóloga y aprenden que lo que se publicita como una «experiencia que te hace alucionar» o «ver unicornios», como decían entre risas al principio, puede convertirse en una trampa de salida complicada.
Adriana, Diego y Leo, tres de los estudiantes de 14 años que participaron en este taller, explicaban después lo aprendido: «No sabíamos tanto; nos ha aclarado bastantes cosas». Entre ellas, «las consecuencias que puede tener fumar marihuana», como la depresión o la esquizofrenia. En su entorno, reconocen, «consume cannabis bastante gente, más de la que debería». Y no sólo marihuana, sino también sustancias más peligrosas, como la cocaína.
La psicóloga que les imparte el curso, Verónica Aguirre, sale contenta por «lo proactivos que han sido y las ganas de participar que tienen». Lo que más les sorprende, «porque no han pensado en ello, son los inconvenientes sociales y hasta laborales de estos consumos».
Estigma
No existe un perfil del menor que consume sustancias ilegales, aunque los que se tratan suelen tener «entre 13 y 23 años». En casi todos los casos, son chicos y chicas «que siguen estudiando y viven con sus familias». Las mujeres jóvenes, en opinión del experto, «tienden a copiar un modelo masculino de consumo: en tabaco y alcohol ya consumen más que ellos, y en cannabis se acercan».
Pero los varones toman más, y «el consumo problemático se da más en ellos». Sin embargo, «es más difícil que las mujeres den la voz de alarma», algo que el psicólogo relaciona con «el estigma que llevan las adicciones; históricamente, ellas han sido más juzgadas si consumen, y por eso tienden más a esconder las adicciones, y sus familias también».
Cuando finalmente se deciden a ponerse bajo tratamiento, «llegan muy dañadas», lamenta Llama. El punto fuerte de las chicas y mujeres, en cuanto a consumo se refiere, son las benzodiacepinas: «En tranquilizantes, ansiolíticos y otros medicamentos sin receta, casi doblan a los hombres en consumo».
La prevención y la detección precoz es esencial, y por eso los expertos recomiendan que los adultos «estén atentos a los síntomas que puedan indicar que un menor necesita ayuda profesional».
Entre ellos, indica Pablo Llamas, «hay que estar atentos a los cambios que no están explicados por una situación concreta. No debemos responder todo pensando que le pasa porque está en la edad del pavo; puede ser que esté sufriendo un acoso o tenga un trastorno, o una adicción».
Además, plantea que «hay que estar presentes, intentar hablar, comunicarnos con ellos». Y por supuesto, «no tener reparos en acudir a los profesionales si notamos algo raro; de forma habitual, las familias llegan tarde, con años de retraso. Que no se tenga miedo».
Insisten en que «no hay que decir nunca eso de: 'no estoy tan mal como para ir a…'; tienen que pensar que esto es como ir al médico de cabecera: cuando antes se pueda intervenir, mejor».
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