Chanel, pregonera del Orgullo: «Gracias a todos los hombres y mujeres que he querido por enseñarme a amar sin prejuicios»
Un público entregado asiste al discurso de la cantante, vestida para la ocasión con un ceñido traje arcoíris
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Iniciar sesiónEn Chueca o en las cercanías había que pasar por la plaza de Raffaella Carrà, con su azulejo vagamente trianero. Ahí es donde había que iniciar la ruta del día que Chanel se encargó de pregonar, como un hito o como un recordatorio ... de que tampoco somos tan malos en Eurovisión. Y la plaza de Raffaella Carrà aguantando la tormenta de la tarde y todo lo que viniera. Debe ser eso de la inmortalidad, que toma estas formas de azulejo contra los elementos.
Por la calle de Fuencarral, por Hortaleza, la gente iba y venía con ánimos renovados. De los balcones colgaban las banderas del Orgullo, las de siempre, y alguna trans. Aunque la cuestión no era ir a contar banderas sino a palpar una ciudad que vuelve a una de sus fiestas grandes.
Se notaba esperanza en la ciudad, y no por la venida de Isabel Pantoja, que era lo que Mariano y Diego querían palpar. El viaje desde Córdoba tenía ese fin, y si no es por las prisas del periodismo, el reportero hubiera escuchado 'Marinero de Luces' y 'Se me enamora el alma' en versión callejera. Se despidió a la pareja no sin antes preguntarle por Chanel: «Pues a mí no me parece mal aunque prefiero a la Rosalía». La concreción, para dos andaluces, era digna de admirar. Como tarde de julio, pleno verano, llevaban una prisa inopinada y no era plan de tenerlos encuestados bajo un sol inclemente. Y la esperanza era que volvía el Orgullo completo, con carrozas, con fiestas, sin ser un botellón.
Decía el poeta que el encanto estaba en la previa, y el encanto era qué diría Chanel, que parecía que el demás artisteo del programa de actos estaba de más, de teloneros.
Dando vueltas a la plaza de Pedro Zerolo, a los alrededores y a más alrededores, era cuestión de preguntar por las prohibiciones del Ayuntamiento de los conciertos en la plaza del Rey, las limitaciones acústicas y otras yerbas.
De eso mismo, de las limitaciones, se quejaba Roberto, de Barcelona, que venía a ver a Chanel e incidía en un elemento importante: «Nadie ha hecho más por España que Chanel. Chanel ha unido España», mientras seguía el prepregón por las calles cachondas de Chueca. Concretamente en la de las Infantas, trasera del escenario donde Chanel diría lo que tuviera que decir. Y apuntó Roberto que le parecía fatal lo de «los ruidos», y aún «peor» que «le quitarán los conciertos de la plaza del Rey».
En Barbieri, un taxista, con paciencia, adelantó a alguien que iba a aguantar la solana en la plaza de Pedro Zerolo llevando una silla como de enea. Y el abanico no sólo era un símbolo, también la solución de quienes andaban al sol, en la improvisada zona delante del escenario. Y se vio en el resol la silla de marras. O quizá otra. Y es que el 'fenómeno Chanel' tenía algo de fenómeno Lola Flores, nadie se la iba a perder aunque nadie sabía, tampoco, si iba a cantar y bailar. Y los que la seguían tampoco eran mancos en lo musical; Soraya y así. Sin embargo, había una tensión no resuelta en el ambiente. La gente quería que Chanel cantara.
Almudena de Logroño y el pelo corto y platino guardaba esa expectativa, con acento cantarín del Norte, de que Chanel cantase. Recordó «el beso lésbico» en Eurovisión de la eurovisiva como un hito, y a ciertas horas de la tarde, ya, Chanel iba adquiriendo temperatura de mito mientras que Almudena se preguntaba en voz alta las razones de la prohibición repentina de los conciertos en la plaza del Rey. «Mira quién gobierna en el Ayuntamiento, rico», y aceptó un abanico de propaganda que un sufridor asiático repartía.
Miserias de la espera
Tras los discursos de rigor de las asociaciones del gremio llegó la hora de Chanel. Y sí, antes se había pasado por las filas interminables, la megafonía decadente, los empujones en los que sin querer caía todo un botellón. Toda una fiesta.
Al alcalde Almeida lo pitaron con cánticos más o menos gruesos que llegaban a todos los oídos, frente a la dispersión de los altavoces que eran, en honor la verdad, como de fiesta de fin de curso infantil.
Y en esto que salió Chanel rompiendo las miserias de la espera. Salió emocionada, primero por el lugar, la «plaza de Pedro Zerolo», lo que constituía un «honor». Y fue, la intérprete, avanzando en su pregón. Breve, como se esperaba. Breve y lleno de contenido. El pueblo, al menos el pueblo que se juntó multitudinariamente en la plaza, custodiada por lo más granado de la Policía desde los tejados, le gritaron «ganadora» por Eurovisión.
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Chanel fue y se 'desnudó' ante la multitud. Confesó que en la infancia sufrió «bullying» y que para eso tenía el micrófono. Para que los que abarrotaban el espacio llevaran «el orgullo» al lugar que se merecen«. Todo lo resumió en un lema: »Visibilidad, orgullo y resiliencia«. Lo que le enseñaron »todos aquellos hombres y mujeres« que la educaron en »amar sin prejuicios«.
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