Treinta años de la Caracol: de ser un tablao precario de las hermanas de Esperanza Aguirre a elevar al cielo a Vetusta Morla
El periodista Nacho Serrano publica la crónica de las casi tres décadas de la emblemática sala madrileña con un triste interrogante como final
El ocaso de la Caracol
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Iniciar sesiónEn el corazón expansivo de Madrid, pegada a Lavapiés, tierra de gentrificación y multiculturalidad, se abrió hace casi treinta años una sala de conciertos, la Caracol, cima capitalina de eclecticismo en su programación, de Papa Roach a Navajita Plateá, en un ... carrerón ralentizado, haciendo honor a su nombre, por los numerosos incidentes burocráticos dignos de un angustioso 'thriller' escrito por Kafka. Todo esto se cuenta en 'Caracol: la historia real nunca escrita' (a la venta en Amazon por 17,80 euros, o 7 euros en versión eBook), de Nacho Serrano, periodista de ABC y coautor junto a José Manuel Alonso, el dueño de la marca, ahora con un final incierto, ¿adónde irá?
«Eso de thriller burocrático me parece súper acertado. La situación actual es que el propietario de la nave ha desahuciado a José. El plan del libro era haberlo presentado allí… El otro día José me estuvo preguntando si conocía algún local chulo para probar una nueva Caracol. Ahora, en donde estaba, hay una nueva sala: Villanos», nos cuenta Serrano sobre aquel mítico enclave, tipo fábrica, que daba un toque berlinés a la ciudad de las terrazas, y en donde cabían desde bulerías y witchhouse.
Alrededor de 6.000 conciertos, 4.000 artistas, 18000 horas de música en vivo y tres millones de espectadores a lo largo de tres décadas... Pero vayamos al principio, a la nave donde había montado un tablao flamenco precario, que contaba entre sus socias fundadoras con Piedad y Rocío Aguirre, hermanas de Esperanza Aguirre, de insonorización deficiente y pésima gestión a pesar de haber visto a las mayores figuras del jondo sobre su escenario. Navefénix se llamaba. Pero la mismísima Lola Flores, parroquiana, rebautizó el lugar apostando por Caracol, en homenaje a quien fuera su amante y compañero artístico Manolo Caracol. Pagando a tocateja, José cerró la operación con un maletín de billetes y se quedó la sala, en enero de 1995, tomando la decisión salomónica de mantener el mismo nombre.
Victoria Abril, el Rey Felipe VI incluso, Bibiana Fernández, Alejandro Sanz, Luis García Berlanga o Rossy de Palma, entre otros, pululaban por el local, y la relación de hostilidad con la policía, vecinos y políticos comenzó… ¡el primer día! No sería la última vez, obligándoles a cerrar hasta años para resolver los nuevos requisitos o papeleo. Un calvario burocrático como el propio Gran Wyoming reconoce en el prólogo, pues él también fue socio de un café-bar: «Enhorabuena por haber sobrevivido a los embates de la sinrazón».
En Caracol tocaron Antonio Vega, Aute, Jarabe de Palo presentando 'La Flaca', Placebo, Calamaro, Ella Baila Sola en su debut, Pablo Milanés, Manzanita o Radiohead, Queens of The Stone Age, Dover, Compay Segundo, Orishas, Mark Lanegan, Barón Rojo, The Cardigans, Estopa, Calexico, C. Tangana, The Damned, El Canto del Loco, Marduk, Taburete, Amaral, Vetusta Morla, Leño, Burning, Los Piratas o The Black Crowes. ¿Cuál sería el concierto más top allí?
«Creo que Vetusta Morla, porque ahí se inició la historia del indie de nueva generación, pues consiguieron el dinero para financiar su primer disco. También, Pablo Milanés cuando llega a España y se presenta en sociedad con Sabina. No hay que olvidar el concierto de Chavela Vargas. A nivel de convocatoria, diría que Radiohead o J Balvin, o las tres noches seguidas de C. Tangana con todo vendido y Rosalía en el público».
Por supuesto, no hay que olvidar la famosa polémica con el espectáculo del grupo nazi Valhöll-Dûm, que tocó finalmente, y que aquí se explica con detalle como los propietarios fueron engañados, aunque piden disculpas. Pero lo relevante es lo que dice Ramoncín al final: «En un país tan poco dado a respetar edificios, templos, lugares, un país que dejó que desapareciera algo como Rock-Ola para convertirse en un trastero, es encomiable que La Caracol se mantenga en pie». Una declaración dolorosa, porque la sala Caracol ya no existe. Pero intentará volver.
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