Caballería cumple 200 años: policías sin límites donde nadie más llega
La unidad más antigua del CNP se entrena cada día en la Casa de Campo para partidos de alto riesgo y festivales, la búsqueda de desaparecidos o incendios forestales
Detenido por asesinar a martillazos a un conocido en Vicálvaro

Octubre de 2016. Los alrededores del Santiago Bernabéu se convierten en un campo de batalla. Y no precisamente futbolístico. Decenas de ultras del Legia de Varsovia se enfrentan a más de dos mil policías desplegados por el partido de alto riesgo de Champions con ... el Real Madrid. La refriega acaba con trece hinchas detenidos y no pocos antidisturbios heridos. La cosa pudo acabar mucho peor. «Si no hubiésemos intervenido nosotros, habría sido un mal aún mayor...». Habla Cristina Vesteiro, 54 años y desde los quince enamorada de los caballos. Quizá fuera el destino, si es que existe, el que tenía preparado que fuera la inspectora jefa de la unidad más antigua de nuestra Policía Nacional, la de Caballería. Este septiembre, cumple doscientos años, solo uno menos que el Cuerpo, creado en enero de 1824.
Son las nueve y media de la mañana en las instalaciones de la Casa de Campo que estos policías comparten con otra unidad muy especial, la Canina. En las cuadras, Carmen se afana en arreglar las herraduras de Juguetón, un bellísimo alazán, pura raza española, que se presta muy calmado a la labor de esta sevillana del barrio de Torreblanca de los Caños. Policía, hispalense y la primera mujer, en estos dos siglos, en ser herradora de la Unidad de Caballería; poco más se puede pedir. Una policía a la que su jefa convenció hace poco más de un año en unirse a los 104 agentes que prestan servicio allí.
Reconocen que el suyo es un «trabajo muy exigente» a nivel físico, mientras 'lima' las pezuñas del animal agarrándolas a pulso. No son las diez de la mañana y Carmen ya suda chorreones, pero sin perder la sonrisa. Tarda una media hora en adecentar cada pata, dos horas para cada caballo. A su lado, Roberto, el maestro herrador, explica que cada casco viene de serie con la misma forma, pero que ellos luego la amoldan a cada pata, como si de una horma se tratara. Lleva desde 2007 en la unidad, y algo debe de tener trabajar allí que quien llega no se quiere ir.
Es complicado encontrar a una inspectora jefa que, como Vesteiro, hable de manera tan apasionada de su trabajo, pero, sobre todo, de su gente. Y eso se traslada al ambiente de las instalaciones de la Casa de Campo: «Es un orgullo para mí». Ahí se llega por vocación, tras pasar por la Academia de Ávila y solicitar ese destino en concreto. Luego, los agentes (de veintitantos a unos cuarenta años de edad) deben hacer un curso especializado en la Comisaría General de Seguridad Ciudadana («Hay que estar familiarizados con caballos, aunque el mejor curso es este», dice la responsable, en referencia al trabajo diario) y siguen formándose cuando ya están trabajando en la unidad. «A mí, como mando, me resulta muy satisfactorio, porque también hago trabajo operativo, estamos en contacto con la naturaleza y, además, hacemos deporte», apunta la jefa.
Cada animal hace binomio con el mismo jinete, para que se acostumbren el uno al otro, como una suerte de relación empática entre ellos. Cuentan con 86 equinos, entre los que también hay yeguas, a diferencia de lo que ocurre en la Guardia Civil y la Guardia Real, donde solo trabajan con machos. Su esperanza de vida es de unos 25 años. Y sí, confirman estos policías, la fama de animales nobles es real. Madrid cuenta con tres grupos (cada uno de 30 funcionarios) y un subgrupo de apoyo (con guarnicioneros, herreros, encargados de traslados y vestuario...); hay dos grupos más en Sevilla y uno en Valencia.
Lejos quedan en el recuerdo los celadores reales del siglo XIX, la antesala de lo que es ahora Caballería. Los animales son cedidos desde hace dos décadas por el Ministerio de Defensa, son pura raza española y son desbravados y preparados para el trabajo policial, durante dos años, desde que son potros.



En el campo de entrenamiento comienza ya a calentar el sol más de la cuenta. Un junio infernal y ahí están Juguetón, Centinel, Tesalia, Guerra, Inestimable, Jeribeque, Géiser... Deben salir, al menos, a caminar cada día y sobre el terreno muestran su capacidad policial. Trotan primero, con sus jinetes al lomo, en columnas de dos y de tres, dirigidos por el oficial al mando, que normalmente solo tiene que utilizar la voz o un gesto manual para hacer las indicaciones.
Cada equipo lo conforman seis unidades, «cuyo efecto ante la masa es muy intimidatorio», narra Cristina Vesteiro. Felipe es uno de los jefes de grupo que destacar por «ser un enamorado» de ese trabajo: «Siempre viene motivado, con ganas. Me encanta tener a gente tan entregada y apasionada».
La práctica que ofrecen es muy diversa. Por ejemplo, van en cuña directa (para abrir una multitud) o en forma de cuña inversa (para embolsar a una afición y pastorearla durante un concierto masivo o un partido de riesgo en el Bernabéu y el Metropolitano). Aunque Caballería no suele ir a manifestaciones, sí que estuvo presente en aquellas protestas violentas conocidas como Rodea el Congreso. Siempre trabajan con casco, aunque en las operaciones más complicadas utilizan el de intervención, que es como el de los antidisturbios. También pasan por aros de fuego, son sometidos al estrés de disparos y petardos, bengalas y hasta de banderas ondeando a su paso, para comprobar si se distraen con ellas.

La variedad de funciones de esta unidad en Seguridad Ciudadana es de lo más variopinta. Tan pronto son desplegados en festivales de música como Sonorama que en los Sanfermines y los incendios veraniegos de Galicia. Ahora, por ejemplo, trabajan en los distritos de Puente y Villa de Vallecas en prevención para atracos, tráfico de drogas y bandas latinas; o en la operación Verano, por el Retiro; comisarías locales como la de Aranjuez los requieren para vigilar los jardines de los Reales Sitios; participan en los desfiles del 12 de Octubre y del Dos de Mayo; en eventos para niños en la plaza de toros de Las Ventas e incluso están en las salidas por la puerta grande, como la reciente de Morante de la Puebla en San Isidro.
Recuerdan operativos como la caza en parques como El Calero del pederasta de Ciudad Lineal, en 2014; la visita del Papa Benedicto XVI en 2011; la boda de los Reyes, en 2004; el rescate de un hombre en un terraplén en El Pardo; y la búsqueda de desaparecidos, como la de la malograda deportista Blanca Fernández Ochoa en la sierra de Madrid. Su secreto, dicen, es «acceder a donde no pueden hacerlo otros compañeros o vehículos».
Y, por supuesto, las finales y celebraciones de las copas Libertadores, dos Champions y la de Europa (que se lo pregunten al jugador Dani Carvajal, cuyo padre trabaja en esta unidad).
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