El boom del alquiler de piscinas privadas por horas en Madrid: «Lo hago por necesidad»

Pero durante ese intervalo de tiempo, es refugio único de Rabbat. Por él ha pagado 75 euros, 5 euros la hora por persona. Se lo ha alquilado a Mercedes Rodríguez, propietaria de la vivienda, su residencia habitual. Es tendencia veraniega en España: el alquiler de piscinas privadas. Y en Madrid no ha dejado de crecer desde la pandemia.

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A esta experiencia se ha unido Rabbat, quien se encuentra de vacaciones en la capital. Es el cumpleaños de su hija pequeña. Y tanto ella como su marido pensaron que sería buena idea disfrutar de una tarde de piscina en familia. Pero querían tranquilidad. Una piscina pública no era una opción. Indagaron, tras las sugerencias de un amigo, y descubrieron Swimmy, la plataforma líder francesa de alquiler de piscinas privadas. En ella, los propietarios ofrecen sus parcelas acuáticas y los bañistas –dentro de la disponibilidad del primero– lo arrendan durante algunas horas. En el caso de Rabbat, tres.

Mientras tanto, Rodríguez, que está presente durante el alquiler, pulula con normalidad por su casa, pero sin invadir la zona de agua. Y su hijo Alberto se encuentra en el comedor teletrabajando. «El auge del alquiler de piscinas particulares responde a una creciente demanda de momentos de cercanía y tranquilidad a precios asequibles», expresan desde la aplicación.

La misma plataforma asegura a este periódico que el alquiler de piscinas privadas sigue en aumento: «Los bañistas buscan momentos refrescantes de relajación sin arruinarse. Y los propietarios, por su parte, desean rentabilizar sus instalaciones, a menudo infrautilizadas». Así, entre 2023 y 2024, el número de piscinas registradas en Swimmy aumentó un 20 por ciento, pasando de 5.000 a 6.000. Y el número de usuarios registrados aumentó de 270.000 a 370.000 en el mismo período, lo que representa un aumento del 37 por ciento. Para la próxima temporada, «se espera alcanzar más de 20.000 reservas, y registrar al menos 2.000 nuevas piscinas».

Swimmy fue fundada en 2017 por Raphaëlle de Monteynard. A la francesa le surgió la idea, precisamente, cuando se encontraba en el borde de una piscina, disfrutando de sus vacaciones de verano en el sur de Francia. «Desde su apartamento podía divisar el resto del vecindario. Observó que muchas piscinas no eran utilizadas durante mucho tiempo. Pensó en que tal vez se podían aprovechar estas zonas infrautilizadas y darles una utilidad que beneficiaran tanto a propietarios como a bañistas. Economía colaborativa. Modelo Airbnb, pero sólo con piscinas», explica la responsable de Comunicación Swimmy España, Nicole Arévalo.

A nuestro país no llegó hasta 2019. Y no se popularizó, realmente, hasta el verano de 2020, con la pandemia: «El Covid tuvo un impacto positivo en la plataforma. Entonces las familias estaban reticentes a bañarse en piscinas públicas, puesto que era más difícil mantener las medidas de higiene». Con esto, Arévalo indica que el principal reto de la aplicación online fue ganarse la confianza tanto de los propietarios como de los bañistas. Para ello, implementaron «medidas de seguridad y verificación».

En España, la mayor afluencia de estas instalaciones se encuentran en la Comunidad de Madrid, con unas 140 registradas –España cuenta con alrededor de 400–. Se concentran sobre todo en zonas como Fuenlabrada, Mejorada del Campo, Villaviciosa de Odón y Las Rozas, puesto que suelen ser ciudades que cuentan con muchos chalés. «Compite con Barcelona –con 130– y con el sur de Andalucía», indica. Además, en el top tres de piscinas más demandadas en Swimmy España, dos de ellas se ubican en Madrid, una cerca de Avenida de América, otra en Las Rozas.

La responsable detalla que las más reclamadas suelen ser aquellas que ofrecen servicios adicionales, como barbacoa, zonas de sombra y buenas vistas. En cuanto al tamaño, las preferencias varían, pero, generalmente, «las piscinas medianas y grandes son las más solicitadas, ya que pueden acoger eventos familiares y grandes grupos de personas».

Rodríguez, por ejemplo, ofrece merienda, como leche merengada o tortitas –4 euros por persona–, toallas limpias –3 euros por persona–, bolsas de hielo –5 euros por persona– y barbacoa –15 euros–. También pone a disposición servicio de catering, a consultar. Y, además, en su piscina está permitida la música a un volumen moderado, puesto que «da a una manzana interior con vecinos», y cuenta con un espacio para fumadores.

Fue precisamente las zonas de sombras que ofrece Rodríguez lo que atrajo a Rabbat, que es la primera vez que alquila una piscina de un particular. La casa ocupada se encuentra a 15 minutos en coche de donde la familia francesa se está hospedando estos días. Al preguntarle por cómo está viviendo la experiencia, expresa que «fenomenal»: «El jardín es muy acogedor, cómodo y tiene buenas vistas. Además, las zonas de 'chill out' son muy bonitas». Cuenta que al lugar no le falta detalle: tumbonas, hamacas, mesas en las que poder merendar, una ducha y hasta wifi. «La piscina es pequeña, pero el espacio es muy bonito», concluye.

Como se ha citado anteriormente, a Rabbat, pasar tres horas en casa de Rodríguez le ha costado, en total, 75 euros –de los cuales, más de 30 se queda la empresa francesa–. Desde la aplicación indican que la media de alquiler está entre cuatro y cinco horas. «Recientemente hemos observado un aumento en los alquileres más largos, especialmente para eventos, que pueden durar más de siete horas». Y, generalmente, la mayoría de reservas son para grupos de entre ocho y doce personas.

La propietaria, que es usuaria de Swimmy desde 2021, expone en su perfil «ocho bañistas/tres horas mínimo». Revela que este año, desde finales de junio, lleva ganado alrededor de 2.000 euros –entre 30 y 35 reservas–. En general, los últimos años ha obtenido cerca de 1.000, que es la media que pueden generar los propietarios por temporada –desde finales de junio hasta principios de septiembre, según esta entrevistada–. No obstante, otros usuarios han llegado a alcanzar cifras más altas, de hasta 10.000 euros. «Algunos propietarios han generado incluso hasta 62.643 euros desde su inscripción en la plataforma», detallan desde Swimmy. Lo que supone «una fuente extra de ingresos que les permiten, asimismo, rentabilizar su propiedad».

«¿No le resulta incómodo que la propietaria esté presente durante el alquiler?», pregunta, curioso, este diario a la bañista. «Para nada. Mi impresión es que ella no está aquí con nosotros, sino que está viviendo su vida dentro de su casa. De hecho, sólo la hemos visto al principio, cuando hemos llegado», responde. «¿Repetiría la experiencia?». «Sin duda alguna», concluye la francesa.

Rabbat está viviendo una tarde, para ella, inmejorable. Rodríguez, sin embargo, asegura que cada vez le cuesta más que gente desconocida deambule por su hogar. «No te voy a mentir, comencé a alquilar mi piscina por necesidades económicas», cuenta. Pero cada vez antepone más su tranquilidad al dinero. «Creo que esta va a ser la última vez que la alquile. Y el último verano», expresa.

En ocasiones, su jardín ha acogido a más de 12 personas. Ahora, la propietaria no acepta más de cuatro. «De hecho, creía que hoy sólo iban a venir dos niños. Si lo hubiese sabido, esta tarde no lo hubiera alquilado».

Como anécdota, cuenta que la familia francesa, «seguramente de manera inconsciente y sin malas intenciones», ha utilizado sus toallas personales. Lo expresa entre risas, con asombro. «¡Arriba las tengo nuevas y limpias!». Pero la pareja ha preferido hacer uso de unas que, posiblemente, ya estaban usadas. «A veces, a propósito, pongo ropa por encima para que vean que es privado. Pero ni con esas».

Alguna que otra vez, la usuaria ha acogido despedidas de solteros: «Una vez me engañaron. Reservaron para cuatro personas y acudieron siete. No pude decirles nada. Después se pusieron a cantar con un micrófono, y les tuve que decir que de eso nada».

Otro día, Rodríguez se «asustó bastante» cuando vio entrar a tantos jóvenes de entre 25 y 30 años con bebidas a su casa. En ese momento se encontraba sola en la vivienda. «Se emborracharon, se desnudaron en la piscina, me robaron comida de la nevera, me dejaron la basura en la puerta de casa, mearon después en la calle... Luego los vecinos hablaban de mí, ¡que si me había traído a la chusma de Madrid! Me llevé un gran disgusto», detalla.

Hace poco, un grupo de 15 personas contactó con la dueña para pasar el día y celebrar también una fiesta similar: «Me ofrecieron 1.000 euros. Los rechacé». Cuenta también que otras veces los bañistas se presentan una hora más tarde de la que reservan, «y piden quedarse después más tiempo»: «¡Pero yo tengo mi vida, mis planes». «Estoy de gente hasta las narices. No quiero a nadie más. Todo es muy agobiante», concluye.