Colas en la Real Fábrica de la Moneda de Madrid: «Fui al saludo y la moneda de Leonor la compro porque su año es mi año»
Con tranquilidad, diversas motivaciones y anécdotas, los madrileños guardan fila para conseguir el preciado recuerdo de la jura de la Constitución de la Princesa de Asturias
Manual del Rey para la Princesa: «Sometimiento a la ley y plena entrega»
Madrid
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Iniciar sesiónDe siempre la numismática es afición rayana a la historia, pero también a los sentimientos. Una moneda, de curso legal o conmemorativa, nos deja para la posteridad cierto momento que en el correr del tiempo y del recuerdo significó, significa, y significará algo. Hay ... aún morriña de la peseta, de los cinco duros, pero se entró en el euro y Escandinavia apareció como de repente. Una moneda, en fin, suma como un cuadro de Velázquez, un legajo, un fotograma del NODO o una placa consistorial.
Seis días después de la jura de la Constitución de la Princesa de Asturias, al sol frío de Madrid, la Real Casa de la Moneda aguarda una cola que ya comenzó la pasada semana, lluviosa. Colas que fueron largas, pero también educadas. En lo que es el lunes después del lunes del solemne acto, se amontona un personal variopinto y coleccionista en busca de la moneda conmemorativa. Y aquí corresponde el dato: 925 milésimas de plata, un diámetro de 33 milímetros, un peso de 18 gramos, un precio de 40 euros y una tirada máxima de un millón de unidades. Y en plata de ley, que la Constitución es ley, mal que a algunos le pese la ley y se vendan por treinta monedas (sic).
En la esquina entre Jorge Juan y y Doctor Esquerdo los numismáticos, las románticas, las genios y los que preparan un regalo navideño a perpetuidad se juntan. En principio miran al suelo hasta que ABC les cuestiona. Entonces se despliega un abanico de sensaciones de un día memorable que fue, como quien dice, la semana pasada. Elena Somoza nos dice hasta su tercer apellido, que guardamos por protección de datos. Asturiana confiesa con rubor que «el año de Leonor» es su año. Acaso porque su sueño de entrar en una de las carreras deseadas se ha cumplido. Por eso aparece en 'los papeles' astures, aunque a ella la moneda ya le ha salido rentable en el mercado de los sueños cumplidos. «Fui al saludo y la moneda de Leonor la compro porque su año es mi año». E insiste: «Estos 18 años de Leonor son mis 18» y feliz, pese a la foto de rigor de la Casa de S.M el Rey, ella ya lleva en plata algo más que un 'souvenir'.
En la tranquila fila, numerosa conforme el sol de noviembre avanza, las nuevas generaciones también toman su sitio. Otra Elena, los nombres se repiten, tiene el cumpleaños de su «chico el día 20». Ni sí ni no valora el momento que refleja la plata, pero su pareja lo hará: «Vengo a por algo que no es para mí pero que quedará para la posteridad».
A Adela, bolso en mano, rostro amable, el codiciado objeto le refleja, nunca mejor dicho, «un momento muy importante». Aunque sepa que haya más mercadotecnia de una jornada particular cuyos ecos aún perviven, «en la plata está la significación». Eso sí, de cara a simbolismos y a futuro, pone un pero: le hubiera «gustado un mejor esmaltado». Sonriente, no sabe qué opina la Princesa de la moneda, y recomienda que se lo pregunte el reportero «en persona». Verdad es que nunca se acuña a gusto de todos.
Ya, mirando la espera como el guardia de seguridad de la puerta, hay que prestar oído, y en el aguardar, desde la Real Fábrica de Monedas suena en una pantalla una música relajante, como de restaurante de sushi, y se anuncia el objeto en cuestión. Entre el mentado zen del altavoz, Manuel rememora que está en la mañana de lunes guardando la espera por una cuestión sentimental; al cabo él ha sido «trabajador de la casa», concretamente el encargado de la litografía. Confiesa que nunca va a perder los «40 euros» a nada que lo subaste. Pero en su caso el simbolismo es íntimo, tras toda una vida litografiado «sellos, el bingo, antes las letras de cambio y las pólizas».
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Javier, que hasta entonces no había hablado, con una bolsa ecológica de supermercado francés, entra al trapo. «Y porque es el juramento de la Princesa, qué leches». Aunque, eso sí, la moneda no la piensa «sacar del sobre». Que la plata no tenga huella.
Va llegando más personal. Sigue la música tranquila. Jesús, que el «otro día estuvo esperando» se desesperó y ha vuelto este lunes. Enseña anverso y reverso al sol. «El valor histórico ya se verá, pero a mi hijo se la daré en un estuche digno. Como una caja de pendientes». Amor de padre y la entrega de un presente noble.
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