El asesino de Morata, a otros presos: «Si me cae la prisión permanente, ¿cual es la cárcel más tranquila para la condena?»
Dilawar, el triple homicida confeso de Morata y de otro preso hace gala de una falta de empatía el tiempo que lleva entre rejas
Las últimas horas del triple asesino de Morata antes de matar al compañero de celda
El triple asesino de Morata mató a su compañero de celda tras jugar al ajedrez
Madrid
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Iniciar sesiónOcho meses entre rejas puede dar para mucho. Y los que le quedan por delante. Pero el caso de Dilawar Hussain Fazal Chouhdary rompe todos los moldes. Entre febrero y septiembre de 2023 estuvo en prisión preventiva por golpear con un martillo a ... su casera, Amelia Gutiérrez Ayuso, en la casa donde residió, en Morata de Tajuña. Unos 90 días después volvió al pueblo, para (esta vez sí) conseguir asesinarla y, de paso, dejar sin vida a Ángeles y Pepe, los dos hermanos mayores de la mujer. Les acusaba de haberlo dejado en la ruina después de prestarles dinero.
El 22 de enero de 2024, la Guardia Civil le echó el guante por este triple crimen, que confesó dos días después ante el juzgado de Arganda que lleva el caso, y fue derecho, de nuevo a Madrid VII, la cárcel de Estremera. Pues bien, la noche del 14 al 15 de febrero, destrozó la cabeza a su compañero de celda por una discusión banal por el mal olor y tras jugar una partida de ajedrez.
Ayer, la juez ordenó su prisión provisional (en la práctica, que siga donde está) por el homicidio doloso de este búlgaro de 40 años, Angel Asenov Velikov.
Las últimas horas del triple asesino de Morata antes de matar al compañero de celda
Carlos HidalgoDilawar Fazal está en aislamiento y va a ser sometido a otra evaluación psiquiátrica. Declaró que había matado a Angel Asenov tras una discusión en el calabozo
Su perfil es muy curioso: pasaba por ser un reo casi modélico (aunque estaba en el módulo 12, donde están los peores preventivos), insulso se podría decir; por eso, esa explosión de rabia que le ha llevado a reventar el cráneo a su acompañante llama mucho la atención. Y todo ello, pese a tratarse de un asesino en serie en toda regla. Cuatro muertes a golpes en apenas dos meses.
«Sí, los maté yo»
ABC ha contactado con distintas fuentes penitenciarias y que, a priori, también expresan esa sorpresa por la salvajada perpetrada por este paquistaní de 42 años, que había regentado durante mucho tiempo un locutorio en un barrio de Arganda del Rey donde era conocido, considerado «muy simpático y amable» y «bastante atento con sus clientes». Hasta que lo perdió todo a raíz de la deuda que habían contraído los Gutiérrez Ayuso con él.
El 24 de enero llegó de nuevo a Estremera, a ingresos. Los primeros días los pasó en una celda individual. Hasta que lo llevaron al módulo 12 y le asignaron de preso acompañanente (que no sombra) a Angel. Antes, pasó por evaluación psiquiátrica y no se le diagnósticó ninguna patología asociada.
Su vida 'social' en el talego era escasa. Eso sí, este periódico ha sabido por fuentes penitenciarias algunas de las preocupaciones que le rondaban. Así se las expresaba a otros internos: «¿Creéis que me sentenciarán a prisión permanente revisable? ¿Qué cárcel es la más tranquila, cuál es la mejor», decía, sospechando (como todo apunta a que así será) que cuando llegue el juicio de Morata le caerá la condena mayor de nuestro Código Penal. El hecho de asesinar a dos personas o más y, encima, que una de ella fuera manifiestamente vulnerable (Pepe padecía una discapacidad intelectual) allana su horizonte a esa pena.
Ni pena ni arrepentimiento
No era lo único que manifestaba. Cuando los otros presos le cuestionaban sobre si era verdad lo que había hecho, confesaba sin miramientos: «Sí, fui yo. Lo que pasa es que después cambié de versión ante la Guardia Civil y, al pasar por el juzgado, volvó a reconocerlo«. Es más, detallaba sobre las causas del triple asesinato: «Les dejé 30.000 euros a cambio de que me devolvieran 60.000. Pero no vi ni un céntimo y me arruiné, lo perdí absolutamente todo».
Eso sí: ni un solo atisbo de pena o de remordimiento por sus crímenes. Un ególatra en toda regla que no permitió perder al ajedrez y que le echaran en cara su mal olor corporal. Cualquier contrariedad la resolvía con una vesania extrema y a golpes con objetos de hierro.
Un funcionario de prisiones resume así su carácter: «Es algo altivo, distante, malencarado, pero, a diferencia del búlgaro, no daba ningún problema. No tenía ningún expediente por mal comportamiento». A diferencia de Ángel, que sí que fue sancionado, por ejemplo, cuando pasó por el penal de Ocaña (Toledo), por insultos al personal y por su agresividad.
Este ciudadano del Este de Europa entró en una cárcel española por primera vez en 2012, acusado de lesiones, amenazas... Los doce años siguientes fue hilvanando entradas y salidas, hasta que la última, la prisión preventiva que estaba cumpliendo cuando Dilawar le puso punto final a su vida, era por maltrato a su pareja, a la que torturó brutalmente.
Drones con droga y móviles
En Madrid VII investigan ahora, interna y paralelamente a la pieza judicial, qué pasó para que en esa celda hubiese una mancuera elaborada artesanalmente con algún disco distraído de pequeño gimnasio del módulo 12. Algo que llama la atención tras conocerse lo ocurrido, pero que, debido al enorme trabajo de los profesionales penitenciarios y a la escasez de medios personales, no es tan extraño. Es más, llegan a sobrevolar drones los patios de las cárceles para lanzar droga y hasta teléfonos móviles, aseguran a este periódico.
Dilawar va a ser sometido a una prueba mental más profunda, ahora en aislamiento. Ahí le será imposible comunicarse por el interfono para anunciar: «He matado a mi compañero de celda».
No le quitan el ojo ni un minuto del día, señalan otras fuentes carcelarias, que ahora también vigilan que no intente suicidarse. Nunca se le había aplicado al protocolo de prevención de suicidios.
Ahora, su perfil es más propio al de un psicópata y ha pasado de ser «el reo aburrido» al «más temido del recinto».
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