La antorcha olímpica que quisieron arrebatarle a un alcalde y otro paseó por el Metro de Madrid

HISTORIAS CAPITALES

Con doce años de diferencia, el fuego llegó de Atenas para ser trasladado por relevistas por las calles de la capital

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Ruiz-Gallardón, con otras autoridades, traslada el farolillo con la llama olímpica en el Metro madrileño en 2004 ARCHIVO ABC

La imagen, por poco habitual, no deja de ser verídica: un alcalde montado en Metro madrileño, sosteniendo muy erguido una lamparita en su mano derecha, y dentro de esta, una llama que venía desde Olimpia (Grecia). El fuego olímpico llegó a Madrid en avión, ... en dos ocasiones distintas, con protagonistas dispares y en circunstancias diversas. Y Madrid sigue teniendo hambre de Juegos, pese a los tres resbalones (cuatro, si se cuenta el intento para 1972).

Porque Madrid ha querido ser olímpica, hasta ahora, cuatro veces: para esos Juegos que finalmente se llevó Munich (1972), y para los de 2012, 2016 y 2020. «Veinte p'a Madrid», era el lema oficioso que cantaban algunos de los promotores de la iniciativa en el avión que volvía de Copenhague, con aire de derrota tras ser elegida Río de Janeiro como sede para 2016.

La historia de hoy trata de la llama olímpica, que llegó a Madrid en dos ocasiones muy diferentes. La primera fue el 8 de julio de 1992, y lo hizo de camino a Barcelona, sede ese año de los Juegos Olímpicos. Diferentes personalidades, políticas y deportivas, portaron la antorcha durante unos cientos de metros. Y uno de los que levantó más expectación fue el entonces alcalde de la Villa, José María Álvarez del Manzano.

La primera sorpresa la dio el propio regidor, que cambió su habitual y elegante traje cruzado por un conjunto 'sport' de camiseta y pantalón corto. Poco antes de las nueve de la noche, se presentó en la calle Bravo Murillo para cubrir los 500 metros de su relevo. Se lanzó, llama en mano, con un trote de ritmo alegre. «Ánimo, alcalde», le gritaban los madrileños apostados en las aceras al paso de la comitiva.

Citius, altius, fortius Arriba, Álvarez del Manzano, corriendo con la antorcha olímpica por Madrid en 1992. Abajo, izq., los entonces príncipes Felipe y Letizia encienden el pebetero en Madrid. Dcha, Ruiz-Gallardón entrando al Metro con el farolillo de la llama olímpica ARCHIVO ABC

El susto lo dio una vecina, de nombre María Dolores, que se empeñó en correr a su lado y quiso incluso arrebatarle la antorcha. Dos agentes de la Policía Nacional tuvieron que intervenir para apartarle del relevista y dejar que la antorcha siguiera la ruta marcada sin más contratiempos. El alcalde Álvarez del Manzano llegó hasta la Plaza de Castilla y allí hizo su relevo.

Hubo una segunda llegada de la llama olímpica a Madrid, 12 años más tarde. Procedente de Londres, el fuego más viajero del mundo aterrizó en Madrid el 27 de junio de 2004 a las 9 menos 20 de la mañana, acompañado por un séquito de 13 personas. A pie de avión le esperaba el alcalde del momento, Alberto Ruiz-Gallardón, y una coral de 60 voces que interpretó a capela el himno olímpico en griego. La llama venía dentro de un candil plateado, que el regidor asió con reverencia y trasladó sin perder de vista su contenido por la terminal del aeropuerto de Barajas hasta el Metro.

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Dentro del convoy permaneció de pie durante los 12 minutos que lo separaban de Nuevos Ministerios. A su alrededor, otras personalidades trataban de acercarse al fuego olímpico, pero el alcalde no soltó en ningún momento el farolillo, consciente de que era la única autoridad en activo que podía portar la llama, según el protocolo. Ya una vez de nuevo en la superficie, el fuego del candil encendió la antorcha que, a su vez, llevaron por la ciudad 30 relevistas, con escolta de policía a caballo y en bicicleta, y hasta de un autobús de hidrógeno.

En total, en esta segunda ocasión la llama estuvo en Madrid exactamente tres horas, en las que cada segundo estuvo milimétricamente estudiado para darle el mayor lucimiento. El remate lo puso el entonces Príncipe Felipe,que recogió la antorcha en su destino final, la Puerta de Alcalá.

El sueño olímpico de Madrid la llevó a enfrentarse, de igual a igual, en Singapur con personalidades del peso de Hillary Clinton o Tony Blair; en Copenhague con el matrimonio Obama y la mismísima Oprah Wimfrey o con Lula da Silva; y en Buenos Aires con una tormenta épica y la 'relaxing cup of café con leche' más polémica de la historia. Fue una utopía que creímos rozar y no alcanzamos, pero ¿quién sabe lo que traerá el futuro?

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