CARTAS AL ALCALDE
Ralentí del Retiro
Si entra uno en el parque, no está cruzando un portón con verja: está abandonando una versión bulliciosa de sí mismo
Cuplé de basura
Madrid
Esta funcionalidad es sólo para registrados
Iniciar sesiónMás allá de su condición de parque infinito, El Retiro es un pacto, alcalde, un acuerdo secreto entre la ciudad y su sed de tregua. Si entra uno en El Retiro, no está cruzando un portón con verja: está abandonando una versión bulliciosa de ... sí mismo.
Madrid es la capital del estrés, pero dentro del Retiro todo parece gobernado por la divagación del relajo, por la brujería del ralentí. Despacio va entonces el tiempo, como los amantes a la sombra del beso, o incluso los jubilados que arrastran la conversación lenta bajo los pinabetes colosales.
El Retiro es nuestra corteza vegetal. Y no es solo por los árboles: es por el rumor del estanque, por los libros usados del Paseo de Coches, por el violonchelista que se protege del sol bajo un haya. Ahí espera la estatua del ángel caído, los laberintos del Palacio de Cristal, o ese rincón de edén donde igual alguien solitario está leyendo a Zweig como si el mundo aún tuviera salvación.
De modo que nadie entra en El Retiro para entrar en algún sitio, alcalde. Se entra para estar, o sea, para ser. Hay algún transeúnte que mira los patos como si fueran una novedad inaugural del universo, y la quietud se observa como un monumento. Hay orfeón de 'runners', pero parecen más bien que son gente que entrena para 'runner', porque la carrera no tiene prisa. Hay poco grito en El Retiro, si nos fijamos. Hay poco alboroto de niños, y mucha algarabía de pájaros.
He aquí un sitio, alcalde, que no necesita reformas. Necesita, si acaso, que lo dejemos en paz, porque su paz es nuestra paz, entre otras cosas. Yo arriesgaría que El Retiro es lo único en Madrid que se parece a una pausa verdadera, que es como decir que es el único recodo realmente revolucionario de la ciudad frenética.
Asienta el tópico que los parques urbanos son el alma de las ciudades. Pero El Retiro es más que eso. Es el aval de que aún queda espacio para la belleza espontánea, para el paseo sin propósito, para el silencio que ofrece infinitud.
Hay que ir al Retiro, mayormente ahora, cuando el calor es homicida y la prisa aprieta, pero menos. Hay que aprender lo que el parque dice sin decir. Eso, que es como ingresar en la soledad de un bosque que se abre incalculable entre semáforos.
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