CARTAS AL ALCALDE
Lavapiés, noble y sucio
El barrio ha vuelto a su malditismo, cambiando artistas por forajidos, a veces, okupas
Antes del paseíllo (24/05/2023)
Madrid
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Iniciar sesiónMadrid, por momentos, es «noble y sucio», según la acuñación que nos regaló un clásico, a propósito de otras geografías. Y uno de esos momentos de la ciudad se llama Lavapiés. Siendo justos, lo diríamos más directo todavía: Lavapiés tiene poca nobleza, ya, y ... mucha suciedad. Usted esto ya lo sabe, alcalde, porque no es un recién llegado al Consistorio. Los que reunimos kilometraje de peatones frecuentamos Lavapiés en los ochenta, cuando era semejante al barrio de ahora: corralas de okupas, asfixia de graffitis, trampas de portales, y un alerón alegre de mugre por acera. Era una galaxia de artistas y salvajes. Eso, en medio de los males del trapicheo. Ni exagero en lo de entonces, ni tampoco en lo de ahora. Lavapiés gastaba, en los ochenta, algo de barrio maldito, pero sostenía un prestigio de zona de tribus alternativas, con mucho poeta del trasnoche en sus garitos desguazados, con mucha vida de deshora en sus grutas de copeo. Ahora, el barrio ha regresado a su malditismo epocal, pero cambiando los artistas por forajidos, a veces okupas, incluso, y la creatividad por la precariedad. Alguna vez lo ha denunciado Rita Maestre, incluso.
Es cierto que el distrito resulta ameno en tribus de imaginación, y hasta en algún momento lo sopesamos como relevo libérrimo de Malasaña, con barecitos de diseño, peluquerías de futboleros y discotecas de sáficas. Pero eso fue hace un tiempo, porque se comprueba la devaluación de estas calles históricas, mientras uno se da un voltio por la escena y ve que en un bar de los de toda la vida levantan la misma queja los camareros, el dueño, y la parroquia de barra. Todos coinciden en el abandono de la zona, que empieza a tener más peña de trapicheos que colonia de anticuarios. Dice una vecina de raigambre que los barrenderos pasan una vez a la semana, y que incluso el Ayuntamiento prometió un dispositivo de seguridad, incluyendo caballos. Pero la esperanza se va quedando en promesa, alcalde.
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Lavapiés, hoy, tiene mucho nido de actores, y algo exótico, o excéntrico, incluso, en su vecindario plural. Como en los apasionados y apasionantes años ochenta. Pero peor.
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